El otro día se comentó en estas mismas páginas que Albert Rivera sufre de ciertas patologías obsesivas, ahora se le puede sumar a aquellas los delirios de grandeza. Sólo así se puede entender que siga afirmando sin lugar a dudas que “cuando Ciudadanos gobierne en Cataluña celebraremos juntos la Diada sin excluir a nadie como hace Torra”. Que Quim Torra y demás secesionistas querían hacer un día de exaltación y de reivindicación se sabía, llevan años haciéndolo. Es más la Diada en sí es una exaltación nacionalista a la que antes acudía Rivera. Por tanto nada nuevo bajo el sol. Salvo que antes no había intereses por ambas partes y era la Diada de todos y todas, como bien reflejan Manuel Domínguez Moreno y Pilar Santo Domingo en su artículo de ayer.

El PSC ha participado en los actos de todos y todas, los más tradicionales, como la ofrenda floral a Rafael Casanova y se ha desentendido de la manifestación por considerarla de parte. Actitud normal de quien desea la convivencia y la concordia. Pero Rivera no. Su ego, sus delirios de grandeza, de ser más de lo que realmente es, han llevado a Ciudadanos a montar su mitin-celebración de la Diada por su parte con el consiguiente batacazo. Por mucho que le llamen a televisiones “amigas”, que se vea guapo en el espejo o que le recuerden todos los días sus conmilitones que es el mejor, resulta que parece ser que no lo es. Rivera se aprovechó de buenas gentes del PSC o del PP para sus maniobras de inoculación del odio en Cataluña, pero ayer le abandonaron. Ayer se percató realmente de que sus apoyos menguan porque la gente no odia como odian él y sus colegas de la extrema derecha.

Abandonado a su suerte se ve que su proyecto es de cuatro y el apuntador. Que las personas se lanzan a la calle por Cataluña (dentro o fuera de España) no por un partido que está al servicio de los intereses económicos del establishment y cuya ideología política es lo iliberal, esto es, el autoritarismo disfrazado de democracia. Inés Arrimadas cada día resulta más cansina por estar siempre hablando de lo mismo y no de los problemas reales y acuciantes de la ciudadanía catalana. Por hablar de odio y de exclusión. Tanto que hasta en su tierra, Andalucía, ya casi no la pueden ni ver… salvo los miembros de la secta naranja.

Ridículo es lo que han hecho con la Diada alternativa. Tanto que ni sus amigos del poder han podido evitar que se viese (y eso que han utilizado planos cortos y oblicuos) que estaban Rivera y sus amigos como mucho. Ni miles de personas ni nada por el estilo. Ese es el poder de convocatoria del egocéntrico naranja en Cataluña a esta altura del partido. Los no-secesionistas están cansados de él y además tienen a Pablo Casado para que los defienda, junto al gobierno de Sánchez. ¡Cuánto van a echar de menos en Ciudadanos a Soraya Sáenz de Santamaría!

Para rematar la faena y sin asumir el ridículo de la mañana, en Ciudadanos no asumen nunca nada, es más intentarán convencernos de alguna conspiración judeo-masónica en su contra, la senadora Lorena Roldán se lanzó a hacer propaganda. “Sánchez tiene abandonado a millones de catalanes por dormir unas noches más en Moncloa” ha dicho la senadora. En su visión fuera de la realidad, como es la visión de Ciudadanos, ha acusado a Pedro Sánchez de no defender la democracia. ¿Por qué? Porque ha habido catalanes que no han podido celebrar la Diada. Según la visión naranja, los comandos del fascismo catalán han ido a casa de todas las personas a impedirles ir a la Diada. La realidad dice que la gente no ha ido por estas hasta las narices de uno y otros. Además que, hay reiterar con ellos y ellas siempre, la Diada es una celebración nacionalista y en día de fiesta mejor ir a la playa o a comer con amigos si no eres nacionalista.

Verse solos en esa Diada alternativa a mayor gloria del ególatra de Albert Rivera y su fervorosa claque les hace pensar que es por culpa de la falta de democracia en Cataluña, porque los Mossos les iban apegar si iban muchos, o cualquier otra locura que pueda salir de esas mentes llenas de patologías políticas cuando menos. Fracaso por culpa de una persona soberbia, egotista y que sólo busca su propia Weltanschauung. Incluso a costa de inocular odio y llevar a la sociedad al borde del enfrentamiento civil. Eso quiere para intentar aparecer como el salvador (táctica propia de dirigentes fascistas). Y Cataluña no necesita que la salve Rivera, ya otros y otras se encargarán.

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