Hoy domingo el PSOE no se juega nada. La solución a sus problemas no está en un apellido ni en  un rostro, no está cerca. Demasiado tiempo navegando en la ambigüedad ha provocado que, en el mejor de los casos, se le perciba como ambiguo y en el peor, que no se le perciba. Cuando los resultados electorales no te permiten seguir funcionando como oficina de colocación, la ausencia de ingresos mensuales, de respuestas a ¿qué hay de lo mío?, de capacidad y de mérito y un inquietante horizonte laboral,  provoca la ira de sus, hasta entonces, colocados con derecho a voto. Buscan culpables en su más cercano «círculo rojo»,  señalan con el dedo y votan, como el resto de españoles hacemos,  contra alguien, nunca a favor de ideas, jamás a favor de España.

Al PP le ocurrirá lo mismo cuando los resultados no lo acompañen. Demasiado tiempo, en ambos casos, viviendo del resultado, de crear adjuntías a los adjuntos y adjuntos a las adjuntías. De equilibrar presupuestos aumentando ingresos sin reducir administración. Los resultados y el delictivo «proces» han permitido/impedido al PP hablar catalán en la intimidad y   provocado que millones de ¿cómodos? y desorganizados votantes que «sufren y callan» y solo desean «su  pan, su hembra y la fiesta en paz»  perciban, hoy, como opción menos inestable la vía girondina  hasta el punto de asumir como mal menor o mal doméstico el saqueo de España, de Valencia, de Andalucía, de…cada uno donde puede, donde los han votado. Lo de los catalanes es de cárcel directamente y lo de los vascos es de cupo/morro.

No obstante lo anterior, concedamos el protagonismo a quien lo tiene: el PSOE. No es la primera vez que se «enfrentan» la continuidad (Díaz) y la ruptura (Sánchez). Lo de López es un oportunista accidente con apariencia de moderación que, paralelamente a la tendencia sociológica de los españoles,  busca que se le identifique con el centro pero sería prolongar la ambigüedad, en este caso  con un perfil bajo y una vida laboral, fuera del PSOE, tan inmaculada como la del otro candidato y la otra candidata (perdón RAE). Ya en Suresnes, hace poco más de un franquismo de años, el sector oficialista, liderado por Rodolfo Llopis, y «los sevillanos», liderados por Felipe González, coincidía en poco más que  en cerrar el paso al partido comunista en la previsible España democrática. Con la diferencia de que en 1.974 no había «colocados» que apretaran «con lo suyo». Hoy, Susana representa la continuidad, no sabemos (tampoco ella) muy bien de qué, frente a Pedro que representa la ruptura,  tampoco sabemos con que (el tampoco). De momento, lo que si sabemos es que quien se autoproclama «guardiana del adn ganador» no ha obtenido el respaldo  de 8 de cada diez andaluces (teniendo en cuenta censos y no votantes),  y quien se erige como salvador de jacobinismo se envuelve por la mañana  en  la  rojigualda y por la tarde habla de distintas naciones dentro de una nación, como perverso presagio de muchos PSOEs dentro de la socialdemocracia española. Ambos (no ambos dos, que es un dicho de catetos mentales), creen tener todas las respuestas pero no han advertido que han cambiado todas las preguntas.

Si en 1.979 Felipe González rompió con las cadenas del marxismo e ilusionó a la familia progresista, casi un franquismo después no veo nada que nos haga barruntar un cambio real. Engordan para el matadero pese a que la reciente historia de España tiene amores con el PSOE y toditas las noches se ven.

Queda la refundación  para volver a ser el instrumento que hizo realidad la consolidación del sistema democrático,  la modernización de España y su definitiva incorporación a la Europa de los derechos, libertades y bienestar social,  la gratuidad de la enseñanza, la decisiva contribución a la derrota de ETA, el plan Redia para la vertebración motorizada de España. Quedan banderas por enarbolar: la verde de un ecologismo que conciba la tierra como un préstamo de nuestros hijos y deje de considerarlo una herencia de nuestras padres, la de la igualdad (con mayúsculas), la supresión de poder de los partidos políticos en beneficio de los ciudadanos con un sistema mas representativo cuantitativa y cualitativamente, la bandera normativa que advierta, impida o dificulte las corruptelas políticas, la optimización administrativa del país para minorar la carga impositiva (ah,  no !!!, que esto es liberal); en definitiva, la bandera de las ideas en detrimento de la de las ideologías, del progreso para aniquilar la progresía. Lamentablemente, y siempre en mi opinión, ni Sánchez ni Díaz enarbolan estas banderas. En mi opinión no hablan de política con mayúsculas y compiten en su huida hacia ninguna parte, como hijos que son de un dios (rosa) menor.

Para terminar, una predicción, un deseo y un otrosi (deformación profesional esto último): perderá Susana y perderá el PSOE, Cs correrá la misma suerte  que UCD/CDS (pero sin tocar pelo porque España no paga a oportunistas y Rivera nada tiene que ver con Adolfo), el partido comunista abandonará el color morado. Surgirá un líder indiscutible con indiscutida sensatez y coherencia que, ojalá, no se encuentre en el entorno del amanecer dorado y lepeniano  europeo.

P.D.- Nicanor Parra decía  merecer el premio Cervantes por un libro que estaba por escribir. Parafraseando tan extraordinaria cita, creo que los españoles que nos sentimos  ciudadanos libres e iguales y no súbditos, que creemos en los derechos de los ciudadanos y no de los territorios, merecemos una España que está por llegar.

 

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