Lo reconocen en voz baja, off the record, pero una gran parte de los dirigentes del PP se encuentran totalmente amedrentados, o acongojados si lo prefieren, con Vox. No es que la dirigencia del partido ultraderechista haya amenazado con darles un par de mamporros si dicen algo que no les guste. No. Al fin y al cabo comparten un tronco común de derecha neocon y autoritaria. El problema radica en que, viéndose atrapados por el “populismo reaccionario” (como lo califican más de tres dirigentes populares) para gobernar, no se atreven a criticar o divergir con Vox en nada de lo que dicen o piden que se haga. Los ejemplos palmarios se encuentran en Andalucía y Madrid donde la extrema derecha campa a sus anchas sin que nadie les diga hasta aquí se ha llegado con el exceso verbal.

Desde Pablo Casado al último concejal madrileño saben que no deben interactuar con Vox en sus cafradas, pero también que deben ser cautos, muy cautos en sus comentarios. Isabel Díaz Ayuso ofrece uno de los dos ejemplos más claros del miedo que tienen los dirigentes populares con los ultraderechistas. En una reciente votación en la Asamblea de Madrid, a propuesta de Vox se pedía las persecución de ideas políticas, la presidenta de la Comunidad de Madrid afirmó que el PP había apoyado la moción de los neofascistas para “no dejarles solos”. No es que el PP, según las palabras de Díaz Ayuso, quisiera apoyar esa persecución de ideas diferentes, es que les tienen miedo. ¿Miedo por qué o de qué? Miedo de que dejen de apoyarles y que Ciudadanos, que como buenos cuñadistas no les ríen las gracias cuando pueden ganar tres votos (y tal y como están de necesitados tres votos son un mundo), decidan abandonar el gobierno para unirse al PSOE. Lo mismo ocurre en la capital donde Begoña Villacís, de momento, se ha negado a ser alcaldesa con los apoyos de PSOE y Más Madrid… pero la tentación está ahí. Y para el PP supondría perder muchísimos cargos públicos, mamandurrias necesarias para su supervivencia como partido.

Casado también tiene miedo. No sólo el que le produce perder poder institucional, con las consecuencias de perder toda esa red de compra de voluntades que han venido ejerciendo desde hace más veinte años en la Comunidad de Madrid y que han comprobado lo letal que puede ser en la Comunidad Valenciana; tiene miedo de que le acaben sobrepasando a medio plazo. Vox les está comiendo la tostada en casi todos los antiguos bastiones de la derecha (Murcia, por ejemplo); les están mordiendo en los tobillos en todos los lugares en los que gobiernan con su apoyo (Andalucía el mayor ejemplo); les están acusando de blanquear a la ultraderecha, algo que sus socios europeos les recriminan cada vez que algún alto cargo se pasea por Bruselas; les han hecho abandonar el marianismo, o lo que es lo mismo la moderación, para embarcarse en una carrera por ver quién es más de derechas, lo que podría ser utilizado por Ciudadanos para reconstruirse (Luis Garicano está luchando por ello y separarse del riverismo radical). Casado tiene un suelo bajo sus pies que no tiene firmeza alguna a pesar de sus resultados en las últimas elecciones, donde logró salvar la barba pero a cambio de entregarse a los neofascistas. Lo sabe y, de momento, no parece dispuesto a cambiar pues cree que la formación naranja ya está enterrada y puede acabar con la verde jugando en su terreno. Y ahí es donde comete su gran error. En Vox no tienen nada que perder mientras que el PP todo y, además, como se ha comprobado a lo largo de la Historia, si juegas en el terreno de juego de los neofascistas acabas perdiendo siempre.

Esto no lo sabe, ni lo tiene presente Casado que, en vez de recoger el guante del PSOE de vetar la presencia de Vox en la mesa del Congreso de los diputados, les ha ofrecido los votos que necesiten del PP para estar allí. Pasa de blanquear por miedo, a institucionalizar a la ultraderecha en la mesa del Congreso. Siempre y cuando lleguen a sumar porque, por el estilo de votación que existe, igual acaban perdiendo hasta sus propios representantes. Eso no le importa a Casado que prefiere perder, como dirían los antiguos, hasta la honra antes que el poder institucional que tiene y que le sirve para colocar a sus cuadros. De hecho, si analizan con detalle la disyuntiva que ha planteado en el Congreso de los Diputados, o Sánchez o España, ha deslizado que en el PP quieren seguir siendo la firme oposición al socialismo. No al PSOE en sí, sino al socialismo. Lo que le lleva a tomar el mismo discurso que los neofascistas que son sus aliados. No quieren apoyar con su abstención al Gobierno de Coalición (no se le pide otra cuestión) porque sabe que eso será utilizado por Vox contra ellos. Aunque esa opción no les impida ser oposición, el miedo a sus aliados de ultraderecha, le impide devolver el favor que el PSOE sí les hizo en tiempos de Rajoy. Acongojados ante sus antiguos afiliados (eso dijo en la batalla por la presidencia del PP), antepone sus propios intereses a los de España, como les gusta decir.

Luego están los despistados andaluces con Juan Manuel Moreno Bonilla que no se entera de la misa la media, porque sólo a él se le puede ocurrir pedir que el PSOE quite a su secretario general (¡Otra vez! Habría que exclamar) cuando ha conseguido un apoyo del 92% para su gobierno de coalición. Como sólo lee El Mundo y ABC, el presidente andaluz tiene una percepción de la vida completamente atrofiada. Igual no se ha percatado no ya que en el PSOE no quieran quitar a Pedro Sánchez (al menos de momento), sino que tampoco ninguno de sus preferidos tendría posibilidad alguna de alcanzar la secretaría general. Han hecho y dicho tantas cosas en los últimos tiempos que la mayoría de la militancia les está cogiendo manía. Pero Moreno Bonilla propone que se quite a Sánchez y así salvar España. ¿De quién? Porque hasta la fecha son las políticas del PP en alianza con Vox y Ciudadanos las que están destrozando la Sanidad y la Educación andaluza, madrileña o murciana. Igual son más peligrosos ellos que el PSOE para España, más respecto al tema catalán donde quieren meter en la cárcel a todas las personas que les apetezca. Sin quitar gravedad al asunto catalán (donde gobierna la burguesía supremacista y autoritaria, vamos el mismo pensamiento que PP y Vox), lo que sucede en España, como dicen PSOE y Unidas Podemos tiene un cariz social que el PP quiere ocultar porque es la herencia que han dejado.

Miedo a Vox para que no les quiten las mamandurrias ni el puesto en la política española, es lo que les provoca ciertos problemas gástricos a los dirigentes del PP. Una diarrea continua que les sirve para blanquearlos, para institucionalizarlos, para llevar a cabo sus políticas (contra la mujer por ejemplo). Una falta de carácter, contrario a lo que hizo el PSOE cuando confrontó con Podemos, que les lleva por la calle de la amargura. ¡A ellos! ¡A los salvadores de la patria! Aunque, en realidad, todo podría ser un embuste y más que miedo lo que están es deseando compartir todo con Vox porque piensan igual. No sería justo con algunos dirigentes del PP cultos, racionales, conservadores, moderados y españolistas (que no nacionalistas), pero muchos en la ejecutiva nacional piensan igual que los dirigentes de Vox. Al fin y al cabo salen de los mismos colegios opusinos, de la misma escuela de FAES neocon y de las ubres del franquismo, pero no todos piensan igual, ni tienen ese ramalazo autoritario. Pero el miedo es libre y ahora en el PP están acongojados.

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