Lenin escribió, con toda la mala leche con la que pudo, una crítica terrible contra el izquierdismo que había en muchos de los partidos comunistas que se iban constituyendo al abur de la revolución rusa. La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo era su título. En la actualidad el izquierdismo hace su aparición como consecuencia de la experiencia de la independencia catalana y vuelve a mostrar que, como en su momento criticaba Lenin, hay mucho infantilismo izquierdista en las propuestas de esa izquierda obnubilada ante lo que allí acontece.

Frente a un PP y su calco naranja, Ciudadanos, que defienden una idea de España, atrasada, reaccionaria y totalitaria, gran parte de la izquierda, olvidando su seña internacionalista, se ha lanzado a defender el derecho de autodeterminación (utilizando el eufemismo del derecho a decidir) y a pasar por encima de las leyes en su lucha contra un Gobierno corrupto, austericida, vendido a la facción dominante del bloque en el poder (la clase financiera). Esas mismas leyes, que mal que bien protegen los pocos derechos que les quedan a las clases populares, no son nada si se piensa que hay que derribar al gobierno por todas las vías.

Derecho de autodeterminación.

Desde finales de los años 1960s, la izquierda ha utilizado el derecho de autodeterminación como lanza contra el franquismo, contra la idea de España imperial, contra la idea de España como destino común, en una actitud que realmente no sentían como propia, sino como estrategia mutilante de un relato que se había inoculado en el inconsciente colectivo español. Las izquierdas en España, salvo excepciones, siempre han defendido el federalismo y la disolución de lo nacional en otros parámetros diferentes (clase, progreso, etc.). Cuando todo el mundo sabía que el derecho de autodeterminación fue utilizado tanto desde la derecha, los EEUU de Wilson para disolver los Imperios europeos y constituirse ellos como el Imperio, como desde el comunismo para disolver esos mismos imperios europeos y construir estados prosoviéticos. Se avivaron los nacionalismos en esos países oprimidos para derribar Imperios y construir otros Imperios.

Actualmente, el izquierdismo ha vuelto a retomar el derecho de autodeterminación como lanza de batalla contra la ola neoliberal, globalizadora y conservadora (sí, todo a la vez), pero no porque apoye una clara defensa de esos “derechos identitarios” en sí, sino como estrategia para otros fines. En el caso catalán, se prefiere utilizar el eufemismo derecho a decidir, lo que conlleva una enorme contradicción. Decidir casi nadie puede, desde un individuo a una clase social, por sí por las numerosas constricciones sistémicas. Sólo con ver la salida de empresas de Cataluña se ve que el derecho a decidir quedaría en muchos aspectos condicionado.

Pero es que, además, no se explica correctamente lo que significa en cada caso. En Podemos defienden ese derecho claramente como una posibilidad de independencia de Cataluña. Aunque ellos desearían, como ha declarado en numerosas ocasiones Ada Colau, una república independiente coaligada a España. Vamos una especie de Estado libre asociado. Desde el PSOE, el derecho a decidir lo defiende con fiereza José Antonio Pérez Tapias, pero no significa derecho a independizarse, sino algo mucho más irrisorio. Los catalanes tienen el derecho a decidir si se quedan o si se van. Si decidiesen irse tendrían que volver a votar en un referéndum de autodeterminación. Así se puede entrar en un bucle de decidir sí y no a la vez. La característica, que expone en sus escritos, es que en el primer caso se les daría una alternativa a quedarse y en la segunda sería sí o no. Y ¿por qué no se expone el dilema en un primer paso y así se ahorran decisiones sobre decisiones? Ya que podría darse el caso de rechazar la alternativa y rechazar irse con lo que el conflicto no se resolvería.

Pero ¿es el derecho de autodeterminación de los pueblos/naciones de izquierdas? No. Hay millones de liberales en el Mundo que lo apoyan. Como millones de buenistas. Como millones de nacionalistas. Pero ninguno de esos casos suponen hacerlo en el sentido progresista de la historia. Lo hacen por cuestiones ética o estratégicas. A la izquierda qué más le da que existan más o menos naciones. La izquierda desea que no haya explotación en sus diversas manifestaciones. Pero queda muy bien defender ese derecho como algo izquierdista y no como algo racional y justo, que sería otra cosa.

