En la ciudad de Cosio d’Arroscia, situada en el norte de Italia, se reunieron un grupo de personas que provenían de distintos movimientos de avant garde, como los Letristas o el Movimiento por un Bauhaus Imaginista, para fundar una organización que pretendía romper con los moldes del capitalismo y el comunismo soviético. Así nació la Internacional Situacionista, una formulación político- estética que pretendía generar un salto cualitativo en el desarrollo de la cultura y la vida cotidiana. Influidos por el dadaísmo y el surrealismo, Guy Debord, el alma mater del movimiento, y los demás adscritos presentaron en sociedad su propuesta de “romper con las rutinas y roles diarios del capitalismo y crear situaciones de una calidad pasional superior”.

Catalogados por los críticos furibundos como un “mero grupo de alcohólicos dedicados a planear revueltas en los cafés y bares de Paris”, sin embargo, tuvieron una enorme influencia entre los universitarios franceses que se lanzaron a las calles en mayo de 1968. El lema “Debajo de los adoquines hay una playa” que se utiliza en aquellas fechas tiene mucho de situacionista. Porque el movimiento en sí, como han destacado críticos de la izquierda como Jean Barrot, casi no permeó dentro de los obreros o los empleados de cuello blanco. De hecho en toda su historia no fueron más de 70 miembros (63 hombres y 7 mujeres), por lo que es más el romanticismo de lo que propusieron que el éxito del movimiento en sí lo que les hace seguir siendo objeto de análisis y estudio en la actualidad. En 1972, cuando se disolvieron, sólo quedaban Debord y Gianfranco Sanguinetti.

La Internacional Situacionista fue irreverente, ácida en sus críticas, insultante y, en sus comienzos, mantuvo un alto componente estético. Así una de sus propuestas de su manifiesto fundacional afirmaba: “Debemos llevar adelante los pilares del urbanismo unitario, del comportamiento experimental, de la propaganda híper-política, de la construcción de ambientes. Ya se han interpretado bastante las pasiones: se trata de encontrar otras nuevas”. La planificación urbanística y la arquitectura como cauce de la revolución sensorial y situacional. Algo que se mantuvo en conflicto con las concepciones más sociales y políticas hasta 1962 cuando se produjo la primera escisión, típica de los movimientos revolucionarios de los años 1960 en busca de mayor pureza. En esa fecha el movimiento alemán y los nashistas (por Jorgen Nash y los escandinavos) fueron excluidos, tomando mayor presencia el componente de teoría política en el movimiento.

Una teoría política que sigue teniendo una enorme influencia actualmente en los movimientos de la izquierda no acomodada o burguesa. En especial por los libros de dos de sus máximos exponentes teóricos: La sociedad del espectáculo de Guy Debord y La revolución de la vida cotidiana de Raoul Vaneigen. Porque la revista que editaron, Internationale Situationniste, no pasó de los 12 números. Y ejercen esa influencia, aunque muchos desconozcan su influencia, porque algunos de sus análisis sobre los aspectos subjetivos del capitalismo siguen siendo válidos en la actualidad. Así como, sigue en los corazones y cabezas de muchas personas su lema fundacional: “Pensamos que hay que cambiar el mundo. Queremos el cambio más liberador posible de la sociedad y de la vida en la que nos hallamos”.

La revolución por la situación

La verdad es que diseñar una teoría política con la influencia del dadaísmo, el surrealismo, el futurismo, Marx (“Hasta la fecha los filósofos y los artistas sólo han interpretado las situaciones, ahora se trata de transformarlas” parafrasearon al alemán), Hegel, Lukacs, las propuestas de Socialismo o Barbarie, el humanismo marxista de Henri Lefebvre, Wilhem Reich o Nietzsche no es nada sencillo y más cuando los intentas superar mediante la crítica. En resumen eran marxistas, antiestatistas, humanistas, autogestionarios y apostaban por los consejos obreros. Lo que ha hecho que algunos movimientos anarquistas (especialmente de España y EEUU) les tengan como referencia.

