Que no le guste el posible Gobierno de Coalición a Alfonso Guerra, cuando en su tiempo de actividad política era el defensor de los descamisados, parece que tiene un profundo sentido ideológico. Se ha derechizado tanto que hasta la Ley contra la Violencia de Género le parece injusta con el hombre. Obnubilado por la bandera de España (seguro que se envuelve en ella mientras lee a Kavafis y escucha a Mahler), olvidado el socialismo, el otrora poderoso vicetodo está acabando sus días de presencia en este mar de lágrimas siendo alabado y ponderado por la ultraderecha franquista. No hay día en que, aprovechando esta o aquella pregunta de algún medio de comunicación, Guerra ofrezca alguna disquisición, la cual es verbalizada y aplaudida por toda la caverna mediática y toda la derecha política y social.

Si fuese otro político, tipo Corcuera, se podría pensar que producto de su carencia de sentido común y deseo de publicidad cae en las garras de los medios de comunicación (el 90% de derechas). Siendo Guerra, que no es para nada un estólido, la carga de la prueba recae completamente en él. Sabe que lo que va a decir es antagónico a lo que defiende la izquierda y que gustará en la derecha, por lo que sólo se puede pensar que lo hace adrede. Se cree un santón de la democracia española y debe pensar que todos los demás deberían seguir sus juicios y opiniones al pie de la letra. Defiende como nadie el sistema global, incluido el capitalismo (de amiguetes como el practicado por su hermano Juan o el que sea). Dejó hace tiempo de ser socialdemócrata (nunca fue socialista salvo en lo estético) y ahora no es más que un nacionalista del sistema al que le da igual lo social como bien muestra en el discurso que las redes de Vox han difundido ampliamente.

La anécdota (que pueden ver en el video adjunto al tuit de arriba) sobre el proceso de legislación de la Ley contra la Violencia de Género no es más que la expresión de un machirulismo jurídico pues sabe y es consciente de que, como dijo el Tribunal Constitucional, no era aplicar distinta pena para el mismo delito, sino añadir una serie de agravantes como sucede en muchísimo delitos no relativos a la violencia machista. Lo sabe pero, infectado del virus patriarcal, tiene que hacer la gracia con un tema grave, que supone lanzar un torpedo a la línea de flotación de la izquierda y el feminismo, y que supone dotar de argumentos al discurso machista de la formación ultraderechista y todos los grupos católicos que están atacando la legislación. Que Guerra sea machista es lógico por una cuestión de edad, no es incomprensible, pero que alguien que se vanagloria de su intelectualidad y su posición de izquierdas diga eso, o bien no es tan intelectual o tan de izquierdas, o bien se ha transformado en un ente de la derecha más franquista. Y luego está la presión recibida como algo negativo cuando, si se es demócrata, asume esa presión de la sociedad civil. Es lo que tiene pasar de mover la línea y sacar a personas de las fotos, a sólo ser agasajado por la derecha.

Iván Espinosa de los Monteros, más conocido como “el chapuzas”, ha salido inmediatamente a las redes sociales para utilizar la imagen de Guerra como fundamento teocrático de su discurso contra la violencia machista. Contentos en Vox porque una persona que se dice de izquierdas apoye sus argumentos, en una especie de remedo falangista pero ordoliberal en lo económico. Debería preguntarse Alfonso Guerra por este apoyo de los neofascistas y pensar sobre si está en lo cierto o simplemente ha evolucionado (en su caso más bien habría que hablar de involución) hacia posiciones derechosas. No lo hará porque, como se dijo, entiende su persona como la de un eremita que sale de vez en cuando de su gruta para aleccionar a los seres humanos. Una especie de Zaratustra hispánico que no camina sino levita al estar entre los demás mortales, los cuales deben escucharle con atención pues cada una de sus palabras están dotadas de la única verdad posible. Mientras piensa eso, la extrema derecha española saliva de placer al ver que las momias del PSOE les están haciendo el juego entre la clase trabajadora. Si miran el tuit del dirigente ultraderechista donde pregunta si Guerra es facha… igual hay que leerlo como afirmación.

Sí, porque Guerra, González, Rodríguez Ibarra, Leguina y demás fantasmagorías del PSOE están promoviendo que la clase trabajadora vea con ojos distintos a los neofascistas. Sus discursos similares y tendentes a lo mismo, comer bandera y seguir explotados por sus amigos capitalistas, entrañan un grave peligro para la izquierda que dicen defender. No sólo hacen daño al PSOE, a Podemos o a Izquierda Unida sino que permiten a la derecha cavernaria (mediática y política) justificar su discurso en esta lucha de clases que se está planteando en el país. No es cuestión de mal envejecer, que también, porque hay personas de su quinta que salen a defender las pensiones, a manifestarse junto a generaciones más jóvenes en la lucha por los derechos sociales y laborales, sino de ser agentes del capital introducidos en la franja izquierda con la clara intención de genera una disputa inexistente. Tras la derrota de Felipe González tras intentar establecer un cordón  frente a Unidas Podemos, sale Guerra a acabar con el feminismo (a pesar de que las mujeres juristas que elaboraron la ley sabían perfectamente como presentarla). Ambos aplaudidos y citados por el PP y la ultraderecha, por cierto. Acabar con los dos pilares de la clase trabajadora (el ecosocialismo y el feminismo) es lo que pretenden estas momias gatopardistas cuyo momento de gloria acabó hace tiempo. No es que quieran dar consejos, es que quieren imponer la estrategia de la clase dominante, aunque sea la misma que la de Vox. La conclusión es que ni fueron socialistas, ni lo pueden seguir siendo. Pequeños burgueses que lucharon contra el franquismo por estética, ni por conciencia, ni por ética.

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