Las bases del PSOE y buena parte de la dirigencia y cuadros intermedios se han lanzado a defender a la vicepresidenta primera del Gobierno de España de los ataques recibidos desde Podemos y sus satélites mediáticos. Carmen Calvo ha sido tomada como esa muñeca a la que se pueden dar golpes porque se saben protegidos por el camarlengo monclovita, Iván Redondo. Que Podemos utilice a Alberto Garzón para esas cosas, así la prensa afín puede vender que conserva su independencia crítica, no quiere decir que la vicepresidenta pueda ser utilizada de esa manera. Al menos así lo han entendido desde las bases del PSOE que se han lanzado a defenderla con toda la fiereza y razón. Incluso algunas baronías regionales han torcido el gesto cuando han visto el procedimiento utilizado desde dentro de Moncloa para intentar calmar las aguas. De momento callan de puertas para afuera pero la guardan, no como patriotismo de partido (que sería legítimo), sino porque ésta es sólo la primera de muchas que vendrán y, a lo mejor, ya no se tragan.

Adriana Lastra lanzó la primera andanada señalando que los ministerios del PSOE eran tan feministas, o más, que los de Podemos. Una advertencia que no ha sentado bien entre quienes se piensan que tienen la verdad siempre de su parte, mientras que en el PSOE bastante tienen con tener la suerte de haber sido elegidos para formar parte del Gobierno con semejantes seres inmaculados y dotados de una suerte de divinidad. Como se han creído que el lenguaje es performativo, esto es, que al pronunciar las palabras lo dicho se transforma en acción verdadera, todo lo que propongan para legislar contiene esa verdad inmutable. Esto se lo creen porque siguen a pies juntillas todo lo que dice la diosa de lo queer Judith Butler, esa misma que está detrás del transfeminismo, de lo queer, que es la base del feminismo podemita. Algo que choca frontalmente con el feminismo, entre otras cosas, porque el transfeminismo niega el sujeto mujer. La condición mujer ni es biológica, ni ella determina el rol social asignado por el patriarcado, lo que en términos normales es la alienación, la explotación y la sumisión de la mujer al hombre durante siglos. Para Podemos ser mujer es una elección de autodeterminación individual (¡qué guay es colar a Kant!) y si un ser humano, que genéticamente es hombre, mantiene su barba de leñador y va presumiendo de un pene de 25 centímetros, pero afirma ser mujer es mujer. Se podría seguir con diversos ejemplos de este tipo pero carecen de importancia analítica. Lo importante es que el supuesto feminismo de Podemos, que es donde está el quid de la cuestión, elimina al sujeto mujer. Y al eliminar el sujeto acaba disolviendo el feminismo en una especie de happening o fiesta de lo diverso.

No era problema la ley de agresiones sexuales, más allá de la incapacidad de redactarla, sino el fondo que hay detrás de ella y lo que se quiere hacer con el ministerio de Igualdad. No es un cabreo porque le hayan quitado ese ministerio al PSOE; no es una batalla por el liderazgo del feminismo (eso supondría no haber entendido la sororidad, que en algunos sitios no lo han hecho y lo ha señalado Marcela Lagarde en alguna ocasión); sino una lucha por el feminismo en sí y su potencial transformador. Para Calvo, como para la mayoría de las feministas del PSOE e intelectuales feministas (como Alicia Miyares), el patriarcado tiene una especial correlación con el capitalismo y por ello la lucha por el feminismo está imbricada, no de forma subalterna, en la lucha de clases. Eso lo dijo claramente Calvo no hace muchas fechas en una charla en Alcorcón. Esto no lo asumen en Podemos, entre otras cuestiones porque niegan la existencia de la lucha de clases en sí, sino que son más de las cadenas de equivalencias, de sumar apoyos de todos los enfadados del mundo para que el líder supremo consiga cambiar las cosas, sin necesidad de tocar las estructuras. A esto se niegan las feministas socialistas que, siendo conscientes de la complejidad de la transformación del capitalismo en su última mutación, entienden que mediante el reformismo siempre se avanza sin necesidad de esperar la llegada de un guía.

