Luis de Guindos no es un hombre que deje su trabajo a medio hacer. Es constante y efectivo, como se pudo comprobar con el Caso Banco Popular. Cuando abandonó el Ministerio de Economía de España para tomar posesión de la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE), De Guindos dejaba sin terminar su gran proyecto: la concentración bancaria, cuyo objetivo es dejar el sector bancario en dos grandes bancos, presidiendo él uno de ellos.

Tras la primera unificación producida en la segunda década de este siglo con las fusiones de las cajas de ahorro y su transformación en bancos y la posterior fusión o adquisición a bajo coste de estas entidades resultantes por las principales sociedades bancarias, el siguiente paso comenzó a darse con la resolución del Banco Popular y continuó con la fusión entre Bankia y BMN, entidad de la que De Guindos formó parte de su consejo de administración.

Sin embargo, la situación actual de las entidades bancarias españolas que, de un modo u otro, están cumpliendo con los mínimos regulatorios, ha frenado las operaciones corporativas. Ha habido negociaciones, tal y como ocurrió con Unicaja y Liberbank, pero estos procesos de fusión no han tenido éxito por diferentes razones. Por ello, De Guindos, desde Frankfurt continúa moviendo los hilos y ya ha encontrado un nuevo objetivo al que debilitar para que ceda a la hora de iniciar nuevas operaciones corporativas: el BBVA y, en concreto, su actual presidente, Carlos Torres.

Según fuentes consultadas por Diario16, personas muy cercanas, personal como profesionalmente, estarían aconsejando a Torres que deje la Presidencia del BBVA, ante la presión que está recibiendo por, entre otras cosas, el caso Villarejo. Sin embargo, si lo hiciera estaría dando una imagen de debilidad y cometería el mismo error de Ángel Ron quien abandonó al Popular cuando no lo tuvo que hacer y que le dejó en una situación de debilidad manifiestas ante sus enemigos en todos los ámbitos.

Los poderes que están detrás de esas presiones o esas «recomendaciones» consideran que Carlos Torres «no está al nivel», es decir, no está dispuesto a hacer lo que la presidenta del Santander. Por si fuera poco, agrava la delicada situación del presidente del BBVA en el consejo de administración de la entidad el hecho de tener en su contra a De Guindos, que actúa por su ánimo de revancha contra Francisco González, ya que lo dejaron tirado en la colocación de Bankia y en la creación de SAREB.

El abandono por parte de Carlos Torres de la presidencia del BBVA haría más fácil el siguiente movimiento de la concentración bancaria de Luis de Guindos: una gran operación corporativa que consistiría en la fusión entre la segunda entidad de España con Bankia y Banco Sabadell. Este objetivo podría ser fatal para el gran banco surgido de esa operación, dado que es en esa entidad en la que pretende recalar De Guindos como presidente. Para ello no tendría ningún problema en abandonar su puesto en el BCE y, de otro lado, ayudaría al desarrollo del Banco Santander, dado que el banco cántabro tendría el apoyo para lograr adquirir Unicaja para que, por un lado, continuara como primer banco español y, por otro, regularizara las ratios en las que está más débil la entidad presidida por Ana Patricia Botín.

Por otro lado, la posible salida de Nadia Calviño del Gobierno podría favorecer la independencia del BBVA y a no sucumbir ni al Santander y a De Guindos, algo que se apoyaría desde el propio PSOE y que sería impensable con un gobierno del PP y Vox. La actual ministra de Economía no se opondría a la llegada del actual vicepresidente del BCE a la presidencia del BBVA, dado que Calviño, no es que sea amiga íntima de Luis de Guindos, pero no hará nada contra él.

Por tanto, esta operación tendría una consecuencia inmediata: el sistema financiero de España quedaría en manos del Santander, una especie de monopolio oculto tras la cortina de un falso duopolio, que controlaría totalmente al Estado, convirtiendo a este país a lo más parecido a una dictadura, privada en este caso. Ya hay motivos para ello porque todos los poderes están en manos del Santander, dado que no hay nada que se le oponga.  Ni poder ejecutivo, ni del poder legislativo ni del judicial, ni las instituciones europeas, ni el propio Estado cuestionan las evidentes irregularidades. Tarde o temprano la ciudadanía tendrá que saber por qué.

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