El secretario general del PSOE y actual presidente del Gobierno tiene una extraña obsesión por los candidatos “independientes”. En su corta historia como jefe de los socialdemócratas españoles ha abusado de los llamados «paracaidistas» en listas electorales y cargos relevantes. Su historia política está plagada de personas que se han acercado al PSOE de la mano de Sánchez. Es normal que alguna persona por su pericia o experiencia pueda ser designada «digitalmente» para tal o cual responsabilidad. Sin embargo, en el caso de Pedro Sánchez, se ha exagerado esa presencia en el propio gobierno.

Decía Alfonso Guerra que la llegada de «paracaidistas» debía ser bien recibida por los partidos políticos pero que a esas personas no debería dárseles un plus respecto a los del propio partido. Esto lo decía, además, mientras Felipe González soltaba lastre guerrista en sus gobiernos.

Pedro Sánchez, sin embargo, dota de ese plus a esas personas «independientes» frente a su propia militancia. La razón de este comportamiento podría ser tratada como de incógnita o como un ejemplo más de la decadencia del PSOE. Según fuentes cercanas al entorno de Sánchez sobre la causa de este comportamiento, no han sabido contestar más que el presidente valora a gente de fuera como un ejemplo de independencia. Los críticos afirman, por su parte, que puede ser producto del miedo que siente a que le pueda hacer sombra alguna persona de su propio partido. El presidente del Gobierno siempre se ha caracterizado por una personalidad que respeta en demasía su propio ego y la presencia de alguien de dentro del partido que ensombrezca su figura pasa de ser compañero a enemigo. No se van a analizar aquí esas disquisiciones más propias de una pelea partidista, tan sólo exponer los casos de paracaidistas que han aterrizado bajo la mano de Sánchez en su mandato, y respecto al partido en Madrid, donde parece que la obsesión es mayor.

El primer caso, y, tal vez, el más sangriento, fue el de Ángel Gabilondo. El candidato a la Comunidad de Madrid aterrizó tras fulminar a todo el PSOE de Madrid, ejerciendo Rafael Simancas de cerrajero. Tomás Gómez, en tiempo y forma, había ganado las primarias del PSOE-M para ser candidato a la Comunidad de Madrid. Desde la ejecutiva federal, César Luena, por mandando de Sánchez, pidió a Gómez que se retirara tras una campaña de difamaciones orquestada, con la connivencia de Ferraz, contra el dirigente madrileño. Justo antes de ejecutar la salida con malos modos de Gómez, El País colaba una «filtración» del PP sobre la posibilidad de que Gómez sólo sacase 19 diputados en la Asamblea y fuese sobrepasado con rotundidad por Podemos. Se creaba el ambiente propicio para asestar el golpe definitivo a la pieza codiciada, tener a su entera disposición la candidatura madrileña.

Gómez, junto a toda su ejecutiva, fueron desalojados de la sede de la plaza de Callao y, empujado por el grupo Prisa, Sánchez presentó a Gabilondo como el mejor candidato posible. Se hacía con la candidatura y con el manejo de las listas para que nadie protestase. Una gestora con el férreo control de Simancas, y obrando en consonancia con Luena y el secretario general, observó que igual el “dedazo” de Gabilondo podía ser perjudicial y abrieron unas votaciones sin control —pudieron votar personas sin estar afiliadas— en las Agrupaciones para elegir al candidato deseado, frente al que, en un gesto de defensa de la democracia, se postuló Pedro. El aparato y las promesas de listas hicieron que el elegido fuese el deseado por Sánchez. «Pedro Sánchez me dice que debo dar un paso atrás. Le pregunto que a qué se refiere. Me dice que debo dejar de ser candidato. Le pregunto la razón. Me dice que la descomposición orgánica. Le respondo lo que él ya tendría en la cabeza: que no. Ya le dije que no a un demócrata como José Luis Rodríguez Zapatero. Él me dijo que actuaría según creyera conveniente. Lo que ha hecho es incompatible con la labor de un buen secretario general». Estas fueron las últimas palabras de Tomás Gómez. Se contuvieron en Ferraz de quitar a Antonio Miguel Carmona porque dos ejecuciones hubiesen sido una exageración, aunque estuvo encima de la mesa la posibilidad como nos ha narrado alguien que estuvo allí presente. Hay que recordar el boicoteo a la campaña de Carmona, llegando incluso a contraprogramar sus actos electorales con otros de Gabilondo a la misma hora.

