Que las actuales dirigencias de PP y Ciudadanos sean vistas como unas meras ramas del poder económico es normal y lógico. Albert Rivera ya no está al frente de la formación naranja por oponerse a los deseos de la fracción financiera, la cual ya le estuvo buscando recambio desde el mismo momento en que lanzó su campaña “Con Sánchez no”. De ahí que Ciudadanos esté descabezado oficialmente aunque no oficiosamente. Y no es porque la futura candidata sea la que mande in pectore sino porque el partido naranja ha dejado de ser interesante para quienes les han venido apoyando hasta el momento, la clase dominante. No mucho mejor están en la calle Génova, donde mandar, lo que es mandar, el presidente no es que mande mucho y está a la espera de recibir órdenes del exterior para actuar en consecuencia. A nivel orgánico sigue decidiendo, pero a nivel político real su conducta está determinada en buena manera por los deseos de los poderes fácticos.

Tanto Inés Arrimadas como Pablo Casado han dado el visto bueno a la creación de Cataluña Suma con vistas a la próxima campaña electoral en la región del norte peninsular (que se podría extender a Euskadi y Galicia). Un acuerdo que se vende como instrumento para obtener mayor representación en el parlamento catalán y así tener un fuerte grupo “constitucionalista”, al que ofrecieron la entrada al PSC sabiendo de antemano que no aceptarían. Miquel Iceta, ese nacionalista frustrado, no tiene intención de juntarse con las derechas nacionalistas españolas porque se ve más cómodo con la pequeña burguesía catalana en el Gobierno. Pero esto le daba igual a Arrimadas y Casado porque las órdenes que tienen son otras y el ofrecimiento era una mera mascarada para que no parezca lo que va a ser en realidad: la fusión entre PP y Ciudadanos a corto plazo.

En Ciudadanos han protestado algunos cargos porque dicen que Arrimadas quiere acabar con el componente más socialdemócrata de la formación naranja. Como si alguna vez en los últimos dos años haya habido muestra de existir ese componente. La realidad es que deben rumiarse lo que va a pasar, la fusión fría con el PP, un partido plagado de corrupción y que echa para atrás a algunos cargos de Ciudadanos. Bien porque salieron del PP espantados por la lepra corruptil, bien porque todavía piensan con ingenuidad que Ciudadanos tiene algún futuro en solitario, más si dejan de depender de Vox para mantener ciertos gobiernos. La realidad es que, incluso económicamente hablando, la situación de la formación naranja es de desahucio completo. Las encuestas más optimistas les ofrecen cierto estancamiento, que en el caso catalán sería hundimiento desde la primera a la cuarta posición (por detrás de Junts, ERC y PSC), y las demás indican claramente la evanescencia hacia la que caminan. Si se fijan, pese a darles cabida en los medios de comunicación de la derecha, cada vez aparecen menos, siempre y cuando hablen de cosas que sirvan para nutrir el relato de esos mismos medios. En otras palabras, si ayudan a la guerra de la derecha mediática por obtener más visitas les dan cuartelillo, en caso contrario sólo aparecen noticias negativas. Tampoco ayuda que Arrimadas no sea la persona más valorada en términos políticos sino todo lo contrario, ofrece bastante repulsa incluso entre las personas de derechas.

En el PP ha tenido que llegar José María Aznar, que como todo el mundo sabe no habla sino por voz de la clase dominante a nivel mundial (estatal también), para intentar poner orden en el guirigay que han provocado sus hijos bastardos. Cuando toda la prensa de derechas ha querido ver que el ex-presidente pedía a Casado y Abascal la unión, se han olvidado que lo que realmente pedía era primero la unidad de acción y de organización a Arrimadas y Casado. Que a Aznar la presencia de los populistas de ultraderecha no le preocupa suele ser la opinión mayoritaria, de hecho comparte intereses comunes en el lobby sionista, pero no es lo que desea ya que sabe que las batallas se ganan más en el centro que en los extremos. Cuando hablaba de cambio de régimen por la coalición de Gobierno de las izquierdas no era para alarmar o crear un estado de opinión crítico, eso es función de los medios de comunicación, sino para desplazar al PSOE hacia la izquierda e intentar captar el centro político. Sabe perfectamente Aznar que Casado no es su hombre. Lo considera un buen chaval pero carente de las facultades necesarias para ganarse la confianza de la mayoría de españoles. De momento es una pieza más para uso de la clase dominante, pero no ha tardado en colocar a sus propios peones de FAES detrás de él.

Una vez habló Aznar, Casado y Arrimadas han comenzado a trabajar en esa plataforma, Cataluña Suma, que debe ser el paso previo a una fusión a no más tardar. Un España Suma donde la derecha, a excepción de los neofascistas, se reagrupe. Esa es la orden que han lanzado desde la clase dominante a futuro. Unidad de acción, unidad de organización, unidad de las derechas. Han visto cómo el experimento, tras desvelarse los casos de corrupción del PP, no ha funcionado y se encuentran con tres derechas que no les sirve para que sus peones políticos tengan la mayoría. En primer lugar necesitan la unión de PP y Ciudadanos, aunque sea de forma escondida, y ya verán qué hacen con Vox. De hecho Narciso Michavila ya ha dado la justificación empírica en el diario ABC. Algo que venía pidiendo desde hace tiempo, bien es cierto, pero que casualmente ha vuelto a dejar por escrito ayer cuando Arrimadas y Casado han recibido la orden. A medio plazo desaparecerán las siglas de ambos partidos, pues la marca PP está profundamente manchada por todos los casos de corrupción y la marca Ciudadanos está demasiado vinculada a la anterior ejecutiva.

Ahora harán teatro para parecer más dignos y discutir los repartos pero a las siguientes elecciones estatales y/o autonómicas no llegarán por separado. Lo han ordenado los poderes económicos y esta vez harán caso. No es sólo aritmética electoral, aunque lo venderán así, sino cambio total de papeles. Ya se advirtió en estas mismas páginas que a Casado se le había puesto fecha de caducidad y en esta fusión deberá ganarse las futuras lentejas fuera de la posibilidad de ser presidente del Gobierno con total seguridad, pero en algún lugar le situarán por los servicios prestados a la clase dominante. Arrimadas tres cuartos de lo mismo. Primero Cataluña Suma, luego Euskadi Suma, Galicia Suma y después España Suma. De momento, si se han percatado, tienen el mismo guión político aunque aparenten que se pelean. Que Ignacio Aguado recele de Vox no es porque a él le importe realmente, tienen tragaderas para eso y más, sino porque les conviene a PP y Ciudadanos que hagan de policías malos. Lo mismo ocurre con algunos de los intelectuales orgánicos del PP que ya comienzan a señalar a la formación ultraderechista. Un perfecta distribución de las funciones con un objetivo claro, la unión de la derecha a no más tardar.

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