Junta de Accionistas de Mapfre en una imagen de archivo

Según la teoría del sueño americano cualquiera puede llegar a hacerse rico de la noche a la mañana si lo da todo por la empresa, incluso la vida. De un tiempo a esta parte, el mercado de trabajo español, espoleado por las sucesivas reformas laborales que permiten la precarización y los abusos de todo tipo, ha terminado importando ese modelo de capitalismo salvaje y competitividad brutal al más puro estilo anglosajón donde todo vale con tal de hacer dinero. Y, al final, el sueño americano termina convirtiéndose en pesadilla para muchos.

Es lo que les ha ocurrido a más de un centenar de ex delegados de la multinacional Mapfre, todos ellos autónomos, que han decidido constituir una asociación de afectados por el trato supuestamente abusivo que recibieron mientras vendían seguros para la compañía. Los denunciantes aseguran que desde que la empresa se transformó de mutualidad en sociedad anónima los gestores han impuesto un agresivo sistema de organización del trabajo que machaca a todo aquel empleado que no consigue alcanzar los objetivos marcados por la empresa a final de mes. Esas rutinas laborales fuertemente competitivas podrían estar detrás de numerosos casos de crisis de ansiedad, depresiones y enfermedades coronarias, según ha alertado recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“He visto de todo en esa empresa, gente que lo está pasando muy mal, compañeros que toman ansiolíticos, infartos y trabajadores que simplemente se hacen mayores y ya no pueden seguir el mismo ritmo de ventas de cuando eran jóvenes”, asegura Emilio Besada, que fue ex delegado de la oficina de Jerez de la Frontera durante 25 años. En la actualidad Besada tiene 46 años y ha tenido que montarse su propio negocio como corredor de seguros tras ser despedido por la puerta de atrás. Y eso que él solo, sin ayuda de nadie, facturaba el 14% de las ventas de su oficina. “Tengo correos electrónicos que demuestran todo lo que denunciamos. Material como para escribir un libro. Hubo un antes y un después tras la conversión de la empresa en sociedad anónima. Entonces empezaron las presiones, las amenazas, los malos modos”, asegura. Según Besada la nueva dirección de la multinacional ha impuesto un sistema de trabajo y remuneración por grados, del 1 al 4, en función de las ventas que obtiene cada agente. “Si solo estabas en el 3 ya te podías dar por despedido. Tuve que dejarlo, era mi salud o Mapfre”, se lamenta.

En mayo de 2017 representantes de la empresa se presentaron en su oficina de Jerez de la Frontera y le exigieron la llave del local. Le dieron 10 minutos para abandonar la delegación y para que entregara su cartera de clientes de toda la vida. “¿Qué hice? Fui yo el que les dio cinco minutos a ellos para que se marcharan de allí porque sabía que la ley estaba de mi parte”, añade. Desde entonces Emilio ha tenido tiempo de contactar con otros compañeros que se encuentran en una situación parecida. Fue cuando se dio cuenta de que no estaba solo ni era un bicho raro y que muchos de los 4.000 delegados de oficina de todo el país estaban en una situación parecida.

