El jarrón chino socialista parece haber encontrado un nuevo lugar, en otra casa. El que fuera máximo dirigente del PSOE, el líder carismático de la transición, el líder nacionalista y regeneracionista de los años ochenta, parece haber encontrado acomodo en la casa naranja. Según ha confesado en una entrevista en la Cadena Ser, habla con asiduidad con Albert Rivera, algo que no hace ni con M. Rajoy (podría ser lógico), ni con Pedro Sánchez (¿igual de lógico?). La casa común y naranja del establishment parece ser el lugar donde se encuentra realmente cómodo Felipe González.

No es nuevo que la servidumbre de González hace tiempo que no está con la clase trabajadora en sí (que la da por desaparecida), sino con los intereses del propio establishment económico-financiero. De todos es conocida su amistad con Carlos Slim o con otros millonarios de allende y de estas tierras españolas. Algo que podría no ser más que amistad, pero que por sus propias acciones parece que va más allá. La defensa de ciertas actuaciones dentro de la Europa de los Mercaderes. Sus intervenciones en favor del mantenimiento de la Constitución de 1978 a toda costa. Sus actos, no hace tanto tiempo, en favor de la Gran Coalición con el PP. Todo ello indica claramente que, con suerte, González sería un socialista burgués del mismo tipo que defenestraban ya en 1848 Marx y Engels en El Manifiesto Comunista.

¿Sorprende que se hable con Rivera y no con Sánchez? Realmente no. Su paso del rojo al naranja no puede sorprender a nadie. González siempre ha sido más un nacionalista español que un socialista (o socialdemócrata), y se ve perfectamente reflejado en las palabras de un Rivera nacionalista, europeísta y luchador contra populismos y utopías posibles. Contra todo lo que huela a izquierda de verdad. Se encuentra, por tanto, González cómodo con la secta naranja. Con ese populismo sistémico que tanto recuerda a lo que él mismo defendía hace años, aunque con la adaptación a las especificidades del sistema actual.

González ayudó a crear una burguesía financiera poderosa en España, también introdujo mejoras para las clases populares, para los “descamisados”, pero ello no era más que parte de esa estrategia del propio sistema capitalista, en su versión social, para continuar con la maximización de los beneficios. Con unas clases totalmente pauperizadas no hay consumo, ni posibilidad de generar un fetichismo de la mercancía. Felipe González ayudó a dar el paso desde lo proto-moderno español a lo postmoderno.

Ahora, cuando glosa las ventajas del mundo globalizado (falso mito), en España no encuentra a alguien que “diga en 20 minutos a dónde quiere llevar a España en los próximos años”. Sólo Rivera, con su nacionalismo y populismo sistémico, parecen atraerle algo en este “años sabático del PSOE” que ha decidido tomarse. No encuentra liderazgo para afrontar el “reto España” dice, pero como buen servidor del establishment patrio se ha volcado con Rivera. Con el ánimo de insuflarle, se entiende, algo de sus conocimientos y que pueda acercarse a ese líder que necesita España. “Para explicar España”.

A su edad, parece entender, ya no le hace falta esconderse. Puede, libremente, ya que todos sus tejemanejes para conseguir situar al frente del PSOE a alguien que siga las consignas que él quiere no han sido posibles (de momento), instalarse en la casa naranja para ayudar. Al fin y al cabo, ellos y ellas sí sienten veneración por el viejo líder socialdemócrata, porque es tan nacionalista como en esa casa lo son. Y defienden Europa de la misma forma que él. Todo en favor del establishment y las migajas para el pueblo.

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