La disputa no es por la pérdida o no de un ministerio, como viene alentando Antonio Maestre, por ejemplo,  sino por algo más profundo, algo que afecta al movimiento feminista y a la clase trabajadora. Todas las elucubraciones del ministerio de Igualdad son perfectamente asumibles por el sistema, no le suponen ningún tipo de problema, es tan adaptable que las incorpora como signo de los tiempos. Ahí tienen a Cayetana Álvarez de Toledo defendiendo el feminismo amazónico de Camille Paglia, que es otra autora transfeminista y transgenderista. Las elucubraciones del postestructuralismo de Jacques Derrida, Michel Foucault o Gilles Deleuze se trasladaron con prontitud a EEUU donde han servido para el capitalismo de la diversidad y el feminismo sin sujeto mujer, o han servido para el populismo de Ernesto Laclau que es la base de la doctrina de Podemos. Biopolítica, bioideología, queer, colonialismo y demás abstracciones que lleva años fomentando la clase dominante porque no dejan de ser mecanismos de desactivación de la izquierda y del feminismo. Este debate va más allá de lo puramente estratégico y espectacular, tiene que ver con el feminismo y con la izquierda transformadora.

Tan es ideológico que si ustedes hacen memoria el día 8 de marzo ha pasado de ser el “día de la mujer trabajadora” al “día de la mujer” y al “8M” sin más. Se ha vaciado de sustancia al día reivindicativo. Ya no aparece ni la mujer como sujeto de cambio. Y la clase dominante tan contenta porque sin sujeto no hay cambio sólo medidas estéticas. Esto lo ha visto muy bien Elisa Beni que ha denunciado lo que pretendían hacer en el preámbulo de la “ley del sí es sí”, colar toda la ideología queer o transfeminista para acabar con el sujeto mujer. La ideología queer del equipo de Igualdad había escrito en el borrador una definición de identidad que borraba completamente a la mujer: “Identidad sexual o de género: vivencia interna e individual del sexo y/o el género tal y como cada persona lo vive y autodetermina, sin que deba ser definida por terceras personas, pudiendo corresponder o no con el sexo asignado al nacer y pudiendo involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal”. Con esas palabras, muy performativas y más allá de que no tienen hueco legislativo en sí, lo que se está haciendo es negar que la mujer sea un sujeto oprimido por el patriarcado. En la derecha están dando palmas con las orejas. No es que el ministro de Justicia sea un señoro, como ha indicado Pablo Iglesias, es que las definiciones ideológicas no van como tal en las leyes y menos cuando una ley que se presenta en defensa del derecho de la mujer a ser tratada de igual forma, sin que se vea sometida al machismo, sin que deba ser ultrajada por el hecho de ser mujer, haga desaparecer a la propia mujer de la ley. Menos mal que es un anteproyecto. Normal que se enfaden las feministas del PSOE, de IU (las que quedan claro), o de los movimientos sociales.

Las elucubraciones académicas están muy bien y ofrecen aperturas para el debate, pero en Podemos las han querido llevar a la legislación sin apoyo empírico, racional o de sentido común. Al no tener otra cosa a la que agarrarse, porque ya dijeron que se tragarían todos los sapos habidos y por haber con tal de estar en el Gobierno, han visto que este anteproyecto les venía muy bien para hacer su performance no sólo el día de la mujer sino para toda la legislatura. Aparentar para que no les vean como casta. Y si además logran tener el apoyo de los grupos minoritarios pero muy activos en redes sociales mucho mejor. Hasta Maestre, ese periodista que se declara bourdieuano pero confunde los conceptos de Pierre Bourdieu, se ha lanzado contra Calvo pidiendo un debate que, paradójicamente, es contradictorio con la lucha de clases que gusta predicar. Han visto que el camarlengo Redondo apoya a Iglesias en esta disputa, pues a ese señor lo que tenga debate jamás le interesa (no se sabe si por falta de capacidad o mera estrategia), y han visto el campo abierto. Pero desde el PSOE, sus bases, esas que nunca fallan, sí que están dando la batalla por la vicepresidenta. Y no sólo porque sea de su partido sino porque lo que está en juego es el feminismo en sí y, por ende, el socialismo.

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