Así, mediante la devastación de una Federación/Partido, logró Sánchez situar al candidato que él quería, como pago a ciertos favores, en un momento donde se veía como el siguiente presidente del Gobierno por todos los casos de corrupción del PP y sin miedo al sorpasso de Podemos. Las elecciones castigaron la osadía de Sánchez dejando a su candidato con el menor porcentaje de voto del PSOE en la Comunidad de Madrid. Gabilondo, después de una anodina portavocía en la Asamblea, sigue siendo el candidato elegido por Sánchez. En esta ocasión nadie consideró necesario oponerse al electo de Ferraz, aunque se había preocupado José Manuel Franco, el secretario general madrileño, de bajar las opciones de quienes hubiesen querido optar al cargo. Esta es la historia del primer paracaidista en Madrid. En las elecciones generales, vendrían las siguientes.

Llegó el tiempo electoral de Pedro Sánchez para diciembre de 2015. Dejando de lado la pancarta de 70 metros cuadrados con su foto que recordaba a la que José María Gil Robles colocó en la Puerta del Sol («Estos son mis poderes»), el secretario general decidió llenar la lista de Madrid de independientes. En esta ocasión fueron tres mujeres porque decía confiar en su poder y su necesaria presencia política, lo que ocultaba el peligroso mensaje de que las militantes de su partido no le servían. Margarita Robles, ya había sido secretaria de Estado con Felipe González y fue situada como número dos. Se supone que para hacer ver que si Podemos tenía una jueza (Manuela Carmena) en el PSOE también tenían otra. Sin embargo, en el recuerdo de los viejos socialistas madrileños estaban ciertas acciones y filtraciones que Robles hacía a los medios de comunicación cuando era el tiempo de «La Conspiración». No gustó esa elección.

Algo mejor cayó Zaida Cantera, oficial del ejército, que había sido suspendida y perseguida por denunciar un caso de acoso sexual. La ex-militar fue bien recibida porque se entendía que su lucha era la de todas las mujeres. Hoy en día está un tanto olvidada en el Parlamento, después de haberse batido el cobre en la campaña previa a las primarias del regreso de Sánchez o en la defensa del «No es No» a Rajoy. Debe ser que darse de alta como militante ahora le penaliza a Cantera. Pero en su momento fue una de las paracaidistas de Sánchez en las listas madrileñas.

La siguiente, que causó repulsa y protestas en Madrid, fue Irene Lozano. Amiga personal de Sánchez y por la que siente cierta debilidad dado que no se entiende que siempre la tenga a su lado. Una persona que calificó a los socialistas como lo peor de este mundo, los más corruptos —«El PSOE permite las prácticas corruptas de cargos públicos», llegó a decir—. Otras frases gloriosas de Lozano sobre los socialistas fueron: «Su ideal europeo es que esto sea una mezcla entre Suiza y Sicilia»; «El PSOE considera que Andalucía es su cortijo». Ex dirigente de la UPyD de la reaccionaria Rosa Díez, Sánchez la colocó en las listas de 2015 pero ella misma renunció a estar en las de 2016. Eso sí, también la situó en el Comité de Expertos del que se rodeó —otra manía de Sánchez— como experta en regeneración democrática, cuando salvo las proclamas tribunas en el Congreso no se le conoce experticia en la materia ya que es periodista. Tanto le atrae la figura de Lozano que ha sido nombrada, en un nuevo giro de la historia, como directora de Marca España, la oficina para la proyección de la imagen comercial del país en el mundo. Tampoco se le conocen capacidades para la materia, pero Sánchez la quiere consigo.

El último paracaidista en aterrizar ha sido José Vicente Hernández, ex seleccionador de baloncesto y amigo personal de Pedro Sánchez. A Pepu no se le conoce ningún tipo de conocimiento sobre posturas más o menos socialistas o de izquierdas, pero el presidente del Gobierno ha decidido que debería ser el candidato a la alcaldía de Madrid, ha decidido que las dos cabeceras de las listas con mayor resonancia mediática sean de dos independientes y no de militantes. Deberá pasar por unas primarias que todo el aparato de Moncloa —José Rodríguez está moviendo todo lo que puede las redes sociales en su favor—, de Ferraz y de Buen Suceso —la Agrupación de Moncloa, saltándose toda imparcialidad, retuitea los diferentes perfiles creados— están intentando inclinar en favor del candidato elegido por la voluntad de Sánchez.

Este grupo de paracaidistas, a buen seguro, aumentará en las listas próximas, hecho que la trayectoria de Sánchez avala puesto que ni siquiera se dignó a dignificar a muchos de quienes se partieron la cara por él cuando estaba defenestrado tras al Comité Federal del uno de octubre de 2016 dejándolos arrinconados.

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