A finales de Octubre 1991 una enorme borrasca extra tropical salió del Océano Atlántico, a la misma vez que un ciclón tropical, que llegó a ser huracán, comenzó a ser absorbido por ella al final de su vida, destruyendo su organización y siendo integrado provocando lo que se denominó “Tormenta perfecta”.

Aquí ahora la derecha extrema se suma a la extrema derecha siendo absorbida por ella, en una campaña constante de acoso y derribo a Pedro Sánchez y su gobierno en un intento de provocar ese tipo de tormenta que le destruya. Con el riesgo de conseguirlo a costa de destruir todo a su paso.

Como Aznar en 2004 consideran que se les ha sacado de su lugar natural de manera ilegítima, porque ellos han nacido exclusivamente para ejercer el poder, a ser posible absoluto.

No han asimilado que nuestro sistema político está basado en que ese poder de decidir quién es el Presidente del Gobierno lo tiene el Parlamento. No llega a él quien lidera la lista más votada, sino aquel que es capaz de concitar los apoyos suficientes para conseguir la mayoría absoluta en ese Parlamento.

Eso ocurrió el 1 de Junio de 2018 y por eso cayó Mariano Rajoy y Pedro Sánchez asumió la presidencia.

A esa derecha extrema no le importa incurrir en contradicciones, como las que les han llevado a infringir su propia demanda en Andalucía. Allí ahora gobiernan abandonando su tesis sin el menor pudor, no siendo la lista más votada.

A partir de aquel instante una vez recuperados del shock producido, se han dedicado a conjurarse para dar la vuelta a la situación. Primero repitiendo cual mantra la necesidad de elecciones anticipadas, ahora con el apetitoso juguete de la situación en Catalunya.

No es la primera vez que utilizan un problema de estado para debilitar a un gobierno socialista. A Zapatero le acosaron hasta la extenuación utilizando de manera inmoral sus intentos de solucionar el “problema vasco”. Incluso como ahora convocaron una gran manifestación contra su proyecto de acabar con la situación de violencia.

Lo hicieron, lo hacen, interpretando que en la sociedad española se está produciendo un deslizamiento hacia posiciones de derechas. Al menos es su análisis después de las recientes elecciones andaluzas, que les ha permitido con la suma de esa triada siniestra PP-Cs-VOX conseguir la mayoría absoluta y arrebatar el poder al PSOE.

Actúan vilmente ocultando que ellos, tanto en el intento de acabar con la violencia de ETA como con el problema en Catalunya, hicieron justamente lo mismo. ¿Quién no recuerda el papel que quisieron cumpliera el obispo Uriarte en el primero, o más recientemente el lehendakari Urkullu en el segundo? ¿Cómo es posible que olviden malintencionadamente que Aznar denominó al mundo de ETA, “Movimiento vasco de liberación”?

¿Tampoco recuerdan, como lo ha hecho en diversas ocasiones Arnaldo Otegi, sus contactos a través de gentes de la relevancia de Martín Fluxá, Arriola, o Zarzalejos? Por cierto siendo el primero de ellos en aquel momento Secretario de Estado de Seguridad.

Porque los problemas de estado y lo de ETA entonces y Catalunya ahora lo son, necesitan por parte de los dirigentes políticos altura de miras. Ser capaces de trascender a lo puramente táctico o electoralista para llegar a lo estratégico.

La insostenible situación en Catalunya no es un problema sólo de Pedro Sánchez o el Gobierno, o incluso del PSOE, sino que afecta a todo el país (ponga aquí cada cual lo que desee), al PP también y por lo tanto tiene la obligación, la responsabilidad de ayudar a resolverlo.

Claro eso es con una visión de estadistas al más puro estilo de la admirada, para ellos especialmente, Transición. ¿Podemos imaginar por un instante a Casado en el papel de Manuel Fraga, o Rivera en el de Adolfo Suarez?

Aunque debemos ser justos y tampoco estarían a la altura Pedro Sánchez en el papel de Felipe González, Pablo Iglesias en el de Santiago Carrillo, e incluso Carles Puigdemont en el de Jordi Pujol.

Probablemente con estos personajes aquella Transición no se podría haber hecho, o al menos de la manera pacífica y ordenada con la que se hizo. Tuvo defectos, eso es indudable, algunos aún los estamos sufriendo, entre otros no haber dejado resueltas las tensiones centro-periferia causante de la grave crisis actual, pero contó con altas dosis de imaginación, audacia, y generosidad, condiciones de las que ahora se carece.

Como ha dicho acertadamente Iñaki Gabilondo estamos teniendo mala suerte, porque en este momento crucial de nuestra historia los políticos que nos dirigen no están a la altura de las circunstancias.

Porque aunque las encuestas del CIS nos indiquen que el problema más importante de la ciudadanía es el paro, o la situación económica que hace que incluso con trabajo se pueda estar en situación de pobreza, no es menos cierto que el segundo y tercero tiene que ver con los partidos y sus políticos.

Por eso o resolvemos la situación en Catalunya de forma rápida, acertada y de la  mejor manera para ambas partes del conflicto, o esa extremidad ahora a punto de gangrenarse acabará por envenenar todo el cuerpo.

Desde luego eso no se consigue con aplicación perpetua del artículo 155, estados de excepción, o con el ejército patrullando sus calles y plazas. Tampoco con exigencias imposibles, al menos en el corto plazo. Se soluciona con diálogo, negociación y acuerdo.

El loable intento de Pedro Sánchez, su valentía a pesar de cometer errores de bulto propios de la inmadurez, debe ser respondida desde la otra parte con la misma moneda.

La inmoral campaña de la derecha extrema y la extrema derecha contra esa vía abierta, merece que el mundo independentista reaccione dando oxígeno a quien intenta realizarla y ese aporte energético pasa inexcusablemente por la aprobación de los presupuestos, que salve al menos a corto plazo la situación.

La tormenta perfecta que intentan provocar Casado y sus adláteres (aunque quizás lo correcto fuera decir Abascal y su adláteres), tiene como finalidad dinamitar puentes, destrozar cualquier posibilidad de diálogo, arrasar con todo y ante eso sólo se puede responder con política y política.

Que por plantear la figura de un “relator”, “mediador”, “facilitador”, o como se quiera denominar ese “hombre bueno” que acerque posiciones, se le pretendía enviar a la hoguera es de juzgado de guardia. De una irresponsabilidad suicida, porque lo que realmente pretenden es llevar a este país al precipicio.

La ruptura del diálogo del pasado viernes es una mala noticia, pero confiemos que no sea irresoluble, aún hay tiempo.

Si no somos capaces de impedirlo desde la unidad de acción, desde la conjunción de fuerzas no demasiado diferentes (no lo son PSOE, Podemos, ERC, Bildu, incluso PNV), caeremos en manos de esos irresponsables y quienes los manejan y entonces será igual España, Catalunya, o Euskadi, porque ya todos estaremos calvos.

Veremos…………

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