El economista Juan Torres López ha puesto la puntilla este domingo al proyecto de Podemos en El Independiente. Ha querido expresar el disgusto sobre el partido al que ayudó a confeccionar su programa económico para las Elecciones Generales de 2015/2016. El titular elegido, “Podemos se está confirmando como un proyecto amortizado”, ayuda a emprender un análisis sobre la veracidad de tan contundente afirmación. ¿Está amortizado Podemos? ¿Son culpables lo dirigentes? ¿Las peleas entre PSOE y Podemos son la mayor “estupidez humana? Más allá de que cada maestrillo tiene su librillo, ¿está en lo cierto el economista granadino?

Lógicamente los medios del establishment rápidamente han extendido las declaraciones de economista, quieren hundir a Podemos para poder sumar el PSOE a Ciudadanos en una Nueva Gran Coalición, que aplique políticas liberales con “rostro humano”. O un retorno a la fracasada Tercera Vía o el Die Neue Mitte. Es más en las palabras de Torres López se ve una querencia hacia esos proyectos, que se presentarán como transversales, de ir más allá de lo ideológico para aplicar instrumentos políticos (como si estos no fuesen ideológicos en sí) y salir de la crisis en que se encuentra España: “No se han dado cuenta [PSOE, IU y Podemos] de que la precondición para poder llevar a cabo las políticas que proponen es que haya una mayoría social que las apoye, que va mucho más allá de la izquierda”.

Así se llamaba el primer libro sobre el tema del ideólogo de La Tercer Vía, Anthony Giddens, “Más allá de la izquierda y la derecha”. Es la plasmación de la adaptación a lo contingente, a lo dado, a la aceptación de que las personas pueden no cambiar de opinión, al final, una adaptación al sistema capitalista. Un sistema que, gracias al control de los medios de producción ideológica, extiende sus lemas y mantras sin oposición. La izquierda debe adaptarse a la transversalidad en vez de cambiar la forma de pensar de las personas parece decir el economista. Por eso es normal que crea que Podemos ya ha fracasado, porque, al menos en la facción más populista ideológica (el errejonismo) lo que se pretende es cambiar la hegemonía ideológica del sistema.

La amortización por la radicalización.

Expone Torres López que en Podemos “se han radicalizado verbalmente en esa posición ideológica, que cualquier persona sensata sabe que en España no tiene apoyo social suficiente, como para permitir que quien la mantiene pueda cambiar las cosas”. Tiene razón el economista, existe una radicalización pero muy alejada de posición ideológica en sí. Es el radicalismo por el radicalismo. La rabia por la rabia. Algo que es generado por el propio sistema capitalista en esta sociedad del rendimiento existente. El problema es que la rabia no ha estado acompañada de un proceso de análisis.

Dice el filósofo Byung-Chul Han que “la rabia es una facultad capaz de interrumpir un estado y posibilitar que comience uno nuevo”. Pablo Iglesias ha sido, y sigue siendo, el político rabioso contra el sistema. Su problema es que se ha mostrado incapaz de para para posibilitar algo nuevo. La rabia contra la contingencia de la actualidad no ha servido para generar una nueva posibilidad (ideológica y práctica), que les ayudase como organización a trascender y pasar a nuevas formulaciones. Básicamente, se pasa de una ocurrencia a otra, en muchos casos hasta antagónicas. Anclado en el estado de excepción de Giorgio Agamben, Iglesias no ha comprendido que no había tal estado, sino que ha de generarse mediante la praxis política.

No es Iglesias un gran pensador. Tiene unas capacidades historiográficas destacables, pero en el marco de la teoría muestra lagunas. Y esto, al contrario que sucede con otros compañeros de partido, supone un hándicap para la praxis política. En este sentido, sí puede tener razón Torres López, pero en Podemos sí ha habido gente que ha opinado en sentido contrario. No se puede culpar a todos por el fracaso de unos pocos. Aunque el modelo leninista de centralismo democrático que ha ido tomando Podemos sí señala a esos pocos.

Escuchar a Pablo Echenique supone una tristeza intelectual enorme por sus muchos errores y desconocimiento de lo que es España. Algo que también ha destacado el economista de la Universidad de Sevilla: “No conocen al pueblo que han pretendido gobernar”. Pero, empero, otros dirigentes, como Carolina Bescansa, sí han acertado a describir la realidad tal como es. Y no ha sido apostar por un referéndum lo que les ha perjudicado en Cataluña y el resto de España. No. Ha sido su compadreo con los secesionistas.

