Que en Vox utilizan la algarabía, la demagogia y la mentira como mecanismo de comunicación, el cual les permite estar en el candelero continuamente, no es nuevo. Desde que irrumpió la política de masas en el siglo XIX la exageración ab absurdum es parte de la misma. Populistas y demagogos han existido a lo largo de la historia, con independencia de si estaban en una democracia, una autocracia o el régimen político del momento. En Vox, como buenos neofascistas, ergo populistas, utilizan la exageración y la manipulación de los datos (conociendo que están manipulando, no piensen que son estúpidos en ese sentido) para lograr introducir sus temas y mover la agenda política hacia sus ocurrencias. En la guerra cultural que vienen planteando los neofascismos por toda Europa y allende las fronteras esta es la regla de oro para conseguir hacerse con un nutrido grupo de seguidores. Al contrario que los partidos sistémicos, los neofascistas sí creen en la política de masas y en la movilización de las personas para conseguir efectos simbólicos que penetren en el inconsciente colectivo de la gran mayoría. Y el recurso más socorrido es la demagogia y las propuestas “asalvajadas”.

Una de las propuestas de ese tipo es la introducción del pin parental que tanto revuelo está causando. Mediante este tipo de bravuconada, a la que los partidos de izquierdas han entrado como si fuesen un toro al que le ponen la muleta delante y no pensasen, pretenden no sólo deslegitimar la escuela pública (ese lugar donde adoctrinan a los hijos e hijas) para promover el cheque escolar y que la mayoría de las niñas y niños estudien en colegios privados donde les adoctrinen en valores católicos y neoliberales, sino también situar el tema de la diversidad sexual, ideológica y religiosa en cuestión. Una guerra cultural total a la que la izquierda no responde siempre de forma correcta y se deja llevar a un terreno tortuoso. Tortuoso porque no controla ningún medio de comunicación y tiene unas bases desmovilizadas y poco formadas (ya que así lo han querido desde hace años). Decía Louis Althusser que la lucha de clases también había que darla en lo teórico y la izquierda lleva tiempo enredada en cuestiones identitarias, asumibles por el sistema, y no aquellas (principalmente imbricadas en los material) con las que confrontar en esa guerra cultural.

Más allá de las carencias que pueda haber en la izquierda, lo que demuestra la algarada de esta semana que ha provocado Vox con el pin parental es que la mayoría de sus dirigentes y afiliados tienen problemas mentales graves. Más allá del “¡Quitar las manos de nuestros hijos!”, que también comparten en el PP como todo el mundo ha podido comprobar, pues no dejan de ser el mismo árbol, aunque éste no es de la ciencia, los mensajes de unos y otras no son exageración sino muestra de tener graves desequilibrios psicológicos. Comencemos con el eurodiputado Hermann Tertsch quien ha dejado una verdadera perla en Twitter: “El pin parental es un instrumento para evitar que tu hijo llegue a casa y diga que Otegi visitó el cole y lo idolatra, que las mujeres que secuestran a sus hijos o ponen denuncias falsas son heroínas y que pretenda penetrar a su hermanito para liberarlo del heteropatriarcado”. ¿En qué mente enferma cabe que en una charla de colegio, que es lo que dicen que protege el pin parental, acudirá alguien a decir que hay que sodomizar al hermano? Evidentemente en la del hijo de un mando nazi. Hay que estar muy enfermo de la cabeza para pensarlo, pero aún más para expresarlo así como quien no quiere la cosa. Y bien habría que recordar a Tertsch que las uniones filiales si en algún sitio han tenido un uso corriente en la historia es en las monarquías y las aristocracias que tanto defiende.

https://twitter.com/vox_es/status/1218524672695898114

No piensen que esto es cosa de Tertsch solamente sino que en Vox piensan de forma similar. En otro mensaje en Twitter el partido se ha expresado de la siguiente manera: “Lo que no soportamos es que os metáis en nuestra casa y nos digáis cómo tenemos que vivir y cómo tenemos que educar a nuestros hijos. Y menos aún que con dinero público promováis la pederastia”. Una idea similar a la del hijo del nazi. ¿En qué momento la ley de educación del PP que está vigente permite el fomento de la pederastia? Nunca y desde luego el Estado actúa con vehemencia contra los pederastas, incluyendo a los muy peligrosos digitales. Es habitual ver noticias donde la policía nacional o la guardia civil han detenido a grupos organizados. Lo curioso de esto es que en Vox, que además de neofascistas son ultracatólicos, jamás hayan dicho nada de los verdaderos pederastas que hemos conocido por las noticias a lo largo y ancho del mundo la iglesia. Y no son casos aislados como los que presentan los periódicos de la carcunda cuando dan como hecho generalizado a personajes extraños (muy necesitados de ayuda psiquiátrica) o declaraciones del movimiento queer, sino que son cientos y cientos de denuncias de violaciones durante años. Da igual heterosexuales u homosexuales, numerosos curas han violado y mancillado a niñas y niños pero no verán a las gentes de Vox decir que los colegios religiosos deberían ser cerrados para evitar que se produzcan esos casos.

Este tipo de declaraciones no son producto de la exageración o de llevar todo al absurdo, sino que al contrario son convicciones presentes en las cabezas de estas personas. Lo que Otegui es una exageración que actúa como mecanismo simbólico, lo de la pederastia o la sodomización de un hermano es producto de un proceso psicótico mucho más profundo y que requiere intervención médica. Son cuestiones que se han escuchado a gentes de la secta ultracatólica El Yunque o en charlas del Camino Neocatecumenal donde se adoctrina, más allá de los mandatos de la iglesia católica, a personas para disociarlas de la realidad mediante un proceso muy conocido en las investigaciones de las sectas. Un tipo de pensamiento como el del cardenal Giovanni Battista que se ha atrevido a decir que “la violación es menos grave que el aborto” cuando una menor brasileña abortó para no tener descendencia de su padre violador. Verdaderos enfermos mentales que necesitan algo más que un mero psicoanálisis. Y no vale como excusa la ingesta de bebidas espirituosas en alguno de los casos.

Es algo que está dentro de todas estas personas que piensan que la homosexualidad o el lesbianismo se contagia como si fuese una enfermedad; que las gentes de izquierdas son degenerados morales y tienden a la pederastia (cuando los datos de los últimos años demuestran que son más las personas de derechas y profundamente religiosas las que cometen esos actos); que la libertad de conciencia es un constructo social de los “progres” mientras que la moral religiosa es verdad revelada (por unos señores que ni conocieron a Jesús en el caso del cristianismo como se ha demostrado), salvo que sea islámica que entonces es una fórmula de los rojos para acabar con España… Sólo creen en la libertad suya, en la que está dentro del mandato, por un lado, de la moral cristiana y, por otro lado, de la clase dominante capitalista. El resto atentados a la libertad vistos desde un prisma sectario y necesitado de terapia como poco.

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