Haciendo gala de la arrogancia que le caracteriza, la dirigencia de Vox ha publicitado en sus redes sociales que han enviado un burofax a Twitter para que les devuelva su cuenta de la citada red social. Lo han dicho muy enfadados, muy cabreados y con toda la chulería del mundo. Vamos como cuando hablan de la negación de la violencia machista o llaman derechita cobarde al PP. Su dirigente máximo, Santiago Abascal (o ¿debería escribirse Abas-Kal por su financiación iraní/persa?), ha lanzado una vez más una soflama ultraderechista para doblegar a la multinacional de los mensajes cortos y así demostrar que cualquier español, como si fuera Blas de Lezo, puede luchar contra molinos de viento sin que su cabeza sea afectada por paranoia alguna.

Un mensaje autoritario que no se sabe muy bien si es parecido al del “¡Usted no sabe con quién está hablando!”, el del señor que dan una gorra de plato y se cree mariscal de campo; o el de un pasado de camisas pardas, azules o negras. Los peleles de la clase dominante, en su versión fascista, se lanzan a por una victoria contra la empresa malvada que prohíbe la libertad de expresión, pese a que esa supuesta libertad de expresión atente contra los derechos de colectivos y personas que tienen el derecho a no ser vilipendiados o insultados alegremente. Si hubiesen leído al gran liberal John Stuart Mill (leer no es que esté entre las prioridades vitales de estas personas, por no leer no leen ni las leyes que dicen que para ejercer de arquitecto hay que tener el título y la colegiación en regla) se habrían dado cuenta de que la sociedad tiene el derecho y la obligación de permitir hablar a todo el mundo, salvo cuando esa persona (o grupo de personas) expresen opiniones que provoquen el mal, así mismas o a los demás. Y eso es lo que ha hecho Twitter con la cuenta de Vox, impedir que produzcan el mal a otras personas (a ellos mismos es difícil de calibrar si cada mensaje que suben a las redes o profieren en los medios les afecta o es simple demostración de problemas más profundos).

Sin embargo, nada es verdad en el universo Vox salvo que se lo llevan crudo y les han financiado grupos islamistas de origen iraní. La cuenta de Twitter del partido neofascista se suspendió por un período de una semana incluso si retiraban el tuit ofensivo. Así la suspensión temporal caduca en un día o dos. Al enviar el burofax (un burofax que como pueden comprobar casi ni se puede ver en su mensaje) dos días antes de la finalización de la suspensión temporal quieren hacer creer a la población que les quitarán la suspensión gracias al burofax enviado. O lo que es lo mismo, gracias al ímpetu de los dirigentes de Vox, España vencerá una vez más al mal. Toda una gran mentira de la que esperan sacar un rédito político entre sus huestes y mostrar que tienen capacidades innegables para dirigir los designios de país, evitar que España se rompa y volver a los tiempos en que la espada y la cruz dieron gloria a una nación (que no existía aunque esto lo eviten) milenaria. Mentira y manejo de los tiempos para jugar en la política espectáculo que arrastra toda reflexión o análisis de la realidad material. Mentira que le comprarán los medios de la carcunda, que no dirán que en Vox se han rajado y han borrado el tuit de la discordia. Mentira pero se les ha pillado y siempre podrán pedir ayuda al ministro de Consumo o a Facua que seguro les hacen caso. ¿A que sí?

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