El feminismo islámico es un tema que viene siendo debatido en entornos feministas desde hace algún tiempo. También se vienen cuestionando las actitudes islamófobas que se justifican de alguna manera por algunos sectores. Por eso, diversos colectivos y organizaciones feministas de Navarra han querido acercarse a esta cuestión en el marco de los Encuentros Feministas de Tierra Estella que se han organizado el pasado 23 y 24 de junio. A la cita ha sido invitada M. Laure Rodríguez Quiroga, uno de los referentes en la materia y co-directora de los Congresos Internacionales de Feminismo Islámico que en su última edición albergaron a más de 600 mujeres procedentes de 25 países.

“Quien se define como feminista no puede sino deberse a la autocrítica constante, porque eso es lo que nos permite ir evolucionando en nuestro propio discurso”, así comenzaba su intervención Laure, a quien presentaban como Trabajadora Social, investigadora, activista y autora del libro Falsos mitos de la mujer en el islam, además de irreverente, madre autónoma y amante de la música rock y metal. “De la misma manera que nos ponemos las gafas moradas para mirar en clave de género, para acercarnos al feminismo islámico es importante quitarse las gafas islamófobas” que impiden ver de forma objetiva todo lo relacionado con la mujer en el islam, ya que “la gestación de la islamofobia tiene cinco siglos de antigüedad”.

El feminismo islámico “es un movimiento global y plural” que opera “a nivel local”, por eso, aunque existe “una agenda política muy diversas en la que cada contexto es el que define las necesidades y las prioridades”. Este movimiento que “se inserta dentro del feminismo decolonial” acuña el término en la década de los 90 y opera en dos espacios geográficos diferenciados. Por un lado en lo que Quiroga ironiza llamando “Allalandia, que se refiere a ‘allí’, los países considerados islámicos” donde el feminismo islámico se ha centrado en la labor de “revisión de las legislaciones, interpretaciones y tradiciones” y por otro lado en “Aquilandia,“o ‘aquí’, donde las personas musulmanas son una minoría” y la cuestión que afecta de forma directa “es la islamofobia”, especialmente las mujeres se convierten en el punto de mira principal de los discursos de odio.

Uno de los problemas con los que se encuentra el feminismo islámico en espacios occidentales es la vinculación constante con el exterior. “Cuando presentamos los proyectos desde las organizaciones musulmanas al departamento de mujer nos derivan automáticamente al departamento de inmigración”, aun cuando las integrantes de la organización sean españolas. “E incluso en encuentros feministas somos presentadas en las mesas internacionales y no en las mesas que tratan sobre la construcción del feminismo en el territorio local”, que quedan compuestas en este caso por el feminismo blanco y por lo tanto desde la posición de privilegio.

En este sentido Laure plantea una reflexión autocrítica “ya que soy una mujer blanca” y por lo tanto “tengo mis propios privilegios” en relación a las “compañeras racializadas”. Así, existen musulmanas españolas amazig, melillenses, “que no tienen reconocido el derecho lingüístico -tamazig-, a pesar de ser la lengua originaria de Melilla”. Lo mismo ocurre con las musulmanas españolas romaníes -gitanas- que tampoco tienen el reconocimiento de su lengua, el caló “y que se está extinguiendo”. De igual manera, existen musulmanas españolas afrodescendientes a las que continuamente se las está señalando como parte del proceso migratorio, “de primera o segunda generación” cuando en el Estado español “tenemos constancia de población negra al menos desde hace 900 años”. También se encuentran las “musulmanas inmigradas con las que no puedo evitar tener mi privilegio porque a mí se me aplica la Constitución española mientras que a ellas se les aplica la Ley de extranjería” y esto hace que indirectamente “las mujeres dependan económicamente de sus maridos o de sus padres”.

Laure forma parte del proyecto feminista Locas del Coño ”un espacio desde el que trabajarme a mi misma, para hacer un ejercicio de autocrítica y de revisión”, de los privilegios y de la manera en cómo se trabaja la diversidad. “En sí lo considero un espacio mixto, no porque haya varones sino porque trabajamos la interseccionalidad desde dentro”, no solo como teoría, sino que “la ponemos en práctica”. En el momento actual “es un proyecto muy diverso” en cuanto a identidades “y nos está ayudando a trabajar todas estas estructuras de poder que están especialmente integradas para las que venimos de cultura blanca” y heteronormativa. “Nos está sirviendo para trabajarnos la colonialidad, la transfobia, el racismo, la apropiación cultural, la islamofobia” … Muchas veces se da por sentado que está superado “pero en el fondo la puesta en práctica nos hace ver que todavía tenemos muchísimas cargas” porque se traslada la “verticalidad, la posición de privilegio y poder en la relación con otras compañeras”.

En definitiva, Laure plantea que desde los movimientos feministas se debería trabajar desde la interlocución, en igualdad de condiciones, “sin sellos de garantía feminista” y preguntándose por qué se da voz al patriarcado y se invisibilizan a las voces feministas que trabajan por descolonizar el Corán. Por un lado de las “lecturas misóginas y machistas, que existen y que es el ejercicio de autocrítica que tenemos que hacer”, y por otro lado, descolonizarlo “en nuestro caso concreto de la teología católica” para que sean las propias personas musulmanas las que puedan acceder a sus propios textos e interpretarlos “libres de cargas coloniales-patriarcales”.

 

 

 

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