Entienden, de manera errónea, que ERC tiene un compromiso de clase, o con la izquierda, que no es real. Tampoco defienden postulados republicanistas (que no republicanos). Su libertad está basada en la identidad, no en la clase; en lo cultural, no en lo individual. En términos generales, piden una multiculturalidad que ellos mismos se niegan a ejercer.

Tabarnia, pese a ser una ironía, y que ha sido duramente criticada por Iglesias, deja al desnudo no sólo los postulados de los secesionistas, sino también  los de Podemos. Sin duda puede ser un “circo”, pero como las novelas que le gusta leer y que, según él, muestran más la realidad que otros tratados sociológicos, demuestra el error de su posicionamiento respecto a España. Su crítica sobre Tabarnia le ha llevado al camino de la corrupción: “Al final permite que los corruptos de siempre sigan mandando”. No, señor Iglesias, Tabarnia pone en cuestión su propia concepción de la democracia y eso, obviamente, le molesta.  “Los demócratas sabemos que son las decisiones de los ciudadanos las que dan forma a la ley, y no al revés” ha dicho. Pues precisamente eso harían los “tabarneses”.

Las purgas han dejado una cúpula monolítica.

El problema que más puede estar haciendo daño a Podemos se encuentra, sin duda, centrada en su dirigente máximo. Ese mal entendido liderazgo, donde se quiere lealtad personal y no institucional, donde casi la máxima de Trotsky “Contra el partido no se puede tener razón” se ha transformado en “Contra el líder no se puede tener razón”, está haciendo desangrarse a la formación morada. Cambio por deseos personales, como expulsar a Bescansa de la comisión Constitucional para poner a una Irene Montero, intelectualmente incapaz para ese cometido, impacta en las personas. Pensar que el “pueblo” va a creerse que es por una cuestión meramente interna (que lo es pero no en el sentido que lo venden), es no conocer al pueblo que quieren gobernar.

Las personas pueden aceptar ciertos movimientos, pero no todos los movimientos. No se da cuenta Iglesias que este tipo de acciones afectan a la imagen del partido. No sólo es que, a día de hoy, no se sepa muy bien a dónde va Podemos, sino que las purgas en la izquierda son penalizadas. Y más cuando son por cuestiones personales. Por no aceptar las divergencias propias de un partido político. No es que los medios les tengan odio, que se lo tienen los del establishment, sino que demuestran un escaso cariño por la democracia y la pluralidad que pretenden vender.

Pese al buen trabajo de control al gobierno que se hace en comisiones y plenos, al final, lo que queda es lo que hacen Iglesias y su Yoko Ono particular. Los medios se centran en ellos dos y desaparece lo demás. Que Rafael Mayoral ponga en un brete al ministro De Guindos al final no cala porque, por desgracia, estamos en una sociedad del espectáculo que se fija en esas otras cosas. Y frente a esto, en podemos poco o nada hacen, salvo culpar a los medios. Como siempre la culpa del mensajero.

Pero Podemos ha dejado de ser polifónica. El modelo constituido por el gran muñidor orgánico, el nuevo Lavrenti Beria morado, Echenique, ha matado esa polifonía. Se ha constituido un Comité Central con pocas opiniones que reflejen la multiplicidad de opiniones del propio partido. Íñigo Errejón, y los errejonistas, van y vienen a capricho de los Pablos. Pero, en términos ideológicos y prácticos, casi aparece como un verso suelto. Lo que también sucede con Bescansa y, cada vez, más con parte de los Anticapitalistas. Si la identificación de Iglesias y Podemos sirvió para darles el primer impulso, lo que les llevó a lo alto fue la polifonía. Algo que se está perdiendo. Y más ahora que tampoco parecen querer dar un espacio más amplio a Izquierda Unida.

Mirando más a la izquierda que a la realidad.

