Las aplicaciones de mensajería instantánea, además de la función de comunicación en tiempo real que tienen, se están convirtiendo en una herramienta más utilizada por los maltratadores machistas.

El problema se encuentra en el hecho de que la gran mayoría de las víctimas no son conscientes de que se están convirtiendo en víctimas de delitos muy graves que, por desgracia, son la antesala para el maltrato o el acoso físico que alcanza su consecuencia más funesta con actos de terrorismo machista.

Esto ocurre sobre todo con las menores que, inoculadas del falso mito del «amor romántico» no tienen ningún inconveniente, incluso llegan a entregar a sus parejas las claves de acceso de sus redes sociales o de sus aplicaciones de mensajería sin darse cuenta de que le dan la herramienta al maltratador para poder tener un control total sobre ellas, para poder así manipularlas o bien encontrar información que dañen la reputación y autoestima de la víctima.

En un estudio publicado por la Asociación Stop Violencia de Género Digital se sacaron las siguientes conclusiones:

  • Un 48,94% de las mujeres se han sentido acosadas en alguna red social.
    • Un 42,55% indica que ha dado, cedido o revelado sus contraseñas de sus correos electrónicos o redes sociales a su pareja
    • Un 79,4% considera que la desigualdad de género en el ámbito digital provoca violencia
    • Un 47,4% indica que desconoce cómo reaccionar ante este tipo de delitos informáticos
    • Un 28,4% afirma que ha recibido insultos o amenazas de su pareja a través de algún medio digital

En Violencia de Género podemos definir el término Violencia de Género Digital como toda aquella agresión psicológica que realiza una persona través de las nuevas tecnologías como el correo electrónico, sistemas de mensajería como WhatsApp o redes sociales, contra su pareja o ex pareja de forma sostenida y repetida en el tiempo, con la única finalidad de discriminación, dominación y intromisión sin consentimiento a la privacidad de la víctima.

Hay que destacar que para que una acción sea catalogada como “ciberacoso o violencia de género digital” debe existir a través de las nuevas tecnologías y de forma reiterada, agresiones (amenazas, insultos, extorsiones, robos de contraseñas, suplantación de identidad, etc.) con la única finalidad de socavar la autoestima y la dignidad personal de la víctima, provocándole así una victimización psicológica, estrés emocional y rechazo social.

Como podemos comprobar, de este tipo de violencia virtual, del control absoluto de la vida de la mujer, a la violencia física hay una frontera muy pequeña. Según distintos estudios universitarios, un ciberdelincuente de género tiene una posibilidad muy elevada de convertirse en un maltratador e, incluso, en un asesino machista.

Al igual que ocurre con la violencia física, las mujeres que son acosadas o maltratadas a través de redes sociales o aplicaciones de mensajería, cuando dan el paso a denunciar se encuentran con la revictimización, ya que la mayoría no saben cómo reaccionar ni tomar las medidas y contramedidas necesarias para que las comunicaciones en sus redes sociales, teléfonos, tabletas u ordenadores, no sean intervenidos sin su consentimiento. La víctima tiene la sensación de vacío e impotencia ya que le toca demostrar ese ciberacoso mediante unas pruebas que desconoce cómo comprobar su veracidad y en los juzgados de violencia de género desconocen el tema.

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