No sería de extrañar que al final Pablo Casado nos sorprendiese con una defensa del terraplanismo. Las mentiras continuas que dice a diario, falseando la realidad y el pasado, le pueden acercar a diversas teorías de la conspiración. Al diferencia del presidente de Ciudadanos que va y viene sin para de moverse, como le dijo Aitor Esteban, el dirigente del PP no es que se haga cuñadismo sino que se agarra a la ignorancia propia para decir las mayores boutades que se han escuchado en la España democrática. No tiene la ironía de Joan Tardá tampoco, ni la mala guasa de Alfonso Guerra, es así de simple. Le dicen algo, se lo cree y, lo peor de todo, lo suelta in ningún tipo de vergüenza ajena. Eso sí, calla ante la mediación de Íñigo Urkullu, porque si fuese consecuente iría a la plaza de Colón a manifestarse contra sí mismo.

En una reciente entrevista con el masajeador de Albert Rivera, o lo que es lo mismo, Pedro J. Ramírez, Casado volvió a mostrar que su ideología no es el liberalismo (que lo desconoce salvo la palabra), y del que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez le podría dar lecciones, sino la reacción. Ni el tradicionalismo, sino el movimiento reaccionario de vuelta a los valores y pensamientos de antes del siglo XIX, con ciertos toques de la democracia orgánica del fascismo y un catolicismo que ya no apoya ni el Papa de Roma. Habla de una libertad que es incapaz de situar en algún punto conceptual concreto para saber a qué se refiere. Incluso la libertad de Baruch Spinoza (autor del siglo XVII) le parecería un atentado socialista por exceso de racionalidad. Para él la libertad es el libertinaje del mercado, ni más, ni menos. El darwinismo social más salvaje que defiende sí es moderno a la par que execrable, al menos en términos europeos. Dejándose llevar por su imaginación, por sus fantasías, por un idealismo que no podría ser ni hegeliano, ni platónico, pues éstos eran racionalistas, nos quiere llevar al pasado más aterrador de España.

Y si a los hombres españoles nos quiere llevar a unos tiempos de dominio casi esclavista (bajo el yudo de la Iglesia Católica en lo espiritual y el Capitalismo Financiero en lo material), para las mujeres los tiempos pueden ser aún peores. No las quiere en casa con la pata quebrada en sí, aunque en su cabeza está esa pulsión que se expresa en los descuidos que tiene constantemente (como afirmar que quiere hacerlas saber qué se siente en el embarazo), de hecho le gustan las epicleras, esas mujeres que están al servicio de una casta de hombres, las quiere sometidas al patriarcado. En la entrevista con Ramírez afirma que el peligro para las mujeres es la colectivización. “Rehuir el colectivismo que victimiza a las mujeres por el hecho de serlo y criminaliza a los hombres por el hecho de serlo” afirmó sin dejar la sonrisa falsa que porta. Esto significa, utilizando un término con carga peyorativa en los ámbitos de la derecha como colectivismo, que la unión de las mujeres para denunciar lo que les perjudica, que él trata como victimización para destruir su potencia disruptiva, es negativa. Sólo como seres individuales las mujeres se pueden liberar. Contra toda evidencia histórica quiere que las mujeres no se junten y luchen mano a mano porque así el patriarcado que él defiende, sin darse cuenta, vencerá. Igual que es malo que la clase trabajadora se una para defender sus derechos, así es malo también para las mujeres. Y luego cuela, como buen machista reaccionario, que se criminaliza al hombre.

Su lucha contra los supuestos en los que las mujeres pueden abortar para dejar solamente el de la mujer que pone en riesgo su vida, lo piensa compensar con más paternalismo, dinero y ayudas. Pero claro, entra en contradicción, con la bajada de todos los impuestos que piensa hacer. Destruir 3.000 organismos del Estado, con sus funcionarios en la calle por cierto, hará que haya más dinero disponible pero bajando los impuestos del 20% a las empresas sobre beneficios (ahora las grandes empresas no pagan casi ni el 4%), a los más ricos por debajo del 30%, habrá que ver de dónde saca el dinero para pagar el gasto social que ya existe y todas esas ayudas que piensa implementar. Una mentira, como se puede comprobar, que significa potenciar el régimen patriarcal y que los ricos sigan siéndolo mucho más a costa de los elementos productivos de la clase trabajadora. “Hay que hacer eficiente el gasto a través de la colaboración público-privada. Como se ha hecho siempre” dice sin darse cuenta que los datos afirman que un Hospital gestionado por la Administración pública supone 50 millones de gasto a las arcas y entregado a los amigos empresarios 300 millones que pagamos todos. Otra gran mentira del PP que ha llenado las bolsas de la clase dominante.

Miren si es inculto que utiliza conceptos que ha debido escuchar a alguien pero que no sabe qué significan: “Cuarenta años después nos vuelven a pedir que decidamos entre ruptura y reforma, entre Constitución y derecho a decidir. No podemos caer en la conllevanza”. A ver señor Casado, la disputa entre ruptura y reforma en la Transición era o bien reformar las estructuras de la dictadura franquista, sin enterrar el Fuero de los Españoles y las Leyes Fundamentales, como querían muchos en el bunker (como Manuel Fraga antecesor suyo en el PP), o bien convocar unas Cortes Constituyentes donde debatir todo e implantar una democracia plena. Por tanto, nada tenía que ver el derecho a decidir en términos territoriales. Josep Tarradellas no llegó pidiendo la independencia de Cataluña, sino una Constitución donde se reconociesen los derechos históricos, por ejemplo. La autodeterminación de los españoles para crear su propia Constitución sin utilizar la estructura jurídica-legal de la dictadura estaba en la ruptura. Esto lo sabría si realmente hubiese estudiado Derecho Constitucional en la carrera o si leyese algo de Historia. Pero no, la ignorancia en su caso le hace libre de decir lo que sea. Y la conllevanza de José Ortega y Gasset, aunque el señor Casado no lo sepa, no sólo era aguantar a Cataluña con sus cosas, sino reducir en cierto modo la autonomía de la que deberían disfrutar para seguir disfrutando de una “España indivisa” en su soberanía. Justo lo que él quiere. Así que renuncia a  un pensador liberal para adentrarse en los procelosos mundos del fascismo de la España como destino universal. Mejor que lea España invertebrada de Ortega y aprenderá algo.

No será extraño que aparezca cualquier día diciendo que la Tierra es plana porque Casado muestra ser un político nesciente. Un político profano de muchas cuestiones que deben ser mínimas para quien piensa dirigir un Estado con los problemas que tiene el nuestro. Un incrédulo de la democracia liberal que prefiere entregar la voluntad popular a la clase dominante antes que hacer de ese poder transferido un elemento de apoyo para la prosperidad de la ciudadanía. Por cierto, fíjense que nunca habla de ciudadanía sino de españoles o, a veces, ciudadanos en general, porque no cree en los españoles como ciudadanos sino como súbditos no del jefe del Estado, sino del poder económico. Esta vez no han sido mentiras sino las contradicciones de Casado producto de una mente incapaz que utiliza el odio, la mentira y las palabras gruesas para dirigirse a una ciudadanía que ve como una masa aborregada.

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