Lo volvemos a repetir: la sentencia de la Gürtel ha tenido, entre sus aspectos más positivos, además de certificar la trama corrupta por la que el Partido Popular se financió ilegalmente, quitar la máscara a Albert Rivera. Tal vez el presidente de Ciudadanos pensara cuando se leyeron las penas condenatorias que todos los partidos con representación parlamentaria iban a pedir en masa la dimisión de M. Rajoy. Sin embargo, no tuvo en cuenta que el PSOE tenía la posibilidad de presentar una moción de censura y que, con el apoyo de los partidos progresistas y los que, aun no siéndolo, están en contra de las políticas del PP. Por esta razón, Ciudadanos ha tenido que forzar la estrategia intentando llevar a todo el mundo a una especie de chantaje por el que apoyará o no la moción de censura si a quien benefician sus escaños se somete a sus pretensiones. Como se puede comprobar, un comportamiento «absolutamente democrático».

Albert Rivera se ha presentado ante los españoles del mismo modo en que se presentó Aznar en los años 90, como el único ariete válido para luchar contra la corrupción. Los resultados de esa «lucha» durante los tiempos de Aznar ya la hemos podido comprobar: un 86% de sus ministros implicados en tramas corruptas y la creación de una red de clientelismo que derivó en el Caso Gürtel y en otros muchos. Rivera, por su parte, ya tiene contactos con personas y/o implicadas/imputadas/condenadas por corrupción. M. Rajoy podrá estar al frente de un partido condenado por lucrarse de la peor de las lacras de nuestra política. Sin embargo, Rivera representa una presunta doble corrupción al estar defendiendo los intereses empresariales de quienes se han lucrado o se lucran a través de redes clientelares o de quienes siguen al pie de la letra la máxima del presidente de Odebrecht según la cual la corrupción es un nuevo modo de hacer negocio. Son precisamente estos empresarios, representantes de las élites financieras que son enemigas del pueblo, las que le han encumbrado en las encuestas de los medios de comunicación que controlan generando una inercia que ha trascendido, incluso, al CIS.

Rivera representa una presunta doble corrupción al estar defendiendo los intereses empresariales de quienes se han lucrado o se lucran a través de redes clientelares o de quienes siguen al pie de la letra la máxima del presidente de Odebrecht según la cual la corrupción es un nuevo modo de hacer negocio

Albert Rivera, al apoyar la necesaria moción de censura del PSOE, o al rechazarla, ha demostrado que el pueblo español que tanto alaba le importa muy poco. Él verá españoles por todos los lados por donde mira, pero sólo a quienes se sometan a sus preceptos. Condicionar su apoyo a Pedro Sánchez o a M. Rajoy a la convocatoria inmediata de elecciones muestra la catadura ética y moral del líder de Ciudadanos, algo que sólo puede hacer quien no tiene una ideología sobre la que asentar su acción política, quien no tiene una vocación de servicio al pueblo o quien pretende alcanzar el poder para entregárselo de inmediato a las élites financieras y empresariales que le apoyan.

El impulso logrado gracias a sus posturas ultranacionalistas en referencia al Procés catalán le ha disparado en las encuestas, pero, ¿se traducirá en votos? Como ya le ha ocurrido en anteriores comicios Ciudadanos y Rivera tiene un problema con el voto rural. A pesar de todo el apoyo mediático que está recibiendo no cala fuera del ámbito urbano. Allí están los trabajadores, los obreros, los campesinos, los ganaderos, los explotados por el capital. El pueblo del rural es el que posee la sabiduría ancestral que no se deja engatusar por los cantos de sirena, la inteligencia que sabe discernir entre lo que va a ser bueno o malo y que, por cierto, han sabido descubrir y rechazar las puertas giratorias y las conductas inapropiadas de muchos de los líderes socialistas, en algunos casos coincidentes con altos cargos del PP. Rivera no convence a esas mentes porque son las que realmente saben pensar.

En el rural están los trabajadores, los obreros, los campesinos, los ganaderos, los explotados por el capital. El pueblo del rural es el que posee la sabiduría ancestral que no se deja engatusar

En el rural es donde está el voto de los verdaderos socialistas que siguen pensando, más allá de análisis politológicos, que el socialismo es la verdadera solución para el pueblo. Podrán haberse radicalizado en el nacionalismo patriotero del que Rivera ha hecho bandera porque el bombardeo de desinformación y manipulación de los escaños mediáticos que le apoyan sigue siendo intensísimo. El pueblo del rural ama a España pero no comparte el mensaje de odio que transmite Ciudadanos. Para entender esta reflexión no hay que mirar la figura de Alfonso Guerra quien podrá hacer análisis acertados o desacertados en el tema catalán pero jamás los realiza desde la perspectiva del odio, de la miseria o del oportunismo político.

Ciudadanos no cala fuera de las ciudades porque allí sobrevive un socialismo unido, allí no se va a encontrar socialistas de salón o que se han amparado en la generación de amistades y en la ingenuidad limpia de la gente. Allí se encontrará con los socialistas que han gobernado siempre sin demagogia, llevando al pueblo lo que por derecho le corresponde al pueblo.

Antes incluso de que se llegue al debate de la moción de censura Pedro Sánchez ya ha logrado quitarle la primera máscara a Albert Rivera. Tiene otras y, no lo duden, las descubriremos en Diario16.

 

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