“El PP ha hecho el congreso de la regresión porque cuando un partido está débil regresan a las esencias” ha manifestado el ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos. La debilidad de un partido y no la fortaleza es la que indica el camino a las esencias del partido, el retorno a la ideología, a los valores primeros y fundamentales dice el dirigente socialdemócrata. Como gran experto de la Ciencia Política que estudia los partidos políticos, el secretario del PSOE ha mostrado al mundo a las claras que la posición del PSOE es la de un partido sin vinculación esencialista, sin ideología más allá del marketing político, fndamentado sobre lo líquido hecho política partidista. O como diría Otto Kirchheimer el partido atrapalotodo (catch-all party). Le ha faltado concretar que también es un partido cártel (se recomienda la lectura de Richard S. Katz y Peter Mair, Changing Models of Party Organization and Party Democracy: the Emergence of the Cartel Party, aunque como gran conocedor de los partidos ya lo habrá leído seguramente), pero eso mejor dejarlo para más adelante.

Le gustan, por tanto, los partidos sin esencias a Ábalos. Y todo porque desde la derecha Pablo Casado, guste más o menos, ha vuelto a poner el conservadurismo como ideología en el primer plano político para vencer en el proceso del PP. Le parece mal al socialdemócrata que el PP tenga ideología y más si es conservadora. Esto último es lógico que le preocupe porque no dejan de ser contendientes electorales aunque antagónicos. Tampoco debería preocuparle la “regresión” a la esencias, aunque haya mucho de neo-con en la propuesta de Casado, porque se supone que eso facilitaría la labor al gobierno socialdemócrata. Un partido muy ideologizado por la derecha debería ser menos problemático que el populismo naranja de Ciudadanos. Por tanto no se entiende el porqué de esa preocupación. O sí se entiende.

El PSOE, según Ábalos, es un partido fuerte y por tanto no tiene necesidad de esencias, ni de regresión, ni de nada que no sea la última ocurrencia. Una ideología tendente a la izquierda pero débil para que quepa cualquiera desde la extrema izquierda a la derecha más moderada es lo que prefiere el secretario de Organización del PSOE. Una ideología líquida por utilizar el término que popularizó Zygmunt Baumann. Teniendo un partido fuerte, o lo que es lo mismo, con poder ejecutivo que es lo que para Ábalos da fortaleza, no hay necesidad de esencias. Valen para engañar a los militantes en las primarias del partido pero nada más. Salvo para quedar bien y sacar el cadáver de Franco del Valle de los Caídos, eso sí, nada de investigar al Borbón pisoteando las esencias. Esas esencias que son de partidos débiles. Porque el PSOE es “el partido de las mayorías”, como afirmó ayer en Burjassot.

¿Miedo a una confrontación ideológica?

¿Por qué descalifica las esencias de un partido cuando además utilizó esas “supuestas” esencias durante su contienda intrapartidista Ábalos? Porque la lucha política en torno a las ideas supone mucho desgaste, primero. Si se carece de una base ideológico-teórica es un sufrimiento el debatir con adversarios que sí la tienen. En la primera legislatura fallida de 2016 se observó que el posicionamiento mínimo ideológico de Podemos afectaba al PSOE. Seguro que el diputado socialdemócrata Manuel Cruz no tiene problemas en ese debate, pero está por ahí oculto en la bancada socialista. De los demás igual Ábalos tiene más dudas.

Segundo, la confrontación ideológica obliga a explicar en términos no sólo técnicos la posición propia. Hay que recurrir a los elementos ideológicos (políticos, sociales, éticos etc.) para defender cualquier propuesta y eso es duro (hay que tenerlos claros), supone estudiar y hay que abandonar la política de marketing que tienen los comunicadores de cada departamento. Por eso un PP ideologizado asusta a Ábalos y le provoca sudores fríos.

Tercero, demuestra con esas palabras lo que Ignacio Sánchez-Cuenca explica tan bien en su libro La superioridad moral de la izquierda. Ese miedo congénito a la izquierda a no valorar en su completa magnitud los propios valores, que sí, que son valores superiores a los de la derecha. Si en el plano moral se es superior porque las propuestas tienen mayor justicia social, ¿a qué viene entender que la vuelta a las esencias de un partido de derechas es mala o peligrosa? Al contrario, teniendo firmemente asentados las propias esencias es buenísimo porque, sabiéndolo defender, se tiene la batalla ganada.

El problema es que con decir “Somos la izquierda”, con sacar al dictador de su tumba o subir las pensiones de viudedad un 7% ya vale. Sabe perfectamente Ábalos que en la contienda ideológica la cúpula actual del PSOE se las puede ver y desear para defender lo que es moralmente superior. La necesidad de justificar las propias acciones y que se vean las contradicciones, como sucede con la OTAN, o los tratados de libre comercio, o las imposiciones de la Comisión Europea (en el propio gobierno está la mujer de negro de la UE) daña la imagen de Gobierno Bonito que se ha creado. Prefiere un perfil técnico como el de Soraya SS el señor Ábalos, porque discutir sobre número es más sencillo y todos acaban teniendo razón. Prefiere un perfil cuñado como el de Albert Rivera porque demagogia por demagogia acaba ganando la sonrisa que mejor encaje en la población. ¡Ay! Pero cuando hay que debatir en términos ideológicos se ven las costuras.

No es de extrañar que Ábalos y su esbirro Santos Cerdán tengan secuestrada a la corriente marxista del PSOE, no quieren ver ni un análisis ideológico o crítico. El vacío del pensamiento es lo que les gusta. Los significantes vacíos que sirven lo mismo para decir ocho que ochenta son todo su mundo político. Luego con decir que defienden la libertad, la igualdad y la justicia, de forma hueca y sin referencias a las esencias socialistas, ya pasan el rato. Y es verdad que defienden eso, pero desde posiciones débiles, desde la mera contingencia líquida, no desde la firmeza ideológica. Decían que Susana Díaz no tenía ideología en las primarias y ayer justo Ábalos critica que el PP tenga ideología. Competir en ese terreno no les gusta porque supone un esfuerzo intelectual y con un gobierno tecnócrata, como el de M. Rajoy, se las pueden ver y desear.

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