Los pasados viernes y sábado se ha cumplido un año de los atentados de las Ramblas y Cambrils. Porque fueron dos actos crueles y a veces sólo recordamos el de Las Ramblas olvidando injustamente el que ocurrió al día siguiente en Cambrils.

Han sido unos días convulsos como lo fueron hace un año, repletos de dolor, sentimientos encontrados, disparidad de opiniones y gestos afortunados y menos afortunados, incluso algunos profundamente desafortunados.

Las víctimas los días anteriores habían hecho un llamamiento emotivo para que se evitara la politización de los actos y sólo hubiera unos protagonistas, ellos y su dolor. Necesitaban acompañamiento, apoyo, solidaridad y silencio, especialmente de una clase política especialmente crispada en Catalunya.

No perecía una petición disparatada, más bien lógica y que debería ser de fácil cumplimiento.

En términos generales se les atendió, especialmente desde una sociedad civil tremendamente concienciada de que ese instante era suyo. Pero lamentablemente no todos lo hicieron y lo más grave fue que ese ignorar  sus peticiones vino desde quienes más debieran haberlas cumplido, ciertos políticos, ciertas instituciones, que no estuvieron a la altura del momento.

La tensión provocada por la colocación de diferentes pancartas, no con mensajes de apoyo y solidaridad con las víctimas, sino con reivindicaciones políticas que no venían a cuento. El que una de ellas, la más grande por cierto, se pusiera en el lugar de los actos demuestran un desprecio cruel hacia esas víctimas que reclamaban su silencio.

Nadie a día de hoy duda que detrás de las mismas estuvieran los grupos más radicalizados de ANC y Omnium y especialmente los autodenominados CRC. Pero desde luego instigados especialmente por un Puigdemont que cada vez más desnortado, lanzaba continuas soflamas desde su cómodo refugio de Waterloo.

La colaboración por omisión de ciertas instituciones catalanas, el momento delirante del grupo de montaña de los Mossos bajando por la fachada para quitar esa pancarta y su retirada posterior, resultan patéticos e insultantes. Alguien debería dar explicaciones lógicas (las dadas no convencen a nadie) sobre lo ocurrido.

Que el mismo día del aniversario se convoque un acto político, al que acuden los máximos dirigentes de la Generalitat encabezados por el propio President Torra resulta intolerable.

No se discute sobre si tienen derecho o no de hacerlo, que indudablemente la tienen ante lo injusto de esos encarcelamientos, se discute sobre la oportunidad de si debían hacerlo ese día. Especialmente después del llamamiento de las víctimas.

También resultan lamentables los enfrentamientos entre los CRC y ultras unionistas, protagonizando enfrentamientos impropios de ese día.

No hubo silencio, hubo demasiado ruido y creo que la clase política, especialmente la independentista (algunos de la otra también) deberían hacer un proceso de autocrítica para que no se volviera a repetir esa situación.

Posteriormente en el acto del 18 en Cambrils de nuevo los hooligan de la política, en este caso el President Torra y el popular Albiol protagonizaron una discusión absolutamente intolerable. Tipos de políticos así capaces de crispar hasta en un momento solemne como ese, sobran en la política catalana y española.

Creo que en los tiempos actuales debemos ir hacia respetar más a las personas que están en la política, que a ciertos políticos que a veces no parecen personas. Así resultan respetables comportamientos como los de Pedro Sánchez, Oriol Junqueras o el Lehendakari Ibarretxe, que a pesar de mostrar su apoyo no quiso distorsionar los actos con su presencia.

Lamentablemente en el otro extremo debemos mostrar nuestro rechazo a gentes como Pablo Casado, Albert Rivera, Carles Puigdemont, o Quim Torra.

Los primeros buscan construir puentes, abrir veredas por las que caminar juntos y vías de diálogo, los segundos los dinamitan, cierran caminos y generan incomunicación y crispación.

Han sido unos actos emotivos, solemnes, donde el dolor y el apoyo a las víctimas primaron en la gran mayoría de los asistentes. Por el contrario hubo comportamientos intolerables y condenables. Esas imágenes de extremistas de ambos bando a bofetadas por las calles donde sólo debiera haber solidaridad, son para enmarcar sobre lo que no se debe hacer.

Ojalá algunos hagan esa necesaria autocrítica y a partir de esos 17 y 18 de Agosto vuelvan a la senda de la concordia, la sensatez y el diálogo. Catalunya, su sociedad lo necesita, España y la suya lo necesita también.

Veremos…….

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