Pedro Sánchez se ha llevado una de las alegrías de su vida, no exenta de una enorme responsabilidad. Piensa gobernar para todos y todas, para la gente decente de este país y para acabar con la quiebra institucional que generó el PP y ha fomentado la derecha naranja hasta la saciedad. No es poco, pero además tendrá que hacerlo con la mayoría de medios de comunicación en su contra. No puede pensar que por acceder al poder y al control de las publicidades institucionales, que sirven a muchos medios para sobrevivir, le van a dorar la píldora. Le “ronearán” pero van a estar con el cuchillo afilado en todo momento.

Tiene el nuevo presidente del gobierno a pocos medios a su favor, por no decir casi ninguno. Desde la izquierda, siendo imparciales y objetivos tiene a Diario 16, Público y El Diario. Nada más (y nada menos). El resto de medios estatales están en su contra de una u otra manera. Entre los regionales alguno catalán se mostrará imparcial y otros estarán con el ojo avizor según trate el tema catalán. El resto de los regionales están en manos de la derecha. Así que no puede contar Sánchez con ese factor de compatibilidad mediática. Es más, desde el primer momento ya se han mostrado contrarios a Sánchez. Tanto tiempo trabajando en favor de los deseos del establishment no podían acabarse de un día para otro. Menos cuando aún se quiere a Ciudadanos como partido en el gobierno para que lleve a cabo los deseos del capital.

No va a tener ni los cien días de cortesía tal y como se están mostrando hoy mismo. Y no es que El País, por ejemplo, esté controlado por Soraya Sáenz de Santamaría o Felipe González, sino que está controlado por fondos de inversión y el Banco de Santander. Y este poder financiero no quiere a Sánchez como ya ha demostrado. Que una de sus propuestas sea poner impuestos a las transacciones financieras o aumentar las cotizaciones de las Sicav es un duro golpe para esta fracción del capital. Ahí es donde ocultan sus dineros, donde sacan la gran parte de su fortuna por la que no casi no pagan impuestos. No hay millonario sin Sicav (todas ellas falsas porque no cumplen “realmente” con lo que exige la ley), por ello Sánchez, y menos de la mano mediante pactos de Podemos e Izquierda Unida, no está bien visto, ni se le quiere.

Lleva gastados millones Florentino Pérez en la financiación de varios medios de comunicación en favor de Ciudadanos y cierta parte del PP, por lo que esos medios no van a ser nada generosos con Sánchez. Tiene garantizados dos meses, que con las vacaciones, se elevarán a tres o cuatro de relativa tranquilidad. Pasados esos meses la campaña será devastadora. No quieren un país de izquierdas, ni socialdemócrata, quieren hacerse con todo y quedárselo ellos (porque son hombres con alguna epiclera). Por ello no van a dejar moverse más allá de lo mínimo a Sánchez.

Los medios de ultraderecha, tipo Libertad Digital o Carlos Herrera, saldrán a clamar contra el frentepopulismo (como ya hacen algunos dirigentes del PP), a amenazar con los siete males de la vuelta a 1936, con la caída de la moral cristiana y cosas por el estilo. Pero esta gente por mucho ruido que haga sólo sirve para poner el caldo de cultivo de otros medios y programas que se presentan como liberales y abiertos, pero son los que acaban por conformar el pensamiento hegemónico. Las tertulias mañaneras de Espejo Público, Ana Rosa o, incluso, Al Rojo Vivo (caben dudas en este último) sacarán lo peor del gobierno socialdemócrata. Mirarán con lupa cada uno de sus movimientos para diagnosticar cualquier tipo de enfermedad política del gobierno. Para ello contarán con especialistas dispuestos a hacer arte de la doxosofía y fusilar cada mañana cualquier medida del gobierno.

Nace el Gobierno de Sánchez no sólo mediante un proceso democrático inusual, sino con un frente mediático en su contra. Y esto hará más complicado su labor. No valdrá con tener muchas personas en las redes sociales lanzando los mensajes del Gobierno, eso no le ha valido al PP, por ejemplo. Porque desde las redes no se suele crear estado de opinión, sino de ofuscación en lo relativo a la política. Es una circulación continua de mensajes sin pies ni cabeza que enfadan o ilusionan, pero no generan un elemento discursivo capaz de establecer una verdadera confrontación en favor de hacer hegemónico lo propio. Son los medios de comunicación, con su “autoridad” los que hoy en día siguen generando ese estado de opinión. Y sin ellos, no hay campaña de tuits que valga para generar opinión pública.

Sólo hay que ver que, si no es por el aprovechamiento del acontecimiento de hace una semana, el PSOE no habría podido presentar la moción de igual forma, ni haber obtenido el apoyo que ha tenido. Hubo una situación de tensión del sistema que supo aprovechar frente a los medios de comunicación. Algo que se produce pocas veces. Las personas hastiadas de corrupción generaron un estado de crisis sistémica que pudo ser aprovechado. Pero en el día a día esto no pasa y los medios marcan el sentir. Y los medios en España son mayoritariamente de derechas, desde el ABC a El País. Y no son antisistema porque viven, y muy bien, de ese sistema… de momento.

Sánchez tiene que crear equipos de comunicación en todo el gobierno, pero no con comunicólogos, o tuiteros. Eso no va a servir en esta batalla que comienza. Sino con personas capaces de pasar por encima del ruido mediático que van a generar desde los medios de establishment. Mejorar, desde luego, la política comunicativa que ha tenido desde que regresó a la secretaría general y ganarse a algunos intelectuales orgánicos son también prioridades. Gentes comprometidas con batallar y destruir los argumentos del establishment con datos, cifras y cabeza. A cada mentira del establishment, una verdad. Ante los ataques de la derecha, respuestas contundentes. Comunicar con pasión y razón. No hay otra porque no tiene a ningún medio a su favor. Por mucho que ahora le inviten a comer y le pasen la mano por el lomo. Tienen la orden de acabar con él… haga lo que haga. Bueno siempre que no sea venderse al establishment, pero en ese momento será la ciudadanía quien lo ponga fuera.

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