Luis de Guindos fue nombrado por Mariano Rajoy como ministro de Economía a finales de 2011. Se estrenó con una entrevista en la primera semana de enero de 2012 al Financial Times en la que declaró por sorpresa que los bancos y cajas españoles necesitaban 60.000 millones de euros. El efecto de este anuncio fue devastador para los bancos españoles, que se estrellaron en la Bolsa; para las Cajas de Ahorro, a las que se cerraron los mercados; para Bankia, sobre la que el propio ministro extendió las dudas y, cosas de la falta de planificación o no, como diría Rajoy, para la deuda pública: nadie quería la deuda española, con la prima de riesgo por encima de los 600 puntos básicos. Tan mala gestión fue así calificada por el BCE: de una sola tacada De Guindos se cargó el sistema financiero y el crédito del país.

Entre las múltiples preocupaciones de Luis de Guindos estaba su pasado en Lehman Brothers como comercializador de las Participaciones Sociales de la CAM, que fueron un fracaso absoluto, y como consejero y presidente de la Comisión de Auditoría de BMN, entidad producto de la fusión entre Cajamurcia, Caja de Granada, Caixa Penedés y Sa Nostra, de la que tantos escándalos se conocieron después.

Luis de Guindos abandonó su puesto en BMN para ser Ministro de Economía. El año siguiente, BMN fue la caja de ahorros que en términos porcentuales más ayudas públicas requirió, más que Bankia, curiosamente la entidad que recientemente adquirió a BMN, para que, entre otras cosas, el rastro del actual Vicepresidente del BCE se perdiese en una entidad tan grande.

¿Puede alguien explicar qué méritos acompañaban a Luis de Guindos para ser ministro de Economía? Dicho de otra manera, ¿cabe acumular más deméritos objetivos?: presidente de Lehmann Brothers en España, comercializador de las cuotas de la CAM que quebró inmediatamente después, ser consejero de la caja que más ayudas ha recibido del Estado.

¿Es posible dejar un país en manos de alguien que sólo pretendía su propio beneficio a costa de lo que fuese y que dijo en 2012 que a España le quedaban unos días de vida si no pedía la intervención de la UE, como Grecia? Sólo se entiende porque, ahíto de soberbia, pensaba que podría ser el presidente de Gobierno, sustituyendo a Rajoy, deponiéndolo por vía de hecho.

Volviendo a mayo de 2012, como en su día dijo el BCE, el problema de Bankia no se pudo gestionar peor y puso al país al borde del abismo, con su sector financiero a la cabeza. A través de las páginas del Financial Times, los banqueros y los ciudadanos se enteraron que, según sus estimaciones, el inefable Luis de Guindos, el que había felicitado a los presidentes del Popular y del Pastor sólo unas semanas atrás, decía que hacían falta 60.000 millones de euros para sanear el sector.

El caos dominó la primera parte de 2012, el Eurogrupo ofreció su generosa ayuda, «un préstamo a devolver en cómodos plazos de hasta 100.000 millones de euros», según declaró Rajoy al pie de la escalerilla del avión que le trasladó para asistir a la Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012. Sin embargo, las consecuencias de la intervención de España por el Eurogrupo tras el desastre de recapitalizar Bankia con más de 20.000 millones de euros, en un claro ajuste de cuentas de Guindos con Rato, fueron tremendas:

  • Se sometió al sistema financiero español a un test de estrés dirigido por Oliver Wyman. El test de estrés supuso un ejercicio de transparencia no emulado por nadie en Europa, ya que nunca hemos conocido cómo estaba por dentro el sistema financiero alemán o francés.
  • Desaparecieron las Cajas de Ahorro, que si bien causantes del desastre financiero, eran un instrumento que bien utilizado había servido para la bancarización del país y la financiación de las clases más desfavorecidas y de las pequeñas empresas.
  • Tal y como publicó Diario16 hace unos días, la maniobra completa, en la que estaba De Guindos, pasaba por entregar el Popular a otra entidad financiera y, sólo la reacción del banco ampliando capital en un momento delicadísimo para el sistema financiero y para el propio país, salvó de la confiscación del Popular, algo que consiguió con el Banco Santander cinco años después.

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