La Asociación de la Prensa de Madrid ha otorgado el premio al mejor periodista especializado a Nino Olmeda. Un gran reconocimiento a un gran profesional de Servimedia que bla, bla, bla. Nino es antes persona que periodista. Y si en lo segundo es bueno imaginen en lo primero. Pasó las de Caín desde que nació y eso le ha hecho una buena persona, abierto a las experiencias vitales y a relativizar todo el mundo político. Su familia y amigos es su verdadero mundo, lo otro, de lo que habla constantemente es nada más que una función de teatro. Teatro de la vida, pero teatro con sus actores y actrices, sus tramoyistas, sus decoradores, pero sin alma. El alma lo encuentra uno con Nino hablando de lo más común.

Conocí a Nino, ¿dónde iba a ser?, en la Asamblea de Madrid. Llegaba yo acojonado sin saber qué coño era aquello. Y rápidamente me acogió y me guió en el proceloso mundo de la prensa política. Pero la verdad me quedo con las comidas de los jueves donde se habla de lo que realmente nos importa y con las risas compartidas día tras día en mil sitios distintos. Un grupo de periodistas, de distintos medios, de distintos modos de entender la profesión, hablando de la actualidad y pasando sin previo aviso del último caso de corrupción, del último gol o de la última declaración al color, al sabor o al efecto de las cremas estimulantes en las relaciones íntimas.

Comprometido con la izquierda, que no es lo que nos venden los partidos, y con las personas con diversidad funcional. Término que ha descubierto a sus maduros años, cuando toda su vida se autocalificaba como “cojo” o “destrozao”. Fue capaz de poner a Aguirre en una silla de ruedas para que viviese in situ lo que eran los sufrimientos de las personas discapacitadas. Es extraño el compromiso periodístico respecto a la discapacidad y Nino lo representa. Las personas con diversidad funcional suelen estar abandonadas por el mundo mediático y sólo aparecen en los papeles/webs cuando se entra en la página de sucesos o cuando tal o cual famoso reivindica tal o cual cosa de la que luego se olvida. Nino, sin embargo, el compromiso lo tiene casi tatuado en su cuerpo y eso demuestra que el ser un buen periodista es algo imposible si no se es buena persona, tal y como dijo Kapuscinski.

Vallekano hasta la médula. Simpático y vehemente a la vez. Su trabajo en una agencia de noticias no le impide tratar de que no le cuelen ninguna. Recuerdo cuando Ignacio Aguado se pasó toda una rueda de prensa criticando a Cifuentes y Nino para terminar le pregunto “¿Si tan mal lo está haciendo por qué la apoyan?”. Pálido se quedó el portavoz.

Amigo de sus amigos. Los tiene ricos y pobres. De derechas y de izquierdas. Libres o en la cárcel. Gitanos y payos. Nino no busca la apariencia sino el ser profundo de la persona. El teatro para disfrutarlo en viernes por la tarde. Aunque puestos a elegir seguro que preferiría una buena ración de cante jondo y otra de calamares para acompañar.

El premio no lo merece por periodista. Como él dice “llevo años sin dar una notica de verdad”. Nino merece el premio por cómo es como persona. Un ser humano con todos sus defectos, sin duda, pero con todas sus virtudes también. La pasión por la vida que desprende por sus poros es mucho mayor que la que siente por el periodismo. Nino es vitalidad. Vivir la vida sin sufrir y sin hacer sufrir a los demás. Ejemplo para muchos como persona y, tal vez, como periodista. Pero tío, ¡jubílate ya!”

 

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