En la vida política de Manuel Marín quedan dos hitos personales por los que será recordado. Haber sido uno de los negociadores de la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (posteriormente Unión Europea) y ser el presidente del Congreso de los Diputados. Pero por encima de todo, fue un europeísta convencido, lo que no le impedía recordar sus orígenes manchegos y ciudadrealeños. Se implicó en el movimiento europeo como pocos políticos españoles y pudo poner en marcha ese europeísmo desde diversos puestos en la Comisión Europea. Fue comisario de Educación, Empleo y Asuntos Sociales, Cooperación, Desarrollo y Asuntos Marítimos, y  Comisario Europeo de Relaciones Exteriores. También hizo un interregno como presidente de la Comisión entre la salida de Jacques Santer y la llegada de Romano Prodi.

No era de extrañar esa posición europeísta dado que en su juventud tuvo la suerte de conseguir una beca para estudiar en Nancy (Francia) y en el Colegio Europeo de Brujas (Bélgica) donde entró en contacto con el PSOE, partido al que se afilió en 1974. Por tanto uno de los antiguos de verdad del socialismo patrio. Fue diputado por Ciudad Real en las legislaturas de 1977, 1979, 1982, 2000 y 2004. Fue en la última legislatura cuando el presidente Rodríguez quiso que fuese presidente del Congreso de los Diputados.

Hastiado de tantos años en la política activa, decidió en 2007 que ya era hora de abandonar la actividad que le había consumido tantos años. Se medio retiró ya que Ignacio Sánchez Galán quiso que presidiese la Fundación Iberdrola hasta la fecha de su muerte. Un puesto que le permitió estos últimos años de vida luchar contra el cambio climático. Esa preocupación le quedó después de su estancia europea y a ello se dedicó. Pero de lo que más orgulloso estuvo siempre fue de la entrada en la CEE. Así lo contaba en el libro de María Antonia Iglesias, La memoria recuperada: “En aquella época las estadísticas españolas eran aterradoras; era un país que necesitaba la modernidad del Derecho comunitario. Sabíamos que la incorporación del Derecho, la normativa y el sistema de estándares comunitarios, realmente era algo que necesitábamos como el comer, porque implicaba una modernización obligatoria, porque era un Derecho que se aplicaría obligatoriamente después del periodo transitorio, pero que implicaría ya dar el salto a la modernidad”.

Ese intenso deseo de modernidad que era la ideología del PSOE de Felipe González, esa regeneración de España (¡Al fin!), era parte también de los deseos y exigencias políticas de Manuel Marín. Y, en este su adiós, seguramente habrá tenido en su mente que algo se hizo. De hecho si algo molestó a Marín en sus años políticos fue el cambio de estrategia del gobierno de Aznar. Esa forma de venderse a los EEUU de Bush Jr. y los británicos. “Ellos han cambiado claramente los ejes de su política exterior. El eje fundamental y casi único de la política exterior española, ahora, es Estados Unidos. Europa ya es secundaria. Es una mirada lógica en un británico, pero en un español es extravagante. El tiempo los juzgará”. Y lo hizo y sigue haciendo por aquel grave error.

Hoy el manchego ya no está entre los vivos, pero el europeísmo que legó persiste entre sus compañeros del PSOE. Los mismos que hoy le lloran.

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