La manifestación de hoy convocada por toda la derecha española (desde Ciudadanos hasta Falange), la cual recuerda a manifestaciones similares de la CEDA y las derechas de otros tiempos, no sólo es resultado de la manipulación de la realidad, ni de obviar que el lugar del debate político (Parlamento) es ninguneado, sino de la falta de categoría de la derecha española. La actual generación de la derecha española es, sin lugar a dudas, la peor de la historia democrática o pseudodemocrática (y de buena parte de las dictaduras). No es que estén sumergidos en el marketing político propio de las sociedades del espectáculo en las que estamos viviendo, es que muestran su completa incapacidad para dejarles en las manos nada que tenga que ver con las vidas de los demás seres humanos. Son un peligro vital. Podrían argumentar que la izquierda tampoco es que esté para tirar cohetes, pero al menos tienen conciencia social, que visto lo visto no es poco.

Lo que es general se vislumbra con especial virulencia en los dos principales dirigentes y sus corifeos, Pablo Casado y Albert Rivera. Una inutilidad completa para lo político, donde hacen de la mentira su forma de comunicación y una carencia total de visión más allá del siguiente sondeo. Por ser de derechas lo menos que deberían tener claro es una visión general del sistema español. En lo estatal no saben si autonomías, si centralismo, si pluralidad o si homogeneización. Día tras día se contradicen y muestran, más bien, que tienen una visión cogida con alfileres, con cuatro o cinco conceptos (que utilizan como significantes vacíos), y que no saben qué quieren realmente para España. Antes, al menos, los políticos de derechas desde Antonio Cánovas del Castillo hasta Manuel Fraga sabían lo que querían para España, así fuese más o menos conservador. Tenían conciencia de España y sentido de Estado. Hoy eso no aparece en ninguna de las dos cabezas que hay al frente de los partidos de derechas. Nos hablan de una España que jamás ha existido en el pasado, salvo en los libros de texto del franquismo, aunque lo más importante es que no nos dicen “Qué España” es la del futuro. No tienen visión y eso es un lastre para alguien que quiera dedicarse a ejercitar la dirección política al máximo nivel.

A nivel intelectual, la situación es casi peor. Ponen títulos, inventados o regalados, en sus currículums pero en su forma de hablar se nota que pasaron por la Universidad pero la Universidad no pasó por ellos. Un mal que se extiende a sus equipos de trabajo, porque escuchar a Isabel Díaz Ayuso o a Inés Arrimadas es un suplicio por su completa incultura política y vital. Salen con el papelito de comunicación política aprendido y no las saquen de ahí. Pero en el caso de Casado o Rivera se llega a la espectacularización total. Uno, el reaccionario, da patadas constantemente a la historia de España, incluso la más reciente, a la literatura, a la cultura en general. El otro, el cuñado, no hace más que poner el liberalismo por delante justo cuando habla de negar a otras personas de su forma de ser. Somos liberales, suelen decir, pero su comportamiento es lo más alejado del liberalismo en casi todas las ramas. En la económica sí que lo son, especialmente en el capitalismo de amiguetes. Esto antes no pasaba. La derecha siempre se dignó por tener políticos que, cuando menos, eran cultos o tenían la virtud de callar sobre lo que no conocían. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón es premio nobel de lo que quiera comparado con estas gentes. O Joaquín y Antonio Garrigues Walker. Cultura y/o prudencia eran signos de la derecha.

Lo más importante es que no nos dicen “Qué España” es la del futuro

Estamos en una época más visual y espectacular mediada por, justamente, todo lo mediático, pero es cada persona la responsable de prepararse para servir a los demás ciudadanos. No es necesario tener títulos y muchos estudios, pero al menos pedirles que intenten prepararse un poco. Su hoy amigo, José Luis Corcuera se preparó durante mucho tiempo, y se bregó en las calles, para poder servir de la mejor forma posible. Como hicieron Simón Sánchez Montero o Marcelino Camacho, por ejemplo. Tenían conciencia de estar donde estaban no por ser una vanguardia, una élite, obrera en su caso, sino por representar los intereses de la mayoría. Y por eso se pusieron al día todo lo que pudieron. En la derecha, se supone, que vienen mejor de cuna, pero aun así es necesario no hacer el ridículo en cuestiones que cualquier adolescente conoce mejor. Es cuando menos mostrar que se tienen dos dedos de frente. No hay que ser un intelectual, no es eso, sino demostrar que hay algo en esas cabezas más allá de la pura ambición de poder.

