Desde que empezara el desfase de la performance independentista, los que no creemos en toda esta farsa, hemos pasado por demasiadas cosas. Dejando a un lado que llevamos más de 5 años de matraca anual, de 11-S, de caras pintadas, de merchandising, flashmobs y demás parafernalia… Desde la última Diada, hemos tenido dos tazas, postre, café, copa y puro.

El 1-O, bueno, todos vimos qué pasó. Políticos bien escoltados y sonrientes, animando a la gente a salir a votar y a impedir la retirada de las urnas. Frotándose las manos al ver la resistencia que oponían cientos de ciudadanos y que provocarían las cargas policiales. A pedir de boca. El plan perfecto para entrar en fase victimista y venderse como el pueblo oprimido que NO son.

Desde entonces, manipulación en tv, radio, prensa y redes. Parecía que al principio colaba y que medios internacionales se echaban las manos a la cabeza ante la presión ejercida por el gobierno de España enviando a sus FCSE a “pegar” a ciudadanos indefensos que sólo querían votar. Que los insultos, empujones, golpes, sillazos, patadas y demás agresiones que sufrieron los agentes obligados a cumplir una orden judicial, estaban más que justificados. ¿A santo de qué se meten a retirar urnas cuando desde días atrás se les venía avisando que no eran bien recibidos en Cataluña? Cuando sus supuestos “compañeros” los Mossos debían haber trabajado para facilitarles la labor y por la contra, no sólo no los ayudaron, sino que fueron partícipes de linchamientos, escraches, expulsión de hoteles e incluso de dejarlos abandonados en un edificio rodeado por la muchedumbre exaltada durante más de 12 horas.

Por la contra, ciudadanos como yo, agradecimos la llegada a Cataluña tanto de Guardia Civil como de Policía Nacional. Porque, seamos claros, la locura colectiva se tornaba cada vez más peligrosa y visto el percal, quien se suponía debía velar por la seguridad de todos, parecía estar más por la creación de repúblicas ficticias que por mantener el orden, la seguridad y la legalidad. Dicho sea de paso, que los que consideramos ilegal el butifarrendum del 1-O no somos considerados demócratas, ni buenos ciudadanos, ni catalanes, ni siquiera personas…

No nos dejéis solos con esta panda de fanáticos, por favor

Con el apoyo de la policía autonómica, los medios subvencionados habituales, supuestos apoyos internacionales, personajes públicos a su favor y la total confianza del que se sabe impune, siguieron campando a sus anchas. Diciendo que sí o sí habría DUI. Era el sueño de todo fanático. Sus líderes actuaban y le decían todo aquello que quería oír. Y mientras, la gente que no quiere independencia (como es mi caso), con un sentimiento de impotencia, de incertidumbre y de completa indefensión.

Hemos visto como ha ido creciendo su confianza, su ego. Como ya no miden las palabras y se creen claramente superiores a todo aquel que no piense igual. Ya no hay esa “prudencia” fingida para mantener su actitud de la ya famosa “revolución de las sonrisas”. Ya no hay sonrisas, sólo queda revolución en forma de amenazas, coacción, insultos, agresiones, pintadas en domicilios particulares, etc.

Sin ir más lejos, el pasado día 3 de octubre, yo misma me vi obligada a hacer huelga (sin estar de acuerdo). Me obligaron a quedarme en casa porque las buenas personas ese día, los demócratas, necesitaban un acto de repulsa contra la brutalidad policial ejercida el 1-O. Por eso, nos obligaron a las malas personas, a los malos catalanes a acatar una huelga. Porque querer asistir a nuestro puesto de trabajo debe estar en la lista de cosas fascistas y opresoras.

Para colmo han encarcelado a los “Jordis”, los ya denominados “tietes del procés” (las titas del proceso). Y como aceptar los delitos de los cuales se les acusa sería demasiado honesto, se han sacado de la manga la cantinela de que son “presos políticos”. Ya tenemos eslogan, chicos. Explotémoslo.

Y así, hemos ido viendo cómo el Gobierno Central permanecía impasible desde Madrid, permitiendo que se machacase a los catalanes no secesionistas. La sombra del 155 planeaba sobre Cataluña, pero no acaba de llegar. Es algo así como cuando nuestra madre nos enseñaba la zapatilla con tono amenazador, sólo una advertencia, sin peligro. Lógicamente, en la Generalitat iban sobrados de confianza y finalmente el día 27 de octubre, declararon su DUI. El mismo día por la tarde, se anunció la aplicación del Art.155. En una misma jornada, suspiramos de profunda tristeza y de alivio (en parte).

Con el 155 en marcha parecía que se iba a restablecer el orden en Cataluña. Las elecciones autonómicas previstas para el 21-D no son del agrado de todos, pero al menos, parecen prometer poder traer un poco de estabilidad. Ya que miles de empresas han salido despavoridas de Cataluña por la inseguridad jurídica y hay que restablecer cuanto antes este despropósito.

¿Se puede rizar más el rizo? Hablamos de Cataluña, ¡Por supuesto que sí! Ahora tenemos a un Expresidente fugado a Bélgica que no es más que un simulacro de Companys (con mejor melena eso sí). Un ex-vicepresidente entre rejas junto a una gran parte de los Consellers de la Generalitat, que han pagado el pato que Puigdemont no ha querido pagar. Ahora que entre rejas pueden presentarse a elecciones autonómicas de un país cuyas leyes y Constitución no reconocen. Esto sólo pasa en Cataluña.

En la calle la gente cada vez más exaltada, más violenta y por qué no decirlo, más ciega. Defienden a un presidente que los ha abandonado en el momento más importante de sus vidas. Todo es justificable en nombre del procés. Todo está medido. Lo tienen delante y no lo ven. Están ciegos. Les han engañado.

Ahora cada noche, a escuchar caceroladas en repulsa por la encarcelación de lo que ellos llaman “presos políticos”, a estas alturas de la película, no van a llamar a las cosas por su nombre ni a contar la verdad, cuestión de costumbres.

En la calle, en el trabajo, con amigos, compañeros de trabajo, familia, ya nada es igual. Hay tensión, nerviosismo, desconfianza. Todo el mundo procura evitar el tema porque hablar de ello, siempre acaba en discusiones, en portazos y en relaciones rotas. Cataluña ya está rota. En cuestión de un mes, dos huelgas impuestas por la fuerza. Respetando los deseos de todos los catalanes, como viene siendo habitual (nótese el sarcasmo).

Parece ser que desde el Gobierno Central enseñaron la zapatilla (léase el 155) pero no la acaban de lanzar. Estamos cansados, hartos, nos sentimos abandonados y muchos vivimos amenazados en nuestra propia tierra. ¿Y todo por qué? Pues según la Sra. Forcadell por algo simbólico, algo que no ha existido. La cuestión es que Cataluña está herida de gravedad social, moral y económicamente y me temo que eso, eso sí es muy real. No nos dejéis solos con esta panda de fanáticos, por favor.

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