Naciones oprimidas

Todo este dilema viene determinado porque se considera que las naciones que componen el Estado español están oprimidas, especialmente por otra nación. Hasta el momento no habrán podido leer ninguna definición de nación por parte de todos los izquierdistas. Igual ni se lo han planteado y no hace falta para defender, bajo el izquierdismo, la nación catalana (o la gallega). Si se consideran oprimidas hay que defenderlas, sin importar cómo son esas naciones que se defienden. Sí, porque la forma de la nación importa.

Se critica que la nación española es aberrante, reaccionaria, imperial y todas las cosas que se desean como malas. La nación española es conservadora y ya. No se valora que el sentimiento nacional es diverso entre los y las que se califican como españoles y españolas. La “nación España” es totalizante, en el sentido de que intenta ocupar todas las esferas de la vida. Algo que en España es completamente falso. En cambio, la “nación catalana” supone un aire de libertad al luchar contra la opresión de las hordas conservadoras del PP. Por eso los izquierdistas intentan vaciar de contenido la “nación España” para dotar de todo contenido la “nación Cataluña”. Sin embargo, no se percatan que esa nación “oprimida” es tan totalitaria o más que la nación que están vaciando. La nación Cataluña es reaccionaria, etnicista y totalitaria, porque esta sí pretende ocupar todos los espacios sociales con su nación. Sin permitir a las personas optar.

Es más, como expone Pérez Tapias en su libro Invitación al federalismo, España como nación debe ser entendida de manera laxa y sin una territorialización clara, sino como algo difuso e incluyente. Eso sí, las “otras naciones” pueden ser tan fuertes e implantadas territorialmente como se niega a la primera. De tal forma, como comparten desde Podemos, que España como nación deja de existir incluso para los españoles. Las españolas y españoles deben renunciar a su identidad como nación para acomodar a las demás naciones. O eso dan a entender.

Y no se quedan en eso. Al establecer la “nación Cataluña” en un territorio concreto, se niega que pueda haber otras formas identitarias en ese territorio. Quiebran el Estado-nación general, pero establecen Estados-nación menores. Por tanto no resuelven lo que podría ser aceptable desde una perspectiva de izquierdas. Acabar con los Estados-nación burgueses y del capital y conformar otro tipo de Estados sobre bases fraternales. Y el federalismo es esa solución, siempre y cuando no se permita la creación de esos Estados-nación burgueses menores. Y, desde ese izquierdismo, eso es lo que se alienta. Porque como bien describió Ernest Gellner, las naciones son producto del desarrollo capitalista, bien como afirmación burguesa, bien como reacción.

Más contradicciones

Artículo 155. Los izquierdistas se han negado a su aplicación porque suponía quitar el autogobierno como Comunidad Autónoma a Cataluña. Es más defienden al Govern legítimo como único con capacidad de convocar elecciones. Eso sí, todos se presentan a ellas. Primera contradicción. Incluso dentro del PSC la aplicación del 155, en algunos casos, se ha visto como el gran mal del centralismo del PP. Que el PP sea centralista, y mucho más Ciudadanos que siempre queda obviado en los análisis, no es nuevo. Pero tampoco se puede sostener que el Govern haga lo que quiera, incluso proclamar la independencia, saltándose las leyes y obviando al 65% de la población. No es que se quite el autogobierno, sino que se cesa a unos cafres políticos. Lo cual es bien distinto. En el momento en que hay elecciones, ya hay vuelta al autogobierno.

La defensa del “Govern legítimo”, como han hecho todos los izquierdistas, supone no respetar a la gran mayoría de la ciudadanía catalana. Toda esa, así sea fascistoide, que está quedando fuera de la decisión de unos y otros. Parece que, para los izquierdistas, todos los catalanes son nacionalistas, en mayor o menor grado, y que no existen españoles, regionalistas o gente sin identidad nacional definida. El izquierdismo, con su infantilismo ideológico y teórico, sólo ve un gobierno y un pueblo, cuando la ciudadanía catalana ni se ve reflejada en ese Govern, ni es mono-identitaria. Es plural y desea que esa pluralidad se respete. Y eso el izquierdismo, volcándose en un solo lado, no lo percibe ni defiende.

