Las actividades empresariales del excomisario José Manuel Villarejo han terminado arrastrándolo a la cárcel, pero ese no va a ser el final del agente secreto especializado en trabajos sucios relacionados con las cloacas del Estado. De hecho, está dispuesto a morir matando. El juez de la Audiencia Nacional, Diego de Egea, decidió abrir una investigación sobre las grabaciones que la Policía ha incautado al agente encubierto pero una de ellas, quizá la más peligrosa de todas por lo que supone de terremoto para el Estado y para la seguridad nacional, se airea tras ser publicada por los digitales OK Diario y El Español, los portales de Eduardo Inda y Pedro J. Ramírez, respectivamente. Se trata de una supuesta conversación acaecida en Londres en el año 2015 entre el policía ya jubilado y Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la amiga entrañable del rey emérito Juan Carlos I.

En aquella ocasión el excomisario se habría servido de un pequeño micro adosado a la solapa de su chaqueta para obtener la grabación. En la entrevista, que causa conmoción en la sociedad española, la aristócrata alemana asegura que el monarca la utilizó como testaferro para ocultar un importante patrimonio en el extranjero, en concreto en Suiza. La rubísima empresaria llega a decir que Juan Carlos I cobró comisiones por mediar en la construcción del AVE a La Meca –un proyecto de 7.000 millones de euros diseñado para desplegar un ferrocarril a través del desierto árabe y en el que participan empresas españolas potentes como OHL, Adif y Renfe−. La noticia corre como la pólvora por medio mundo. La madre de todos los escándalos, la bomba definitiva con la que Villarejo había amenazado desde su celda en venganza por su detención en la Operación Tándem, estalla finalmente. Con todo, el affaire entre el rey Juan Carlos y Corinna no es un asunto nuevo para los españoles, que ya conocen capítulos anteriores de las andanzas de la pareja. De hecho, la relación de la princesa y empresaria con el emérito se remonta al año 2012, cuando se destapó el famoso safari de Botsuana, donde Juan Carlos I se dejó fotografiar cazando un elefante y donde terminó rompiéndose la cadera en una caída accidental por la que pagará un precio muy alto: la abdicación en favor de su hijo Felipe VI.

La noticia de las supuestas cuentas de Juan Carlos en el extranjero provoca un auténtico tsunami en la política española. Unidos Podemos pide la apertura de una inmediata comisión de investigación en el Congreso de los Diputados y Alberto Garzón, líder de IU, recuerda que el emérito es “aforado” pero “no inviolable”, ya que perdió ese privilegio tras la abdicación, de manera que insinúa la posibilidad de que pueda ser procesado por blanqueo de capitales. Lo que ni el más ferviente y antimonárquico de los republicanos había imaginado en sus mejores sueños, sentar en el banquillo de un tribunal a Juan Carlos I de Borbón, se antojó por unos días una posibilidad real de la que se hablaba en la calle, en las tertulias de radio y televisión y hasta en el propio Parlamento. Los cimientos de la democracia española, que parecían tan firmemente asentados desde 1978, se resquebrajan por momentos. Y todo por los fisgoneos y artimañas de un comisario jubilado de Policía que parece haber enloquecido y que ya dispara contra todo y contra todos.

Villarejo está echando un pulso al Estado que terminará salpicando a terceros, como le ha sucedido al director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Félix Sanz Roldán, que a petición propia decide comparecer en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso. Allí, a puerta cerrada, el jefe de los espías alerta del “chantaje al Estado” que está llevando a cabo Villarejo y confiesa que no sabe si las declaraciones de Corinna son ciertas o no porque “no es su misión investigar el patrimonio del anterior Jefe del Estado”. Las explicaciones de Sanz convencen al PSOE, que se niega a seguir alimentando los “rumores” y cierra la puerta a una posible comisión parlamentaria y a que el rey comparezca ante un juez para dar explicaciones.

Finalmente, el que sí tiene que comparecer ante el magistrado Diego de Egea es Villarejo, que confiesa haber grabado a la aristócrata alemana por “encargo del Estado” y “para solucionar los problemas de Juan Carlos I con su amiga”. El asunto Corinna es archivado por el juez, que no ve pruebas suficientes en las grabaciones de la empresaria alemana y además concluye que Juan Carlos I era inviolable cuando ocurrieron los hechos.

Pero lejos de cerrarse el grifo del lodo, la basura de las cloacas sigue saliendo a chorros. Nadie en Madrid duda ya de que el famoso excomisario tiene más veneno guardado, más material almacenado y escondido en algún lugar del mundo, horas y horas de grabaciones secretas que serán utilizadas por el policía en algún momento, como moneda de cambio, para conseguir que el juez lo ponga en libertad. De momento, ninguna de sus filtraciones y artimañas sirve a Villarejo para lograr su objetivo de salir de la cárcel y la Justicia sigue manteniéndolo entre rejas. Lo que todo el mundo se pregunta ahora es hasta dónde llegará la paciencia del excomisario caído en desgracia, si tiene más material sensible y si finalmente tirará de la manta, provocando un nuevo terremoto político en instituciones tan importantes como la monarquía.

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