Las declaraciones de María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, en las que afirmó que «Por tierra, mar y aire, las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil se encuentran donde haya que proteger los valores de la democracia y la Constitución, pero también la integridad y la soberanía de nuestro país». Toda una declaración de intenciones y fiesta en el soberanismo catalán.

Los independentistas catalanes y la extrema derecha española tienen una cosa en común: ambos quieren ver al Ejército desplegado por las ciudades catalanas y desfilando por la Diagonal de Barcelona. Es obvio que la razón de este deseo tiene diferentes raíces. Los ultras quieren ver a la Legión ocupando Catalunya para demostrar el poder del Estado sobre quienes se quieren salir del tiesto y atentan contra la España Una, Grande y Libre. Los independentistas desean que los uniformes del ejército español llenen las calles catalanas para convertirse en mártires y que una causa que no tiene legitimidad jurídica ni democrática gane simpatías fuera de nuestras fronteras.

La ministra de Defensa, con sus declaraciones, ha dado munición para fomentar ese victimismo. Esas declaraciones, realizadas en el día en que los secesionistas presentaban su Ley de Referéndum, son de una torpeza mayúscula porque alimentan precisamente la búsqueda del martirio. Nada haría más feliz a Puigdemont o a Junqueras que ver desfilar a un general de la Legión por la Avenida del Paralelo o por la Rambla de Girona.

Además de por la intransigencia natural del Partido Popular respecto a las distintas nacionalidades españolas, son declaraciones como las de María Dolores de Cospedal las que exaltan los ánimos de nacionalistas que están en la frontera de transformarse en independentistas. La historia así nos lo dice. No hay más que recordar lo ocurrido en 1934, cuando Lluis Companys declaró la independencia de Catalunya. Entonces gobernaba la confederación de partidos que fue el germen del actual Partido Popular, la CEDA de Gil Robles. A ese movimiento se unió hasta la conservadora Lliga Catalana que es el origen del PdCat. Lanzar amenazas veladas, como hizo la ministra de Defensa, no hace otra cosa que sacar de la indefinición a quienes se sienten catalanes pero que no quieren la independencia porque, ante la duda, esos indecisos se posicionarán con quienes presuntamente defienden los valores de Catalunya.

Por otro lado, esas declaraciones, por mucho que se hicieran en un acto castrense, enervarán a quienes, desde diferentes foros, no sólo desde la ultraderecha, están acusando a Rajoy de ser muy flojo con los catalanes.

La realidad es que todo el tema de la secesión le está viniendo muy bien al Partido Popular y al PdCat para que el foco mediático no se centre en exclusiva en los casos de corrupción que están siendo juzgados en la actualidad o en las distintas comisiones de investigación que están funcionando en diferentes instituciones parlamentarias. El nacionalismo español ya se encarga de sacar grandes titulares sobre la «rebelión» catalana y deja un espacio mínimo al desfile de altos cargos o de ex ministros del Partido Popular por la Audiencia Nacional. Lo mismo ocurre con los casos de corrupción juzgados de altos cargos y consellers de la antigua CiU.

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