Se quejan en la sede (pagada con dinero en B) de la calle Génova que el presidente de la Junta de Andalucía no ha hecho más que rodearse de “sorayos” en su gobierno. Ha dejado fuera, denuncian sin rubor, a los casadistas y a los cospedalistas (estos un poco menos) en sus nombramientos. Y no se acaban de fiar de Juan Manuel Moreno Bonilla por ese motivo. Creen que el presidente va a ir por libre, ejerciendo de barón opositor a las posturas más duras de Pablo Casado. Por eso le mandaron a Teodoro García Egea y a Javier Maroto a negociar con Vox, mientras que tuvieron más libertad en su acuerdo con Juan Marín, aunque con la vigilancia sobre éste de los comisarios políticos de Ciudadanos (José Manuel Villegas). Que Elías Bendodo sea su escudero no molesta en sí, al fin y al cabo, además de amigo personal de Moreno Bonilla, es hijo del aparato de partido y su lealtad está probada (ha tragado quina por impedir que fuese alcalde de Málaga). Pero no gusta ese toque sorayo que tiene el presidente.

No habrá sentado bien, entonces, la semana “susanista” que lleva Moreno Bonilla. Ha primado en sus primeras reuniones como presidente de la Junta de Andalucía al susanismo y al PSOE andaluz “pata negra” antes que a sus compañeros de partido o el sanchismo. Se ha transformado en susanista en cuanto se ha sentado en el trono de San Telmo. Igual producto de las esencias socialistas que deben quedar en palacio, igual producto de la actitud dialogante y moderada que Soraya Sáenz de Santamaría siempre ha creído como más adecuada para que el PP fuese un partido hegemónico. El “susanismo” de Moreno Bonilla no es más que el “sorayismo” del PP y eso gusta poco en Génova.

Moreno Bonilla con Carmen Castilla (UGT)

La primera reunión, junto a la consejera de empleo Rocío Blanco (Ciudadanos), fue con las secretarias generales de los sindicatos UGT y CCOO. No es que se haya vuelto socialdemócrata de repente, piensa actuar como hizo cuando estaba en el gobierno de Rajoy, privatizar y expoliar lo público, pero con diálogo y cara sonriente. La entrevista con Nuria López (CCOO) y Carmen Castilla (UGT) hay que entenderla como un mecanismo de arreciar las críticas del susanismo sindical ante lo que hará y no rendir pleitesía a los deseos de Casado. Marca terreno frente a la deriva reaccionaria que están tomando en Madrid, pues sabe que en Andalucía si quiere resistir debe hacer andalucismo susanismo a tope. Bastante tiene con Vox al lado para querer imitarles. Quiere tener a los agentes sociales a su lado o, cuando menos, con un perfil neutro y no claramente enfrentado.

La traca final la reservaba para el viernes y sus primeras visitas institucionales. No fue a Málaga donde está Francisco de la Torre de alcalde y que hubiese sido más lógico según el aparato genovés. Más cuando él ejercer de malagueño. Al contrario, fue a visitar al susanismo más potente de Andalucía. El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y el presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos. Como pueden ver en las imágenes, sonriente Moreno Bonilla, consciente de que posiblemente sigan gobernando esas mismas personas en el futuro, aunque la locura electoral en la que se vive puede provocar cualquier otro resultado, ha querido ganárselos para la causa. Por mucho que diga que va a acabar con la administración paralela, se sabe que no será así, sino que intentará hacerse con parte de ella para su causa. Por ello debe hacerse susanista y confraternizar con los socialdemócratas andaluces pata negra. Los que mandan más que Susana Díaz.

Moreno Bonilla con el alcalde de Sevilla, Juan Espadas (PSOE-A)

Esa confraternización no sólo es estrategia política, evitarse enfrentamientos institucionales no tanto que acaben con su presidencia, para eso sabe que el peligro le viene de Génova y no de San Vicente, como tener a los medios de comunicación que también se nutren de esas entidades en su contra frontalmente. Sino que entronca en una forma de hacer política en Andalucía donde, pese a ser de distintos partidos, hace que el PP y el PSOE tengan ciertos lazos emotivos vestidos con un antagonismo falso. A Villalobos le interesa tenerlo de compañero porque mueve mucho dinero e inversiones estatales. A Espadas porque no quiere que el sanchismo se haga con el PSOE andaluz y quiera destrozar el statu quo establecido de españolismo, andalucismo, de fiesta y pandereta en Canal Sur.

Se hace susanista para aguantar en el Gobierno y, especialmente, revelar su autonomía como el barón que ejerce su poder en la autonomía más grande de España. Y el primer presidente no del PSOE que gobierna allí. Casado podrá tirarse por un puente si quiere. Y puede entregar Madrid a Ciudadanos y Vox con la elección de sus candidatos. Pero Moreno Bonilla quiere abanderar la moderación y la lucha por el centro imaginario del espacio político. Quiere que cuando Casado se estrelle, él seguir en la Junta. Y para eso tiene que ser no sólo sorayista, sino también susanista. “El diálogo con los ayuntamientos será una constante del gobierno que presido. Sin colores políticos, la única prioridad son los andaluces” dejó por escrito el presidente andaluz. Toda una declaración de sorayismo institucional y un aviso a Génova.

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