Si se hace el cálculo de los diferentes tipos de incubación del coronavirus, resulta que la presidenta de la Comunidad de Madrid se contagió en el evento multitudinario e internacional Libertycon. Personas llegadas de todo el mundo, sin saber si estaban contagiadas o salieron con el bicho dentro, discutiendo sobre la privatización de la sanidad en Europa; sobre acabar con el Estado reduciéndolo simplemente a las funciones represora y política; sobre dejar al mercado completamente libre, sin fronteras, sin impedimentos; sobre quitar los derechos laborales de todas las personas y que si reciben salarios de miseria toda la culpa recaiga en la persona; sobre quitar la mayoría de impuestos a las rentas altas; y así para acabar con lo que denominan dictadura socialdemócrata afirmando que ellas y ellos son los verdaderos liberales y, por ende, no tienen ideología. Una idea que desarrolló Raymond Aron, pensador francés defensor de las libertades, pero que hoy le espantaría en lo que se ha transformado. En términos menos sofisticados, aquella reunión fue un aquelarre anarcocapitalista con personas llegadas de todo el mundo.

Lo normal es que allí se contagiase Isabel Díaz Ayuso pues, como insisten desde el PP y la caverna, justo esos días fueron los culpables de todos los males que nos han llegado. Esos días se produjo la expansión pandémica, esa colectivización de las almas que tanto preocupa a la presidenta. Allí afirmó que “la batalla permanente por la libertad la vamos a ganar, porque contamos con la fuerza que da la verdad y porque no tenemos que escondernos ni inventar nada nuevo”. La realidad es que sí inventan cosas nuevas. El problema es que en efecto no son ideológicas (para eso tienen la ideología dominante) sino bulos, mentiras e insidias. Si el 8-M había un tremendo peligro, el 6-M es de suponer que también. De hecho, las mentiras del equipo de Díaz Ayuso insisten en que avisaron al Gobierno de lo peligroso que eran las concentraciones pero cabe preguntarse ¿por qué acudió la presidenta madrileña a la Libertycon si sabía que las concentraciones eran malas?, ¿por qué se expuso personalmente, como se ha visto, al contagio si sabía que se podía producir?, ¿por qué no suspendió, pues era su propia responsabilidad, esa reunión  de miles de personas llegadas de toda Europa si sabía que la pandemia estaba ya aquí?

Evidentemente no dijo nada, ni hizo nada porque no tenía ni idea en esos momentos y no iba a perder la oportunidad de darse un baño de marketing en una reunión internacional con todos los minarquistas. Esos mismos que estos días claman por un Estado fuerte y una sanidad con todos los medios posibles. Díaz Ayuso se acoge al uso del término libertad (tiene a algún anarcocapitalista como Jorge Vilches detrás haciéndole los discursos), pide que el Estado sea mínimo (con muchas banderas y mucha nación, lo que no deja de ser contradictorio con los postulados liberales como bien expresó el historiador Elie Kedourie), pero en los momentos cruciales señala a ese Estado como culpable de haber causado una pandemia. Las libertades personales (entre las que se incluyen la de expresión y manifestación, aunque ésta en el PP gusta menos y por eso legisló la Ley mordaza) que tanto defienden deberían haber sido eliminadas pero sólo con las cosas de los “rojos”. Ni el fútbol (diputadas del PP acudieron a ver al Rayo Vallecano), ni el Congreso de Vox (la extrema derecha ha tenido la decencia de disculparse al menos), ni la reunión de los anarcocapitalistas aparecen en sus quejas.

La realidad es que las posibilidades de infectarse en la Libertycon de Díaz Ayuso son las mismas que las de cincuenta mil españoles de hacerlo en las del 8-M. De hecho igual hay más probabilidades en el caso de la presidenta. Sin datos objetivos, sin datos concretos de personas concretas, no se puede saber realmente nada que no vaya más allá de la especulación. Si se hace de Capitán A Posteriori para las manifestaciones del 8-M, también se puede hacer del aquelarre ultraliberal donde se pudo infectar Díaz Ayuso. ¿Pruebas? Ninguna. De hecho, al ser un acto internacional, la reunión de los ultraliberales pudo, incluso, ser más expendedora del virus. Lo peor de todo es que el nivel de la dirigencia política es tan bajo, tan malo, tan reducido a lo puramente espectacular, que este tipo de debates son los que se hacen centrales. Que si unos han provocados los muertos o que si otros lo sabían todo. Y quitando a Antonio Saceda y Francisco Arnau, más algunos médicos, ni dios sabía lo que podía pasar. Díaz Ayuso afirma que está en posesión de la verdad, esa verdad que ha encontrado al salir de una cueva colectivista y nos la quiere trasmitir, el problema es que más bien de donde ha salido es de una burocracia del partido que más dicterios y mentiras ha utilizado a lo largo de la historia. En los tiempos de la política espectáculo, por tanto de la negación de lo real en favor de las sombras (justo lo que pasaba en la caverna platónica), personajes como Díaz Ayuso y otros tienen mando en plaza institucional. Eso sí que debería aterrar a la población. Y en esto cada cual que mire al partido que desee y le apetezca.

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