Están preocupados en Ciudadanos porque el PSC (y Pedro Sánchez) no les apoyarían. De hecho, incluso el dirigente máximo Albert Rivera, ha salido diciendo que Ciudadanos es la casa de todos los socialistas desencantados con Iceta & Sánchez, haciendo uso de la demagogia y el discurso populista de los últimos tiempos. Es más se ha atrevido a invocar a la Historia (así con mayúsculas) para señalar a los culpables: “La historia de España no perdonará a quienes apoyen el procés, ni que PP y PSOE dejen pasar una oportunidad como esta”.

Lo que no esperarían es, sin embargo, un apoyo de esa Historia del PSOE. Alfonso Guerra ha publicado, de momento sólo se puede leer en la edición en papel, un artículo en su tribuna de Tiempo donde señala, como hace Rivera, a Iceta y Sánchez como futuribles culpables de un gobierno independentista. “Tal dejación [no apoyar un gobierno “constitucionalista”] no sería perdonada por la inmensa mayoría de los españoles” afirma el ex-de-muchas-cosas-del-PSOE. Tampoco expresa claramente que haya que apoyar a Arrimadas como vienen haciendo desde Ciudadanos, pero es evidente que para Guerra, ahora, no hay otra que hacer un pacto con las derechas.

Ve positivo que esta “juerga separatista” haya permitido a los españoles reconciliarse con su bandera y con el nombre de España, “lo que no se había conseguido en 40 años de democracia”. La izquierda había regalado los símbolos a la derecha y ahora, según Guerra, los ha recuperado para toda la ciudadanía. Por eso, sería un error histórico el permitir un gobierno de ERC por acción (lo que se ha abandonado) o por dejación. Y se queda con las ganas el ex-vicesecretario general de haber intervenido TV3, desde donde seguirán con las soflamas independentistas. En resumidas cuentas esto es lo expresado por Alfonso Guerra.

En esta misma tribuna se ha comentado la buena labor que realizó en la Fundación Pablo Iglesias desde su fundación, y el respeto debido a alguien que tanto hizo por el PSOE y España. De hecho le han negado siempre ser uno de los padres de la Constitución junto a Abril Martorell, que sin ellos la carta magna habría sido, incluso, peor. Pero llega un momento donde hay que decir basta y expresar que, dentro de su lógica excesivamente constitucional, está desbarrando. Pese a dárselas de gran lector e intelectual parece no percibir que los vientos de la sociedad van por otros derroteros. Por otro tipo de democracia que no se basa solamente en la alternancia. Ya no hace falta eso. La democracia está asentada y la cuestión catalana requiere de una solución que no es la que él pretende.

La derecha con la derecha y la izquierda con la izquierda

Aunque el título pueda resultar demagógico en determinados casos, la realidad es que la sociedad española (y europea) demanda la unión de las izquierdas o, al menos, la cohabitación. No quieren volver a ver reproducciones de pactos antinaturales en virtud de no se sabe qué presupuesto mayor. Al menos en los momentos de gobierno. El PSOE, como bien reconoce Guerra, ha actuado de forma lógica apoyando el 155. El Estado y la seguridad de la ciudadanía catalana, en manos de unos locos y enfermos de nacionalismo, apremiaron a que el PSOE se situase donde se esperaba. En defensa de lo común a todos y todas, la Constitución. Ahora bien, lo que viene son elecciones para “gobernar”. Y en ese arte de gobernar lo que se debe hacer no sólo es gestionar, sino hacerlo desde una perspectiva del bien común, que por lógica no encaja con lo que propone la derecha.