Lo que nos ofrecen estos dos vendidos al poder del dinero, sin embargo, son insultos, el discurso del odio y una confrontación antagónica que sólo buscar señalar a “los malos”. No son demócratas, no les interesa la democracia en sí, salvo como mecanismo de elección de unas élites políticas para dirigir los asuntos cívicos en el sentido de los deseos del poder económico. No respetan las formas democráticas, ni la deliberación, ni el consenso, ni la aceptación de las mayorías. Si no son ellos los que gobiernan y mandan, todo lo demás es ilegítimo. Piensan que el poder debe estar en sus manos como única forma legítima de ejercicio. El pueblo no debe estar en el poder de ninguna forma. Así es el desprecio que tienen a la voluntad popular, a la soberanía popular. No es extraño que ellos sólo hablen de soberanía nacional como eufemismo de poder de unos pocos en beneficios de las élites.

Una desgracia para España, que necesita de una pluralidad real, que la derecha NO se dedique sólo a la mentira

Incluso los políticos de derechas, salvo en la cuestión religiosa a mediados del siglo XX, tapaban que trabajan en favor de los intereses de la clase dominante. Casado y Rivera no sólo no se esconden sino que lo jalean abiertamente. Tienen la poca mesura como para defender los intereses de clase de los ricos y decirlo sin pudor. Eso sí, lo intentan camuflar diciendo que eso es beneficio para todo el mundo. Casado no se esconde en repetir los dictámenes de la Conferencia Episcopal, de la CEOE o del empresario de turno que le haya dicho lo que tiene que hacer. Especialmente si es del sector financiero. Como tampoco oculta Rivera sus deberes con la banca y las empresas energéticas. Son los chicos de los lobbies y de la clase dominante y no lo esconden. Antes al menos no lo decían de forma tan abierta.

La utilización de significantes vacíos, palabras a las que vacían de significado no para unir sino para dominar ideológicamente, es práctica habitual de esta generación actual de la derecha. Hablan de libertad a todas horas cuando en realidad no defienden la libertad de todos y todas, sino sólo la de algunos, especialmente si son empresarios. Hablan de progreso cuando no es un progreso global que incluya lo social, lo cultural, lo humano, sino aumento de la riqueza global que queda en pocas manos. Hablan de nación, pero es la nación de las élites económicas y políticas de una sola parte de la sociedad. Hablan de traer el talento de la sociedad civil, cuando realmente quieren traer a los empresarios y lobistas para meterlos en el núcleo del Estado a controlar y desviar los fondos de todos y todas. Y así con todos los conceptos que utilizan. Si alguien tiene estudios puede acabar tarumba si analiza el discurso y las acciones de toda esta banda de mercenarios de la política. Las generaciones anteriores cuando utilizaban un concepto sabían de qué hablaban al menos.

Lo que muestra la actual generación de políticos y políticas de la derecha es que se ha llegado a punto donde los más estúpidos, pero que saben moverse bien en las estructuras de los partidos, son los que pretenden gobernarnos. Y claro como los intelectuales de derechas brillan por su ausencia la situación se complica doblemente. En la derecha, también pasa algo en la izquierda, sólo hay opinólogos o doxósofos de la clase capitalista. Salvo alguien como Juan Manuel de Prada, que se separa un tanto del término medio, es complicado descubrir algún intelectual de derechas que se sitúe por encima de los partidos y pueda marcar cierta senda. Claro que como los que más opinan son economistas, que curiosamente, como Daniel Lacalle, no producen nada sino que se dedican a la pura especulación financiera, la visión necesaria de la ideología de derechas desaparece. Todo son referencias a señores que piensan en otros contextos, bajo otros parámetros mentales y al servicio de otros intereses. Normalmente nos citan a los estadounidenses o británicos que ya se sabe de parte de quien están. Está bien leer a personas de fuera, pero luego eso hay que tamizarlo y filtrarlo según el contexto europeo y español. No lo hacen y, claro se ponen a asesorar a políticos o a marcarles el camino y así les va. Ignaros unos, irresponsables los otros. Una desgracia para España, que necesita de una pluralidad real, que la derecha no se dedique sólo a la mentira, las fake news, lo etéreo y las manifestaciones. Los retos de futuro, que son los que afectan a toda la población, no pueden caer en manos de estos personajes que avergüenzan a los padres de la Ilustración liberal. Un peligro.

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