Se puede decir que la realidad ha ido devorando poco a poco a Podemos. Es cierto que sus proclamas contra la corrupción siguen ahí, pero también lo dicen los demás partidos que no están implicados. Hacen bien en intentar huir de la guerra de banderas, denunciando la situación social en la que se encuentran muchísimas personas, pero luego se abrazan a las personas de la guerra de banderas. ¿Para qué? Para nada porque ni en la suma parlamentaria sirve de algo. Un señor o una señora de izquierdas de Carboneras no van a entender nunca eso. Y eso les está desgastando. Pero algo que también les perjudica de cara a la opinión pública es la bilis que suelen sacar contra la otra parte de la izquierda: el PSOE.

No es nuevo que la izquierda, da igual el país, desde la irrupción de los partidos comunistas, ha tenido la tendencia a matar al compañero de lucha antes que al enemigo real. Pero ya se ha avanzado bastante en la historia como para superar esas viejas pujanzas, más allá de lo electoral. Tampoco es que el PSOE haga amigos en el otro lado, pero en Podemos se ve claramente que su lucha, o así se transmite, es primero contra el PSOE y luego contra los demás.

En Andalucía es conocida la rabia y odio que mantiene Teresa Rodríguez con Susana Díaz, en particular, y el PSOE, en general. Podría ser un solo ejemplo. Pero eso mismo existe a nivel estatal. La moción de censura que presentaron contra M. Rajoy, realmente pareció que era más contra Pedro Sánchez. Sí, había sido el ganador de las primarias, algo que supuso un crecimiento momentáneo del PSOE, pero no tenía ninguna capacidad ejecutiva para apoyar la moción. Cierto es que habían hablado de la posibilidad de presentar una moción al final del proceso socialista, pero Iglesias en un error táctico enorme, se lanzó para querer dañar a recién electo y al PSOE. Intentó frenar los buenos sondeos. Y se estrelló. Es curioso que la censurante, Montero, fuese más elogiada que el candidato, Iglesias.

Propuso una visión de España que, aunque acertada en algunas partes, distaba mucho de ser una solución real. El ladrillazo, más pensado en cubrir su propio ego, al final no presentaba una visión de futuro. Sólo era repartir cera a los que todo el mundo sabe que son malos. Si se preguntase ahora mismo, seguramente nadie recordaría algo positivo, aunque sea en términos de imagen, de aquella pantomima. Pero, él creía que así se aseguraba la primacía de la izquierda. Y no ha sido así. Y ya se verá si puede serlo algún día porque sigue la estéril pelea entre Sánchez e Iglesias. Y no se da cuenta el dirigente morado que así le está poniendo la alfombra roja a los deseos del establishment. O si lo sabe, es un completo irresponsable.

¿Está amortizado Podemos?

Regreso a la pregunta del título y se abre un camino de muchas dudas. La pérdida del carácter populista, en el sentido de Laclau, sobre el que se montó el movimiento es complicado recuperarlo. Incluso sus máximos exponentes Errejón y Bescansa, con todos los matices que se deseen, están lejos de centro de poder de la organización. Uno va camino de la Comunidad Autónoma de Madrid, donde ya se verá qué resultados podría obtener, y la otra parece más cercana a la academia de nuevo.

Da la impresión, desde fuera y eso es lo malo, de que Podemos va camino de volver al porcentaje de Izquierda Unida, a ser la nueva IU española. Y ya sabemos que la primera vez fue una tragedia y la segunda no puede ser más que una farsa, parafraseando a Marx en su 18 de Brumario. Si lo que espera a Podemos es ser IU, y está por ver si con IU dentro o fuera, porque no cuidan ni a sus compañeros de viaje, como también sucede con Compromís, está completamente amortizado.

Ahora bien, si vuelven a la polifonía; si vuelven al populismo filosófico, teniendo en cuenta que una vez que el momento populista se produce, hay que dar paso al republicanismo; si se toman en serio los procesos democráticos de la ciudadanía, y no esos experimentos en los que nadie participa y que parecen casi amañados; si vuelven a la calle, igual tienen una oportunidad de salvar el proyecto. Pero en esto, como en otras cosas, el PSOE parece habérsele adelantado. Y en el momento en que Sánchez deje de hablar de ellos (no le hace falta) y se centre en vender la izquierda que dice representar, perderán también esa guerra de guerrillas que aún les da cierta presencia.

En cierto modo, deberían volver a tener en cuenta a Errejón, Bescansa y muchos otros que piensan Podemos de otra forma. Deberían pensarse ideológicamente. Deberían parar y pensar. Pero no lo harán porque algunos egos son muy poderosos.

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