El sábado 16 de diciembre de 2017 la vida terrenal se le iba a Jesús, como le conocían sus convecinos, a la persona que dirigió con tino las riendas del Ayuntamiento de Alcorcón. Jesús Salvador Bedmar había abandona su Granada natal, como tantos otros, en busca de oportunidades laborales. Las logró encontrar en la empresa Standard Eléctrica. Allí, forjándose un futuro al pie del obrerismo, que diría Toni Negri, contactó con la UGT en los años setenta para reivindicar los derechos laborales pisoteados durante la dictadura franquista.

Esa lucha sindical le llevó a militar en el refundado PSOE de González y Guerra, militando en la agrupación de su localidad de residencia, Alcorcón. Primer teniente de alcalde con el primer alcalde de la democracia, el socialista José Aranda, sucedió a este tras su fallecimiento. Se hizo con las riendas del PSOE y del Ayuntamiento manteniendo al PSOE en el poder. Tuvo sus problemas, acusaciones falsas de tráfico de influencias (difundidas en gran parte desde dentro del propio partido), pero siguió al mando del Ayuntamiento hasta su retirada de la política activa en 1999.

Dentro del partido Enrique Cascallana logró arrebatarle la secretaría general en 1995 y pactó con él un alto el fuego hasta su retirada. Aunque, Jesús debió ver aún algún gesto feo de Cascallana, como no dejarle hablar, como alcalde de la ciudad de acogida en el congreso regional de la FSM. Aquel congreso en el que tuvo que intervenir Felipe González para que saliese elegido Jaime Lissavetzky. Eran los momentos álgidos de la renovación, especialmente de esa renovación de las bases que tanta porquería llevaría al PSOE (Tamayazo). Mientras hablaba Cascallana en el Teatro Buero Vallejo a los delegados y delegadas socialistas, Jesús Salvador estaba sentado afuera, en los escalones, fumando ese tabaco negro que fumaba, quejándose del feo que le acababan de hacer.

Jesús Salvador abandonó en 1999 la política dejando al PSOE en el poder, algo que no revalidaría Cascallana al perder frente al PP. Partió en aquel momento hacia tierras malacitanas para vivir junto al mar y en compañía de su nueva pareja. Los últimos años, ya aquejado como estaba por el cáncer que ha acabado con su vida, no fueron los mejores. Un tanto abandonado por muchos y muchas, repartía su tiempo entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico de las costas Cubanas. Allí, en esa tierra cubana que tan bien le acogió, dio su último hálito de vida terrestre. Porque las personas no mueren, quedan sus obras. Y en Alcorcón son muchas las cosas que llevó a cabo y que serán parte de ese legado que deja a las generaciones venideras.

David Pérez, en un gesto que le honra, ha propuesto al Pleno de la Corporación municipal establecer una nueva calle que lleve el nombre de Jesús Salvador Bedmar. Algo en lo que, parece, no va a haber mayor problema, en merecido homenaje a quien tanto hizo por el municipio y por el socialismo local. Con mayor o menor fortuna, pero siempre con la lucha en favor de la igualdad entre las personas, en favor de la clase trabajadora y en favor de los más desfavorecidos. Dejó al PSOE en el gobierno, y quienes por detrás de él llegaron, no pueden decir que han dejado el pabellón sin mácula. La renovación, a él que fue guerrista, se lo llevó por delante, a otros fue el pueblo directamente.

En política sus hijos, tras estar en el PSOE, han encontrado mejor acomodo en Ciudadanos. Seguramente a Jesús esto no le haría ninguna gracia. Pero no le ha ido mal a su vástago Luis Salvador, diputado estatal por Granada, ni a su hijo homónimo Jesús Salvador, asesor de urbanismo en Madrid del mismo partido. Él, el ex-alcalde, siempre tuvo el corazón a la izquierda.

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