Políticos presos/presos políticos. La última estupidez del izquierdismo es proclamar que los ex-consellers presos lo son por sus ideas políticas y no por las barrabasadas que vienen cometiendo. Parece que para el izquierdismo saltarse la constitución y el propio Estatut es lo normal y no debe tener consecuencias. Seguramente no dirían lo mismo si unos fascistas declarasen la independencia de Asturias, por ejemplo. Ahí pedirían mano dura con los insurgentes. Pero no hay nada como tener una lucha, como la que tuvieron al final del franquismo, para sentir que se está disolviendo, o desconstituyendo, el “régimen del 78”, una dictadura escondida dominada por los hijos del franquismo. Por tanto, negar la realidad de la vulneración de las leyes no importa. Es mejor esa negación que perder la oportunidad de una lucha contra el régimen.

Pero esta lucha tiene una contradicción enorme para la izquierda, se acaba apoyando a la burguesía catalana. Porque eso es lo que hacen, apoyar una ilusión burguesa y una nación burguesa, ya que la clase trabajadora, las clases subalternas o las clases populares no son independentistas. Es más, pensar lo catalán como vía de la revolución es estúpido e infantil. La clase trabajadora seguirá siendo explotada, seguirá siendo una clase extractiva, seguirá siendo parte de los parias de la Tierra. No nos engañemos, tanto el PDeCAT como ERC, y en parte las CUP, no dejan de ser los hijos e hijas de la burguesía y las clases directivas de la Cataluña empresarial. Claro que no hay nada más contradictorio que las CUP que se dicen anarquistas y son nacionalistas que apoyan a burgueses, a la casta del 3%.

Apoyo a la huelga general. Pero si hay una circunstancia que es repugnante para la izquierda es el apoyo, soterrado en algunos casos, y directamente en otros de la Huelga General convocada para pedir la libertad del ex-Govern. Toda huelga es política en sí como parte de la lucha de clases. Como lo son los convenios colectivos y otras tantas cuestiones laborales. Pero una huelga política para cuestiones identitarias y sobre presos que han vulnerado la ley, guste más o menos esa ley, no es una huelga. Utilizar a la clase trabajadora para fines ajenos a esa clase supone otra de las muestras de ese izquierdismo que atenaza a parte de la izquierda. Es diluir lo que es un instrumento de clase en una lucha de la burguesía y la casta del 3%. Alguien de izquierdas puede apoyar un paro pero jamás una huelga de carácter identitario. Porque se pide la libertad, no por haber sido encarcelados por sus ideas, sino porque han hecho de su capa un sayo y haberse saltado todas las reglas del juego.

Porque esa es otra contradicción que no entienden los izquierdistas, la Constitución con todas sus fallas y mejoras, marca las reglas del juego que todos y todas hemos aceptado. Sólo cabe el camino de la reforma o, tener la valentía suficiente, de tomar el camino revolucionario. Pero afirmar que lo que es constitucional no es justo según me convenga o no, es izquierdismo barato. Si alguien se las salta paga por ello. Y si el PP es un partido corrupto habrá que echarle del poder por la vía judicial o electoral.

La pena es que un momento histórico para poder reclamar, no sólo derechos identitarios desde la razón, sino derechos sociales y una transformación social profunda, esté desperdiciándose por culpa del izquierdismo de unos cuantos. Síndrome de no haber luchado contra el franquismo, procesos identitarios mal entendidos, federalismo falso, derecho de autodeterminación sin sentido histórico, todo ello y más cosas acaban con una oportunidad de reformar socialmente la Constitución. Porque el bloque histórico que se podía haber logrado, de no insistir en los errores izquierdistas, hubiese permitido un cambio general de España. Ahora, todo quedará en lo que pasa en Cataluña. Porque los austericidas y los que han cambiado identidad por Sanidad son los mismos que han montado todo este jaleo, a uno y otro lado.

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