Cualquier parecido entre lo ocurrido en la I Transición y ahora es mera coincidencia. Aunque a veces en épocas tan dispares se repiten ciertas historias, especialmente en el seno de una izquierda que se empeña en no corregir su cainismo.

¿Existe similitud entre el enfrentamiento de Enrique Curiel y Santiago Carrillo y el que ahora protagonizan Iñigo Errejón y Pablo Iglesias?

Debo aclarar que el orden de los protagonistas está señalado con intención política clara.

Desde luego la potencia intelectual y política de los primeros resulta infinitamente superior a los segundos, pero en ambas contiendas que parecían personales pero no lo eran, subyace la misma confrontación entre dos modelos de izquierda, el que se empeña en permanecer anclada en lo ya establecido y el que pretende innovarse, reciclarse y adaptarse a un nuevo tiempo.

A finales de los 80 Curiel en el seno del PCE consideraba que su ciclo estaba acabado, que el papel fundamental que tuvo en la lucha anti franquista y en el inicio de la democracia había acabado.

Se adelantó al tiempo de la izquierda y acuñó una propuesta referida a lo que se debía hacer, que ahora incluso copia el PP pero adaptada a la derecha.

Considerar al PSOE como la “Casa común de la izquierda”, teorizarlo a través de los documentos que salieron de la Asamblea de la Fundación Europa celebrada en el Ateneo de Madrid en 1990, fue su aportación al fortalecimiento de esa izquierda que empezaba a dar síntomas de agotamiento, debido especialmente a su lucha cainita.

Fue considerado, él y quienes le apoyamos, como traidor y vendido al poder. Nada más alejado de la realidad, porque lo que hizo, su decisión de abandonar un PCE agotado y caduco sirvió para fortalecer la izquierda y mantenerla en el poder unos años más.

Esa parte de la historia de la izquierda quedó oculta, injustamente olvidada, quizás porque desde el aparato del socialismo español se vio con recelo y temor. Llegaban un grupo pequeño pero potente de militantes forjados en el acero de la lucha, ideológicamente formados, intelectualmente de una altura que en aquellos instantes no existían en su seno.

Siempre fuimos considerados del PCE, por muchos años de militancia que tuviéramos y así Enrique y el resto acabamos siendo ninguneados y marginados, fruto de ese espíritu decadente de los mediocres celosos.

Ahora le toca a Iñigo Errejón ser el visionario, el que se anticipa al tiempo que nos viene y ya se sabe que el que va delante es quien se lleva todos los golpes, especialmente en partidos de culto a un líder que va alejándose de la realidad, impregnados de espíritu estalinista.

Le pasó al PCE, también en cierta medida al PSOE y ahora le toca a Podemos. Solo cabría desear que la izquierda por fin sea capaz de aprender de los errores del pasado y no vuelva a suceder lo de aquel momento de nuestra historia.

Iñigo Errejón es un activo de esa izquierda en peligro, como lo es en el otro lado José Antonio Pérez Tapias, activos que tanto el PSOE como Podemos deberían proteger y cuidar, porque no abundan. Siempre teniendo como visión estratégica la necesaria confluencia de la izquierda.

Quizás la época del concepto acuñado por Enrique para el PSOE, “Casa común de la izquierda”, por su propios errores al no ser capaz de acoger con respeto las diferentes sensibilidades que debieran convivir en su seno, ya no tenga validez.

Pero sí el espíritu de aquella propuesta, en la idea de construir una especie de lugar común en el que la pluralidad existente, tanto en la centralidad como en la periferia, pudiera resultar fortalecedora desde el respeto y el deseo de confluencia.

En el futuro próximo nos acechan grandes peligros, la derecha extrema y la extrema derecha nos han demostrado que son capaces de todo y desde luego de entenderse para acceder al poder y arrasar con las propuestas progresistas.

Curiel a finales de los 80 y Pérez Tapias y Errejón ahora nos marcan el camino a seguir. El acuerdo para los presupuestos de hace unas semanas debe ser el camino a seguir. Comunicación, respeto, diálogo, síntesis, puntos de encuentro entre las diferentes izquierdas, del centro y de la periferia. Ese acuerdo nos ha demostrado que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.

Dejando “pelos en la gatera”, con audacia, imaginación y generosidad. Ese senda nos la marcó Curiel, nos la marca ahora Errejón, quizás sea nuestra última oportunidad de supervivencia.

En los próximos meses nos vienen procesos electorales. No olvidemos en esas campañas quienes son nuestros verdaderos enemigos, con quienes nos confrontamos ideológica y éticamente.

Cuidemos a esa izquierda, incluso desde el cuidado de nuestros oponentes en su seno. Porque cada herida que infringimos desde el PSOE a Podemos y viceversa provoca una sangría para toda la izquierda.

Veremos………

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