Si es que proponer algo, porque como demuestran día a día desde Ciudadanos o el PP, lo que les importa es acabar con el contrario. Hundirlo. Masacrarlo electoralmente e imponer su propia visión de España. Una visión, que como ha recordado Sánchez, no es igual. Lo que proponen las derechas españolas, como no podía ser menos, es establecer malos y buenos, en la retórica schmittiana que tanto les gusta (el pasado fascistilla queda). Bueno y malo. Nosotros y ellos. Como hacen los populistas curiosamente. Sin embargo, el PSOE no apuesta por ese tipo de política (aunque sea latente), sino por una confrontación de ideas y un proceso deliberativo que lleve a un patriotismo constitucional (por decirlo con un concepto habermasiano). Construir una sociedad democrática, no una sociedad fragmentada.

En este sentido, no pueden ir de la mano de las derechas destructoras del sentido democrático. Un sentido que está siendo atacado desde distintas posiciones. Y en Cataluña se observa en los diversos frentes. Puede que no sea la solución adecuada, eso no se puede saber hoy, pero es una apuesta por defender unos principios que quedarían vulnerados en la unión con las derechas en un presunto frente constitucionalista. Ya salió mal el que se propuso en Euskadi. Y ahora, con esa experiencia, se apuesta por algo que sí tiene mucho seny en el interior: el diálogo.

Además, cabría preguntarle a Guerra ¿quién ha dicho que no gane Iceta? ¿Quién ha dicho que la defensa de los valores democráticos vaya a ser penalizada en España? No hay ningún estudio empírico que diga eso. Igual se lo ha dicho una tarde Pepote Rodríguez de la Borbolla tomando un anisete y lo toma como verdad absoluta. No hay datos objetivos que afirmen eso. Pero sí que hay un defender lo que uno cree y confrontarlo lo con los demás para ver si se tiene o no algo de verdad. Decía John Stuart Mill que nadie tenía, a priori, la verdad en sus planteamientos, y que por ello negar la palabra al otro, quien podía estar en lo cierto, nos hacía más pobres. E Iceta lo que quiere es diálogo.

Pero no diálogo por diálogo. No se pretende entrar en un bucle deliberativo. Sino que quiere diálogo para reconstruir una sociedad terriblemente fragmentada por el secesionismo y el nacionalismo español. Porque sí, aunque le parezca raro a Guerra, el nacionalismo español que tanto alaba tiene en su raíz la misma bicha que lleva el nacionalismo secesionista. No deja de ser una forma identitaria que se construye no desde el nosotros solamente (que sería lo ideal), sino por antagonismo con el otros. Iceta y Sánchez intentan construir un “nosotros” desde lo que se comparte y une. Loable esfuerzo que nadie garantiza que saldrá bien. Pero cuando menos supone defender aquello en lo que uno cree.

Y, por último, ¿cree Alfonso Guerra que un gobierno con Cs y PP salvaría la Sanidad catalana, por ejemplo? Seamos serios. La derecha lo que pretende en Cataluña es eliminar, aún más, servicios públicos mediante la privatización, controlar la educación para que se ajuste a sus propios presupuestos ideológicos (¿nos acordamos de la propuesta de Cs de enseñar emprendimiento en las escuelas antes que Ciudadanía?), controlar los medios de comunicación (aquellos que aún no controla) para imponer su propia visión de las cosas, y así hasta completar el repertorio que conocemos en Madrid, por ejemplo. Por eso un partido socialdemócrata como el PSC no puede pactar gobernar con la derecha. Los programas de gobierno son radicalmente distintos.

Por tanto, si los principios no son iguales y los programas son distintos ¿para qué van a pactar con las derechas? Guerra, como les pasa a gran parte de los políticos de su generación, se dejaron atrás las ganas revolucionarias y reformistas. El mismo que se catalogaba como el defensor de los “descamisados”, ahora defiende a los encorbatados y pomposos de la derecha. Cuestión generacional sobre la que, por cierto, sí hay estudios. Distintas formas de ver la vida. Y la ciudadanía hoy no quiere jaleos étnicos, sino políticas de izquierdas que transformen la sociedad. Y eso, Alfonso, junto a PP y Cs es imposible.

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