Mariano Rajoy ya no es el presidente del Gobierno. La moción de censura, la decisión mayoritaria de los representantes de la voluntad popular ha sido la de que Pedro Sánchez se convierta en el nuevo Primer Ministro de España.

Sin embargo, el señor Rajoy ha demostrado ser un demócrata y un patriota, tal y como indicaba Francisco Marhuenda en un tuit (aunque en otro sentido). En este sentido no hablamos de ideologías, de las que estamos bastante alejados de lo que representa el presidente del Partido Popular, sino de su sentido de hombre de Estado.

Mariano Rajoy, en las ocho horas en que estuvo en un restaurante madrileño reunido con sus ministros y dirigentes del PP, recibió fuertes presiones para que dimitiera, frenara la moción de censura y provocara una verdadera crisis institucional que desembocara en la convocatoria de elecciones generales, es decir, el objetivo principal de Albert Rivera.

El presidente catalán de Ciudadanos ha sido el verdadero derrotado de la moción de censura porque, en primer lugar, se ha demostrado que sólo sabe hablar de un tema o que sólo pretende que el resto hable de ese tema; en segundo lugar, a Rivera se ha demostrado que la convocatoria de la censura le pilló con el pie cambiado y no ha aprovechado el tiempo como el resto de líderes y grupos para prepararse; en tercer lugar, el presidente de Ciudadanos ha visto frenado su ascenso y se ha mostrado ante los españoles tal y como es, es decir, un fraude ideológico y político que no va más allá del discurso joseantoniano o de defender a las élites financieras, no al pueblo. Por cierto, debemos agradecer a los líderes políticos que se han hecho eco de nuestro trabajo sociológico al referirse al discurso de Rivera como de joseantoniano, tal y como lo llevamos definiendo desde hace casi dos meses.

Mariano Rajoy se ha comportado como un verdadero patriota consiguiendo que el verdadero derrotado sea Albert Rivera. El propio portavoz del PP, Rafael Hernando, le ha espetado que la verdadera responsabilidad de la convocatoria de la moción de censura era del líder de C’s por su machacona exigencia de una convocatoria electoral que no tenía más objetivo que cubrir las expectativas de Rivera y de los dictadores privados que le sustentan. Esta es la razón de las fuertes presiones que sufrió Rajoy en la tarde del jueves para que dimitiera tras conocerse el voto positivo del PNV. Esas élites no podían permitir que su candidato se enfrentara al escrutinio del pueblo fuera de su zona de confort, es decir, hablando de política, hablando de los ciudadanos (no sólo de los españoles que él ve por allá por donde vaya), de sus necesidades, rebatiendo el programa social presentado por Sánchez en la mañana. En la anterior moción de censura Rivera ya sufrió una humillación por parte de Pablo Iglesias. Ayer fue el líder que dio el peor nivel demostrando su falta de talla.

Esto ocurrió porque Rajoy no dimitió, porque supo respetar los preceptos básicos de la democracia y, sobre todo, tal vez por su astucia gallega, por mostrar a los españoles quién es Albert Rivera.

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