Amenazas de acudir a elecciones nuevamente como si fuesen cuchillos cortantes entre PSOE y Podemos, aunque es una muestra más de la chulería patriarcal que aún queda, y mucho, en la política española. Ver quien aguanta más con la mirada, quien caza más (votos), quien atrae más hembras para ser el macho alfa, quien es más estúpido a fin de cuentas porque no se les paga por eso sino por el “bien común”. Desde la sede morada dicen que quieren ministerios para gente de los “suyos”, especialmente para el “macho alfa morado”. Desde la sede de Ferraz contestan que no, que no tiene suficientemente largo el número de escaños para estar en el gobierno y que si se enfadan a elecciones.

Ya dijimos el domingo que Pedro Sánchez está instalado en el “Con Iglesias no” por atarle las manos demasiado a la izquierda y porque le quitaría el espacio mediático que quiere para él solo. Cuestión de egos y de querer humillar al contrario para que se rinda sin condiciones, como ya hizo Alberto Garzón hasta que le reconvinieron desde Podemos. En Ferraz entienden que pueden lograr la investidura sin necesidad de incorporar al gobierno a nadie de Podemos, máximo algún técnico cercano a su órbita pero muy técnico y que no destaque, y por ello han llevado la posible sesión de la misma a finales de julio. Dos meses después de haber ocupado diputadas y diputados sus “sacros” aposentos deberán empezar a trabajar duro en algo que no sean dos o tres preguntas al gobierno que no contestarán. El PSOE de Sánchez en vez de estar trabajando en firme para conseguir la investidura resulta que está a ver qué pasa en Ayuntamientos y Comunidades y, a la vez, forzar los ánimos de los demás partidos y que se entreguen derrotados.

Esperar y que otros le hagan el trabajo es la típica estrategia sanchista, del propio Pedro Sánchez como veremos. El ahora presidente siempre fue un fontanero, primero del genio del Tamayazo, José Luis Balbás, luego del otrora poderoso secretario de Organización, José Blanco. Llegó a los distintos cargos que ha ocupado porque otros le allanaban el camino dimitiendo o abandonando. Su tesis, según lo publicado, también se la han hecho otros por copiar informes del Estado sin análisis y sin comillas. Llegó por primera vez a la secretaría general, después de ser barrido en el debate por Pérez Tapias y Madina, porque los barones, especialmente Susana Díaz, le consiguieron los votos suficientes. En la segunda ocasión no hizo nada hasta que desde las bases ya había un poderoso movimiento y le aseguraron otras personas que no eran de su confianza en ese momento que había estructura para ganar. Ha llegado a presidente del Gobierno porque Pablo Iglesias movió Roma con Santiago para que los independentistas diesen el sí sin condiciones, además de entregarle los votos morados sin pedir nada a cambio. Como se ve un camino que siempre le hacen otros. Hasta su libro último se lo ha escrito Irene Lozano, no vaya que se fuese a cansar de dar a la tecla.

Ahora la táctica es que también le hagan todo el camino los demás por agotamiento o miedo a nuevas elecciones. Él tranquilo en Moncloa viéndose como el gran salvador de la socialdemocracia europea y como Tezanos le dice que ganaría casi por mayoría absoluta tan tranquilo. Salvo que hay factores que no ha tenido en cuenta. Primero de todos que el miedo a Vox ha pasado a mejor historia, es pura anécdota como elemento movilizador. Segundo, nadie le puede garantizar que los votos de Podemos fuesen a sus sacas porque, si se analizan los discursos, quien ha votado a Podemos y se ha abstenido en la locales, no quieren a Sánchez ni en pintura. Su ego posiblemente no asimile esto pero es una razón bien fundada. Tercero, cabe la posibilidad de que gane la derecha que está recomponiéndose a marchas forzadas y Sánchez se quede compuesto y sin Falcon. Cuarto, echar la culpa a Iglesias o Rivera de la no formación de gobierno podría ser favorable en unas elecciones o, en sentido contrario, podría hacer ver que es como político un incapaz para llegar a acuerdos.

Lo que sí no se pueden quitar de la cabeza las españolas y los españoles es que la cabeza de los políticos que representan a la soberanía nacional no hay atisbo de capacidad de diálogo con el adversario, ni preocupación por el bien común, tan sólo cálculos personalistas (porque se preocupan por la persona que está al frente de cada formación) y electoralistas. Si el mandato de los electores era un gobierno de progreso, con tintes de izquierda, lo lógico es que hubiese mandado a Ábalos y Lastra hace tiempo a negociar un programa con Podemos y otras fuerzas. Y luego, una vez acordado eso, pasar a hablar de posibles entradas o no en el gobierno. Pero es que ni eso ha hecho cuando ha pasado más de quince días desde que se votó por última vez. Y todo porque el camarlengo monclovita es quien dirige la estrategia de Sánchez y del PSOE, no la ejecutiva federal. Así que nadie descarte estar en continuas elecciones hasta que gane Sánchez o la derecha, ya fue esa su intención en 2015 y 2016. Mejor que cuando hable de sentido de Estado calle, como deberían callar los demás dirigentes, porque ni lo tiene, ni es capaz de hablar de tú a tú con posibles socios. Tiene que mandar a otros para que le hagan el trabajo, como le ha pasado toda su vida política vamos.

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