Tirar a matar

Miguel Gil, de 55 años, es otro “liberado” de Mapfre que se ha sumado a la asociación. Tras seis años pleiteando con la empresa por fin ha logrado que el juez señale día y hora para su juicio por reclamación de cantidad. “De la noche a la mañana intentaron quitarme la oficina, lo pasé muy mal”, relata. Gil asegura que ha sido el primer delegado desahuciado con el coraje suficiente para plantar cara a la compañía. Su calvario en la oficina de Almería comenzó cuando su hija, que trabajaba con él, decidió dejar Mapfre y montar su propia correduría. La compañía no perdona que uno de sus autónomos contrate con otras empresas del sector de los seguros ni tampoco que lo haga un familiar, de modo que empezaron las represalias. “Yo les dije que podían confiar en nosotros, que no íbamos a traspasar clientes de Mapfre a la nueva empresa de mi hija, pero no me dieron ni el beneficio de la duda. Me fulminaron con chulería”, explica. La dirección le dio 30 días para abandonar la sucursal y él se negó a entregar las llaves, sugiriendo que avisaría a la Policía. A partir de ese momento su vida y la de su familia se convirtieron en un infierno. El dinero no llegaba para afrontar la hipoteca, tuvo que dejar de coger el coche al no poder pagar la gasolina y su mujer terminó en tratamiento psicológico. “Imagínese, una mujer que tiene su vida hecha y que acaba en la ruina y sin poder comprar el pan. No hay derecho a lo que hace esta gente. Mi único crimen ha sido vender pólizas para ellos durante toda la vida”, se lamenta. Cierto día, cuando Miguel Gil le contó su odisea laboral a un compañero de trabajo este le respondió para su sorpresa: “No me extraña, yo estoy pensando coger una pistola y pegarle dos tiros al de una oficina”. Finalmente la Justicia dio la razón a Gil, aunque aún tiene pendiente una reclamación de indemnización contra Mapfre por 1,2 millones de euros, que decidirá un juez el próximo 28 de septiembre. “Media España está pendiente de mi juicio porque puede sentar jurisprudencia en el sector de los seguros. Sé que soy David contra Goliat”, apostilla. El exdelegado ha llegado a remitir una carta a sus superiores para explicarles su delicada situación personal: “He sido premiado como mejor agente y mejor delegado en varias ocasiones. He llegado a formar parte del Club Master de Vida en el año de la Convención de Noruega. Pero personas como las que dirigen actualmente esta Subcentral hacen que gente como yo, otros compañeros e incluso empleados que no se atreven a hacerlo público, perdamos la ilusión de trabajar para conseguir ser felices y conseguir nuestras metas. No merecemos este trato de nuestra Mapfre, la que dice siempre que somos el mayor activo de la compañía”, asegura en la misiva. Gil explica que ha sido “ninguneado, amenazado y poco respetado” por sus superiores” y que ha sufrido comentarios como “si no llegas a final de mes come marca blanca. Esta frase me ha quedado grabada para toda la vida. En lugar de darte ánimos y apoyarte te dicen que si las comisiones van justas comas marca blanca. Brillante, ¿no cree usted?”, concluye.

Por su parte, Emilio Besada se lamenta de que la prensa no cuente nada de todo esto porque “Mapfre pone mucha publicidad en los medios de comunicación. Te dan la patada, te quitan la cartera de clientes que te has ganado a pulso durante años y te dejan en la calle. He visto compañeros con cáncer que se ven obligados a seguir trabajando para vivir”, afirma.

Ángel Díaz es otro exdelegado que trabajó para la compañía Mapfre desde los años 80. Su demarcación era El Ejido, donde según él llegó a facturar 8 millones de euros en cartera de clientes. Ahora es otro veterano que ha sufrido en sus propias carnes el hachazo del sistema darwinista impuesto por la compañía, un modelo laboral donde el más fuerte sobrevive y el más débil termina en la cola del paro. De la noche a la mañana le rescindieron el contrato y le cortaron las claves de acceso al ordenador, según denuncia. Ya no era útil para la empresa. “Los delegados despedidos estamos estudiando una demanda colectiva por apropiación de los derechos de nuestras carteras de clientes. Lo de las preferentes es una colilla al lado de lo nuestro. Pero es que además cuando te marchas y tratas de rehacer tu vida te tiran a matar; no te dejan levantar cabeza”, se lamenta.

Diario 16 se ha puesto en contacto con Mapfre para recoger su versión sobre la recién creada asociación, que también tiene grupo propio en Facebook. La empresa, a través de un portavoz oficial, aseguró que “no vamos a hacer ningún comentario; nuestra política es no hacer valoraciones sobre empleados, colaboradores, mediadores, etcétera”.

 

 

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