La primera vez que España se sintió España y se constituyó como nación fue el 2 de mayo de 1808 cuando el pueblo de Madrid se lanzó en rebeldía a las calles contra el invasor francés, algo que imitarían día a día en otros lugares del Estado. No fueron políticos los que azuzaron un mitologema, o una arcadia feliz para construir un sentimiento nacional, sino que fue el mismo pueblo quien se constituyó como nación. Una nación donde no se miraba la nacionalidad porque no importaba. Una nación plural y diversa donde catalanes, castellanos o vascuences eran conscientes de ser tan españoles como los demás, independientemente de sus propias nacionalidades. Adelantándose a lo que más adelante en el siglo XIX Ernest Renan legaría para la posteridad, el pueblo español decidió ser precisamente la nación española por deseo. Un plebiscito popular contra la invasión francesa.

Curioso que en España la fiesta nacional no sea el 2 de mayo (en Francia es el 14 de julio cuando se tomó la Bastilla, que tampoco es que derrocara la monarquía pero es un elemento simbólico) y se utilice una fecha Imperial (12 de octubre) o en tiempos pretéritos el santoral (25 de julio por el apóstol Santiago). Salvo el 6 de diciembre por la fecha de la Constitución de 1978, España no celebra la conformación de su nación. Para algunos es lógico porque, al fin y al cabo, aquello desembocó en un movimiento constitucionalista y democrático de corte liberal, y lo liberal nunca ha sido bien visto por el conservadurismo y el tradicionalismo. Y otros, especialmente en la izquierda, porque sigue rechazando la existencia de una nación española y su influencia en la vida política y social. De todo ello el día que España tomó conciencia de su ser nacional no se celebra y queda como fiesta de una Comunidad Autónoma que, para más inri, es un invento por descarte. Nadie quería a Madrid, viejo poblachón manchego de Castilla. Un completo esperpento.

Una nación que surgió por culpa del mal gobierno de la borbonada. Un “primer ministro” más pendiente de la bragueta que de trabajar en favor del país cedió a la entrada de las tropas napoleónicas un 27 de octubre de 1807 (Tratado de Fointanebleau) camino a Portugal, pero como nadie les decía nada decidieron quedarse. El motín de Aranjuez, que supuso la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII, fue utilizado por el general Murat, que era más listo que Godoy y los dos borbones, para afianzarse en España y quedársela para su jefe Napoleón Bonaparte. Los borbones fueron llamados a Bayona para verse con el Emperador y comenzó a rumorearse por Madrid que iban a entregar la corona al francés, como acabaría sucediendo el 7 de mayo de 1808. El Rey Felón entregaba a Bonaparte su corona que éste cedió, a su vez, a su hermano José. Antes de esa felonía borbónica (que no sería la primera ni la última de esta familia), el 2 de mayo el pueblo al olerse el percal cuando se querían llevar a los infantes que quedaban en Madrid se lanzó a luchar contra el ejército invasor.

Bravamente un pueblo sin instrucción militar y azuzado por la pasión por su país (sin saber que estaban creando la nación española) se lanzó a las calles para frenar la tropelía napoleónica y borbónica con navajas, macetas y aceite hirviendo. La represión francesa fue salvaje, tal y como dejó recogido Goya en algunas de sus pinturas, Luis Daoíz y Pedro Velarde en el cuartel de artillería de Monteleón aguantaron las embestidas francesas, con parte del pueblo que se había refugiado allí, hasta que cayeron en manos invasoras. Fueron los días de Manuela Malasaña luchando en las calles con lo que tenía a mano. Comenzaron el día siendo súbditos para terminarlo entregando su sangre como ciudadanos y ciudadanas de la nación española.

Esa tarde del 2 de mayo Juan Pérez Villamil (secretario del Almirantazgo) convenció al alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, de lanzar un bando donde se pedía a todos los españoles empuñar las armas contra el pérfido invasor francés. La guerra se había declarado y la patria española respondería al llamamiento sin pensar en un problema lingüístico, de impuestos o de quién tiene más grande la nacionalidad. El pueblo se levantó, se conformaron la Juntas Generales, desde donde se enviarían los diputados que realizarían  la Constitución de Cádiz de 1812. Allí la soberanía tornaba nacional.

El regreso tras la victoria en la guerra volvería el Rey Felón Fernando de Borbón quien, como siempre han hecho los borbones, reinstauró el absolutismo porque le beneficiaba a él no a su país. Y por su culpa y de su hermano Carlos María Isidro tendríamos cuatro guerras civiles (las Carlistas), numerosos intentos constitucionales, quedar detrás en el desarrollo del país, una república, un rey extranjero, el bipartidismo canovista y así hasta entrar en el siglo XX con personas que renegaban de su nación por vergüenza en la comparación. Fue un Borbón quien quito a España su sentido nacional y fueron otros después los que azuzaron nacionalidades, repúblicas de parte, dictaduras, fascismo y un sinfín de problemas. Hasta hoy mismo cuando la borbonada sigue teniendo a España dividida en el propio beneficio suyo.

Ni los Borbones quieren esta fecha por ser un recuerdo de su felonía, ni los políticos de uno y otro bando la estiman porque fue la creación nacional por parte del pueblo. Mal apaño cuando en España al pueblo que pasó a ser soberano, que se hermanó, que entregó su sangre sin pensar en la nacionalidad de quien estaba a su lado, le niegan su momento histórico nacional. Mejor fiestas estúpidas y muy regionales, no vaya a ser que le dé por pensar a las buenas gentes de España que la nación es cosa de ellos y ellas y no de un dios, de una tradición o de un grupo de políticos. Pues no. España se constituyó en nación un 2 de mayo de 1808 gracias al pueblo. Ahora que vengan a hablarnos de reconquistas, imperios y demás cuestiones en las que ni la nación, ni el pueblo participó.

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