Supongamos que, dejando atrás cuestiones como que el referéndum sólo se podría convocar para todo el pueblo español (más vale no jugar con fuego no vaya a ser que Cataluña diga no y el resto de España diga sí), el referéndum catalán se llevase a cabo; que el Congreso de los Diputados aceptase aprobar la celebración de la consulta para la independencia catalana; que todo fuese acordado como en un Estado democrático. Suponiendo todo eso, que para algunos es mucho suponer, quedan muchas dudas sin resolver respecto a una posible independencia.

Hasta el momento sólo sabemos que Carles Puigdemont y su jefe Oriol Junqueras han decidido que la pregunta sea si se quiere un Estado independiente en forma de república. Lo de Estado independiente era obvio pues es por lo que llevan luchando todos estos años. Aquí no existe un problema de choque de nacionalidades sino de deseos de constituir un Estado soberano. Algo que no han entendido en el PSOE del federalismo flower power. Claro que más obvio es lo de constituirse en república. ¿En qué se iban a constituir? ¿En Condado con Pujol de insigne cabeza visible? ¿En Monarquía con un rey germano?

Lógicamente sólo una república tendría sentido. Pero juegan con un elemento simbólico de movilización. “Frente a la monarquía opresora española nada mejor que una república independiente” quieren transmitir. Tampoco esto es importante en términos de calle, del día a día, de las personas. Porque en todo este proceso la ciudadanía es la que está siendo excluida por las élites gobernantes de ambos lados de la disputa. El señor del alto Ampurdán ni aparece, ni quieren que aparezca. Salvo el día de la votación.

Primero es la independencia y luego vendrán la Constitución catalana y las leyes y los derechos y lo que tenga que venir. Pues justo eso que tenga que venir debería ser conocido antes de cualquier votación. Aquí no sólo se juega con un elemento psicológico o emocional sino con derechos y libertades a futuro. ¿Qué va a pasar con las personas? Hasta la fecha parece que volverán a una Edad Dorada donde el cielo desparramaba ambrosía, todos vivían en armonía y los políticos no cobraban el 3%. Un engaño simbólico que llevan años inoculando en el inconsciente colectivo, pero un engaño. Y digo engaño porque en ningún momento están diciendo qué pasará con las personas, los derechos y el tipo de sistema político que se establecerá. Preguntemos entonces a los independentistas.

¿Será Cataluña bilingüe? Al igual que bajo la democracia española se respetan los derechos lingüísticos de los catalanes, es de esperar que los derechos lingüísticos de los hispano-hablantes queden recogidos en la futura Constitución. Cataluña, como entidad multicultural, debería reflejar en su Constitución el respeto a otras formas de expresarse. O ¿se piensa prohibir la utilización del español? ¿Se puede ser catalán y hablar en español en la nueva república? Esto es un factor importante porque, de la misma forma que ellos reclaman una historia medio inventada, sí existen factores culturales de españolidad en Cataluña. ¿Se respetarán constitucionalmente?

¿Qué porcentaje de participación será aceptable para que la independencia tenga legitimidad? Hasta el momento parece que una cuestión así ni se ha expuesto y es un factor de legitimación importantísimo. Si sólo acude a votar un 49% de la población, en términos de legitimación, el referéndum tendría poca validez legal hacia el exterior. Y no digamos si el porcentaje es menor. Al menos, para que el referéndum tuviese una garantía democrática, tendría que recoger un 65-70% de participación. Por debajo de esa cifra, dos tercios aproximadamente de los que habitan el territorio, cabe hablar de exclusión o de instigación social por ejemplo. O de fracaso movilizador de la independencia.

¿Qué porcentaje de los que voten será válido para el Sí a la independencia? Según dan a entender los independentistas con el 50,1% valdría para el triunfo. Olvidan, sin embargo, que aquí no se decide dónde ir de vacaciones o si se quiere gazpacho o paella. Ya que tanto hablan de democracia, se les llena la boca todos los días con la palabra, habría que recordar que eso supondría una tiranía de la mayoría. Sin llegar al extremo de John Stuart Mill y su célebre frase sobre las imposiciones de todos sobre uno, sí que es necesario que en virtud de la libertad y la justicia el porcentaje sea fijado en algo más que la mitad más uno. Hasta el momento en los distintos referéndums que se han votado ese porcentaje se ha situado más o menos en la barrera del 60%. Es decir, que al menos dos tercios de la población se muestren favorables. Claro que con ejemplos como los sanchistas que se quieren quedar con todo con esa mitad más uno poca pedagogía democrática se puede expresar.

Pero lo que no sabemos si habrán calculado en Cataluña es lo que pasará con la gente. ¿Qué ocurrirá con los que adquieran la nacionalidad catalana y vivan fuera de Cataluña? En principio serán unos extranjeros más y deberán solicitar permiso de trabajo, que se les puede conceder o no. No disfrutarán de doble nacionalidad. Tendrán problemas de transferencia de dinero a Cataluña y todo el dinero que tengan allí deberá tributar por partida doble, en el fisco catalán y en el fisco español. Pues se tributa donde se trabaja. Deberán pasar controles fronterizos cada vez que viajen a Cataluña y a la vuelta. Vamos lo mismo que ocurre con un senegalés.

Y en sentido contrario ¿Qué pasará con aquellos que quieran ser españoles en Cataluña? Nada dicen los señores independentistas sobre derechos de los extranjeros en su país. ¿Se les perseguirá? ¿Cómo tributarán? ¿Podrán circular libremente? No son preguntas baladíes sino que afectan al día a día de muchas personas.

Otra pregunta es ¿qué ocurrirá con aquellos que no quieran seguir viviendo en Cataluña porque sientan que sus derechos son pisoteados? ¿Se hará cargo la Generalitat de adquirir sus propiedades? ¿Qué plazo se establece para que puedan asentarse en España con todas las garantías? Supongamos que una familia tiene una casa en Martorell y 200.000 euros en el banco y desean volver a España porque no quieren vivir en una Cataluña independiente. No saben a día de hoy si podrán vender su casa sin verse obligados a deshacerse de ella de cualquier forma o si podrán traspasar su dinero a España sin ningún tipo de problemas. Estas cosas, que afectan a las personas, no las han explicado y son importantes a la hora de votar en un referéndum.

Como es claro habrá un cierre de fronteras en Cataluña y España podrá imponer aranceles a los productos que de allí se envíen o un IVA especial para productos de importación, por ejemplo. Esto no lo han contado en Cataluña. Venden que serán parte de la Unión Europea, aunque ya se han manifestado desde Bruselas en sentido contrario. Esto afectará a los trabajadores porque, más pronto que tarde, habrá despidos salvo que Qatar les compre todo, claro. Es de suponer que la nueva república catalana se apropiaría de edificios y demás infraestructuras que son del Estado español ¿cómo piensan pagar las expropiaciones? El movimiento de despoblación que se sufrirá en Cataluña cómo lo compensarán porque a corto plazo lo tendrían difícil.

Una y mil cuestiones que son importantes en el día a día y que no responden antes de votar. Y para que una votación sea democrática lo mínimo es tener la información adecuada. Seguramente a cada lector le surgirán más dudas y preguntas. Pero todas quedan sin respuesta de la Generalitat y de sus corifeos. Sólo hay un mantra mágico de las bondades de una Cataluña independiente que debe estar en las cabezas de ellos y ellas porque en el día a día no se ve por ningún lado. Pero si no pagan a las farmacias actualmente ¿qué Estado de bienestar pretenden tener sin flujo de capitales?

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