Patxi López desnortado, Pedro Sánchez sobrado, Susana Díaz boquiabierta. Nadie, ninguno de los tres candidatos esperaba que este lunes, cuando llegara la hora de la verdad, la del debate cara a cara de los tres líderes llamados a pugnar por ser el futuro secretario general del PSOE, iban a encontrarse en la situación en que se hallan a día 15 de mayo de 2017, siete meses y medio después de un día para la historia y el olvido en el seno del PSOE, el del comité federal más bochornoso de sus 138 años de existencia.

Precisamente dos de los tres candidatos, los grandes favoritos al triunfo final, tuvieron un protagonismo de excepción en aquella cita. Las piezas vuelve a la posición de salida y ya nadie puede, y ni siquiera quiere, evitar el choque de trenes, tampoco la que hasta hoy mismo se había empeñado en ser la liebre de la campaña, el vasco Patxi López, el primero en presentarse a esta extenuante carrera de fondo y también el primero en saberse perdedor desde el primer día, consciente de que su ‘tercera vía’ unificadora no ha tenido jamás visos de credibilidad ni de prosperar desde el mismo instante en que aquel 1 de octubre los socialistas cerraron un capítulo de pesadilla de su historia reciente y dejaron el partido abierto en canal, saliendo seriamente dañados y con heridas sin cicatrizar.

El duelo a cara de perro que se ha postergado siete meses y medio hasta este 15 de mayo, donde al fin se ven de nuevo las caras Susana Díaz y Pedro Sánchez, los principales verdugo y damnificado de aquel comité federal que dio vía libre al desbloqueo político del país con una sonrojante abstención a un gobierno del principal partido de la derecha, acorralado por la corrupción y a punto de aprobar los Presupuestos Generales del Estado sin necesidad de echar mano del partido que avaló con su abstención la llegada al poder.

Patxi López llega al final de las primarias con la sensación del deber cumplido.

 

Patxi López desnortado

El primer candidato oficial de estas primarias no ha podido en ningún momento insertar en la militancia y cuadros medios del partido el mensaje conciliador que ha venido pregonando desde enero pasado. Y tiempo sobrado ha tenido para ello. También la ayuda inestimable de algunos notables que creyeron que su tercera vía podría pacificar un partido seriamente enfadado con lo acontecido en los últimos meses y también con los nefastos resultados electorales, que no son algo nuevo de estos últimos años sino sí una realidad que viene de lejos y algo cada vez más preocupante. Una realidad que el contexto europeo se encarga de responder por sí sola.

Estos notables vieron en el ex lehendakari y ex presidente del Congreso de los Diputados la persona idónea para “coser” el partido, aunque este cometido, el de coser, se lo apropiara desde muy pronto la lideresa de los socialistas andaluces, federación socialista de referencia que protagonizó mucho de lo que ocurrió el 1 de octubre pasado.

La presidenta balear, Francina Armengol; la baronesa del PSOE vasco, Idoia Mendia; el ex número dos de Pedro Sánchez, César Luena; el otrora también defensor a ultranza del “no es no” a Rajoy, el senador Óscar López; la diputada murciana María González Veracruz… Todos ellos han mantenido su apoyo a López hasta ayer mismo, pero tras la incontestable avalancha de avales presentados por sus contrincantes la realidad se ha impuesto y buena parte de sus principales apoyos le han aconsejado infructuosamente a su candidato que tire la toalla antes de sufrir una derrota bochornosa.

Patxi López no sabe cómo arrojar la toalla tras la desbandada de sus más cercanos

López se mantiene en sus trece y dice que llegará hasta el final. Posiblemente su cometido sea el de sumarse a la fuerza ganadora, pero no ahora en plena recta final de la campaña de primarias, sino después del 21 de mayo, tras la celebración de las elecciones internas y de cara a tomar posiciones para el Congreso del partido en junio.

El desnorte de Patxi López es, llegada la hora de la verdad del único debate a tres, total y su derrota inapelable. La clave es que no llegue a ser ridícula además, ya que existe la seria posibilidad de que logre menos votos que avales incluso, debido a la migración de muchos de sus avalistas hacia un voto útil hacia cualquiera de los dos únicos favoritos al triunfo final.

 

Pedro Sánchez sobrado

Desde la madrugada del 1 de octubre el dimitido secretario general del PSOE sabía que la cosa no iba a quedar así. Aquella misma noche, en un programa de La Sexta, el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, reconoció que había habado con Sánchez y éste le había reconocido que se presentaría a las primarias. Primera duda zanjada.

A partir de ahí, solo cabía esperar el cuándo y el dónde se produciría el regreso a la primera línea política tras un criticado paso por una entrevista televisiva con Jordi Évole poco después del día de autos. El día del anuncio oficial se produjo en febrero en la localidad sevillana de Dos Hermanas ante más de 3.000 militantes, ninguno de ellos cargos relevantes del partido, apenas un puñado de diputados y algún que otro alcalde y cargo orgánico del PSOE a nivel intermedio. El resto, militancia pura y dura. Ahí estaba el peso de su candidatura y ahí está la clave de su posible triunfo el día 21 en las urnas.

Desde entonces, y después de algún que otro viraje más o menos señalado en temas claves como la división territorial de España, la izquierda ha sido su norte, pero siempre teniendo presente que el coqueteo con la otra fuerza de referencia en la izquierda actualmente, Podemos, no es bien vista no ya solo por el aparato del partido, sino tampoco por buena parte de la militancia y simpatizantes en general de este partido centenario.

Izquierda sí, pero sin ser demasiado izquierda que huela a Podemos por algún lado. Todo ello sin ser un ‘antipodemita’ confeso como el presidente de la gestora, el asturiano Javier Fernández, que en su primera intervención como jefe interino culpó a la antigua cúpula de “haberse podemizado”.

