El Fondo Kati lo constituye una colección de manuscritos que tiene su origen en la que trajera en 1468, a la Curva del río Níger, el toledano Alí ben Ziyad.

Alí ben Ziyad provenía de una familia hispano-goda conversa al Islam, los Banu l’Quti, que significa godo, cuya derivación fonética derivó en el vocablo Kati.

A mitad del siglo XIV vemos en la ciudad de Toledo a uno de los descendientes de la familia Quti, Alí ben Ziyad, dedicado al negocio de las hospederías y al comercio, al tiempo que era un consumado bibliófilo. Ismael Diadié Haidara retrotrae el origen de esta familia a la estirpe del rey visigodo Witiza, una de cuyas ramas se convirtió al Islam.

Eran unos años en Castilla en que las guerras civiles entre el rey Enrique IV y sus hermanastros Alfonso e Isabel presidían la vida política del reino, situación que lógicamente se trasladó a Toledo, en la que la incipiente intolerancia religiosa originó sucesos como el incendio de la Magdalena, en los que la misma catedral se vio inmersa.

En este contexto, la convivencia, que siglos atrás había sido ejemplar entre cristianos y conversos, se hizo muy tensa, siendo expulsados muchos de ellos de la ciudad, prefiriendo algunos exiliarse voluntariamente, como fue el caso de Alí ben Ziyad al-Quti.

Alí salió de Toledo a finales de 1467 o a principios de 1468, dirigiéndose en primer lugar hacia Sevilla y el reino de Granada, visitando poblaciones como Cúllar, Salobreña, Almería y la misma Granada. Después, partió hacia Marruecos, teniéndose constancia que visitó Ceuta, Kenitra, Katanat, Asadat, Maquila o Fez, desde donde se trasladó a Sijilmasa para dirigirse al África negra, aposentándose en la ciudad de Gumbu, perteneciente al antiguo reino de Wagadú, germen del imperio de Ghana.

Alí ben Ziyad partió hacia la Curva del Níger con una incipiente colección de manuscritos, unos trescientos, cantidad que pronto aumentaría con nuevas adquisiciones, algunas de las cuales fueron facilitadas por su incorporación a la familia imperial del Shongai.

Efectivamente, tenemos documentada su primera adquisición de un manuscrito el 22 de julio de 1468, en el oasis del Tuat, concretamente una biografía del Profeta, el Kitab as_Shifa, de Iyad al-Andalusí, de Ceuta, compra a la que siguieron nuevas adquisiciones, en parte debido, como se ha dicho antes, a su nueva situación familiar.

Y es que Alí, al poco de llegar a Gumbu, se casó con Khadija, sobrina del emperador Sonni Ali Ber, el Grande, y hermana mayor del futuro emperador Askia Muhammad, por lo que emparentó con la familia imperial del Shongai, lo que obviamente le permitió aumentar su biblioteca, acrecentada por sus descendientes, como su hijo Mahmud Kati, el primer Kati africano y  padre de la historiografía africana.

La biblioteca de los Kati, siempre en propiedad de la familia, tuvo que ser dispersada ante la toma de Tombuctú en 1833 por los peules de Macina, que impusieron un estado teocrático en la región.

Ya en el siglo XX, en los años ochenta, Amadú Diadié Haidara y su hijo Ismael lograron agrupar la mayoría de los manuscritos dispersos por distintos lugares de la Curva del Níger, especialmente en Tindirma, Kirshamba y Gundam, albergándolos en la biblioteca andalusí de Tombuctú, llamada  “José Ángel Valente”, que construyera la Junta de Andalucía en 2003.

En el Repertorio general de manuscritos de Fondo Kati, publicado en 2012 por el Fondo Kati en la obra titulada “Les Trésors cachés de Tombouctou”, aparecen inventariados 12.657 manuscritos.

De estos manuscritos, 1.102 de ellos aparecen con notas marginales, en total 7.126, con algunas de las cuales la Fundación Kati está trabajando, traduciéndolas y publicándolas, en tanto que constituyen un legado histórico de suma importancia.

La mayoría de los manuscritos están escritos en árabe, castellano antiguo aljamiado y hebreo, y versan sobre diferentes materias, como de teología, medicina, astronomía, filosofía, derecho, poesía, historia, cartas intercambiadas entre los Askia y otros reyes árabes, documentos administrativos…

Entre las obras que integran el Fondo cabe destacar el Tarikh el-Fettach, obra atribuida a Mahmud Kati, pero más bien una obra colectiva que inició él mismo y continuaron sus descendientes, hasta concluir en 1665 con las aportaciones de su nieto Ibn al-Mukhtar. Esta importante obra, que en vano intentaron conseguir los franceses cuando entraron en la ciudad en 1893, es una crónica de los grandes imperios negros de Ghana, Mali y el Songhai, además de la aniquilación de los judíos de la región o de la conquista de Yuder Pachá. Igualmente, es de destacar una antología sobre  el arquitecto es-Saheli, de Alí-Gao.

Lamentablemente, el Fondo Kati volvió a dispersarse en abril de 2012, para poder preservarlo, cuando los yihadistas entraron en la ciudad.

La Fundación Kati, presidida por Ismael Diadié Haidara, tiene el objetivo fundamental de preservar este importante patrimonio y darlo a conocer. Entre sus páginas podemos descubrir aspectos muy importantes de nuestra historia, de la española y la andaluza, hecho éste por si sólo merecedor de la alta valoración que merece la conservación y puesta en valor de este patrimonio de la Humanidad.

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