La base de su pensamiento ya se planteaba en 1957 en el manifiesto fundacional: “Hemos llegado a un punto de ausencia ideológica en el que sólo funciona la actividad publicitaria, en exclusión de todo juicio crítico anterior, pero no sin entrañar un reflejo condicionado del juicio crítico”.  Algo que sucede en nuestras sociedades actuales donde todo se simplifica en el titular, la mercancía como necesidad, la anomía social y la vida a corto plazo. Por ello, la generación de situaciones se entendía como necesaria para poder llegar a un momento revolucionario que superase el capitalismo y la democracia burguesa. ¿Por qué centrarse en la situación? La respuesta se encuentra en el manifiesto fundacional: “La vida de un hombre es un cúmulo de situaciones fortuitas, y si ninguna de ellas es similar a otra, al menos estas situaciones son, en la inmensa mayoría, tan indiferenciadas y sin brillo que dan perfectamente la impresión de similitud. El corolario de este estado de cosas es que las escasas situaciones destacables conocidas en una vida, retienen y limitan rigurosamente esta vida. Tenemos que intentar construir situaciones, es decir, ambientes colectivos, un conjunto de impresiones que determinan la calidad de un momento”. Lo subjetivo como subversivo y la pasión como motor de la historia.

Hemos llegado a un punto de ausencia ideológica en el que sólo funciona la actividad publicitaria

Pero donde realmente han tenido persistencia política es en su análisis del capitalismo, mucho más que en el romanticismo revolucionario. El concepto de Recuperación para los situacionistas no es más que una fórmula del capital para perpetuarse. Para comprender este concepto no hay más que entender cómo las luchas de la clase trabajadora se mantienen bajo control y cómo las demandas de clase se integran en la estrategia capitalista. La Tercera Vía o el liberalismo progresista no dejan de ser recuperaciones del sistema que integran “algunas” demandas de las clases sociales dominadas para la pervivencia del propio sistema capitalista. Una discusión que iniciaron a finales de los años 1950 y que aún es clave para comprender los movimientos políticos actuales.

Los situacionistas tomaron el concepto marxista de alienación y lo llevaron mucho más allá de la venta del poder-trabajo. Por eso entendían que “la organización revolucionaria debe aprender       que no se puede combatir la alienación con medios alienados”. Por eso el Estado era repudiado, por ser un medio alienado. Esta alienación, además, está evolucionando bajo el capitalismo hacia un sistema de especializaciones que conforman una sociedad espectacular. Y cuando se refieren a la Sociedad Espectáculo no hay que ver sólo la parte visual de la política o los programas basura, que también, sino a la necesidad del propio mercado de vender más mercancías y, por ende, generar el deseo de esa mercancía (que no su obtención) y al atomismo personal. “Fragmentando más áreas de la anteriormente indiferenciada vida social en unidades cuantificables, el capitalismo fuerza a los trabajadores atomizados a encontrar sus necesidades exteriormente más que a través de las relaciones directas no capitalizadas de la sociedad” escribían en Against Sleep and Nightmare.

Subjetividad el quid del situacionismo

El aspecto más sobresaliente del situacionismo, y también su talón de Aquiles a decir de los críticos de la izquierda, es la subjetividad. Todo este constructo teórico se asienta sobre los factores subjetivos del sistema capitalista. No es nueva la utilización, la primigenia pugna entre clase en sí o para sí ya adelantaba esos aspectos, pero sí es cierto que, mediante su vena de vanguardia artística y su separación del materialismo marxista, consiguieron discernir los mecanismo del poder capitalista. La subjetividad unida es otra de las armas de la revolución, igual que es un mecanismo de subyugación. Una dialéctica donde habrían de buscar en la parte positiva un medio de superación de los antagonismos de clase.

La anomía social, la alienación o el deseo perverso de la mercancía, todo ello en pañales en la teoría marxista, cobra especial significado en los análisis del situacionismo, en especial de Debord. Entiende que el sistema de espectáculo del capitalismo al final acaba generando una pobreza subjetiva en lo cotidiano. La banalidad del espectáculo de las mercancías ha generado paradojas como el estilo punk vendido en tiendas de alto diseño, por ejemplo. A esto se referían los situacionistas. A ello se añaden aspectos políticos como “la mentira, la corrupción y el peso de los servicios secretos (y otras oficinas del gobierno) que caracterizan los últimos desarrollos que desembocan en el espectacular integrado” diría en 1988 Debord.

Atacaron de una manera romántica, poética e irreverente a la sociedad capitalista, por ello perviven en la memoria. Su propuesta era de un radicalismo globalizador porque no se limitaban a modificar un aspecto sistémico sino que el cambio debía ser total y abarcar todo el sistema y la sociedad. Fracasaron en su momento pero gracias a ellos muchos análisis actuales de la sociología o la ciencia política verdaderamente de izquierdas avanzan en la lucha contra la cultura dominante. Sí, borrachos y bon vivants pero nos legaron una de las páginas más preciosas del pensamiento de izquierdas

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