Pedro Sánchez ha podido palpar el calor de la militancia desde un primer momento vía redes sociales, y sobre todo el soberano cabreo por haber permitido con su histórica abstención un gobierno de derechas en este país. Ahí estaba el caldo de cultivo que necesitaba. Lo demás ha ido rodado, mitin tras mitin, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad. Ha llenado recintos allá por donde pasaba, sin necesidad de retirar sillas para que no se vieran huecos vacíos.

Por eso llega sobrado Sánchez al debate, porque además del respaldo vía avales su mensaje de recuperar un PSOE verdaderamente de izquierdas ha calado hondo. Y todo ello pese algún que otro cambio de sentido imprevisto e innecesario y un proyecto aún desconocido en sus puntos concretos y esenciales.

La militancia se ha movilizado hasta un punto hasta ahora nunca visto, ya que el 70% de los censados ha avalado a alguno de los tres candidatos en liza, sobre todo a Sánchez o Díaz. Y buena parte de esas bases está queriendo hacerse oír, sin intermediaciones ni imposiciones vía aparato, la sorprendente realidad que ha cogido con el paso cambiado a la baronesa andaluza, que pensaba que su llegada a Ferraz se haría por aclamación.

Sánchez es consciente de que ansiaba este momento cara a cara con su compañera y ahora rival. Tendrá la oportunidad de recriminarle su papel en el antes, durante y después de lo que él y sus seguidores siempre han considerado un ‘golpe’ en toda regla del aparato contra su proyecto de partido.

Los más de 50.000 avales recogidos le han dado la seguridad personal que venía buscando y ahora va sobrado en la recta final de la campaña. Nunca un mártir tuvo una resurrección tan sonada como la de Sánchez en la política española reciente. Eso sí, si pierde tendrá que recomponer filas y pedir su cuota de participación en el nuevo proyecto socialista, que no es poca visto el respaldo con que cuenta a priori.

Además, está convencido de que queda mucho votante oculto que no se ha decantado por avalarle para no señalarse públicamente ante el implacable aparato del partido, una realidad que él conoce también de primera mano durante sus dos años escasos de mandato.

 

Susana Díaz boquiabierta

Después de ponerse a la cabeza y descartar la cola para otro momento, la secretaria general de los socialistas andaluces y presidenta de la Junta no sale su asombro ante el cariz que ha tomado la larguísima precampaña y la extenuante campaña de primarias del PSOE.

Boquiabierta puede ser la palabra que mejor defina la situación en que se encuentra la candidata a priori con todo a su favor para relevar a Pedro Sánchez al frente de partido. Desde aquel 1 de octubre, ella siempre fue consciente de que su momento había llegado tras sentir que su carrera estaba llamada para cometidos más arriba de Despeñaperros. El aparato la había aupado a ella y no a otra persona. Felipe González abrió la veda señalándola con su aún dedo omnipotente en el partido. Una amplia representación de la baronía territorial también secundó el dictado supremo de manera displicente en algunos casos y otros sin dudarlo un instante.

A partir de ahí el engranaje del aparato comenzó a funcionar con precisión de relojería suiza.

La evidencia de que todo estaba bien engrasado fue primero el acto convocado en Madrid por el presidente de la FEMP y alcalde de Vigo, Abel Caballero, donde reunió a varios miles de alcaldes, concejales y cargos orgánicos intermedios del partido.

Pero la verdadera prueba de fuego se produjo el 26 de marzo. Ese día, en el pabellón madrileño de Ifema, unos 7.000 socialistas aplaudieron la presentación oficial de la candidata. Allí estaban dos ex presidentes del Gobierno, varios presidentes autonómicos, otros tantos barones territoriales del partido, un sinfín de alcaldes y concejales. Y también militantes, claro.

Fue la última vez que Díaz notó el calor abrasador de los suyos de forma incontestable. La mayoría de sus mítines y actos de campaña se han saldado con audiencias reducidas de unos pocos cientos de personas allá por donde pasaba, con picos algo más altos cuando el acto estaba convocado en Andalucía. El desapego de los militantes lo ha notado de forma más notable cuando salía de su feudo natural. Los resultados por comunidades en la recogida de avales así lo evidencian.

Desde que la candidatura de Susana Díaz quedara boquiabierta cuando supo que la de Pedro Sánchez le seguía los talones tras la recogida de avales, este rictus no se ha movido un ápice y el shock producido se ha mantenido a un nivel alto desde entonces. Y eso que Díaz ha multiplicado sus apariciones públicas sobre todo en medios de comunicación radiotelevisivos.

Llega a este día del debate cara a cara con Sánchez con una calculada estrategia ‘buenista’ de su candidatura, alegando que nunca haría daño a un compañero, como sí cree que lo están haciendo “otros”. También llega sin que nadie en el PSOE sepa concretamente qué partido quiere hacer a partir del 18 de junio cuando se celebre el congreso. Aunque sus mensajes en el problema territorial con Cataluña, por ejemplo, han dejado claro que su forma de entender la izquierda en bien diferente a como la entiende su principal adversario.

Y en cuanto a su carácter eminentemente “ganador”, como no se cansa de propalar cuando habla de ella y del PSOE que ella quiere “hilvanar”, no promociona que ella gobierna en Andalucía con apoyo de un partido de corte liberal como es Ciudadanos y después de haber obtenido en 2015 el peor resultado para el PSOE en unas elecciones autonómicas.

Así llegan los tres candidatos que pelean por sacar al PSOE del hoyo en que todos los augurios europeos lo colocan más pronto que tarde. ¿Quién asumirá el reto finalmente?

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