Toda una vida lleva Emiliano García-Page en el PSOE. Desde que con tan sólo 19 años alcanzase el cargo de concejal en el Ayuntamiento de Toledo hasta hoy que es presidente, ha recorrido todos los cargos posibles a nivel local y regional. Es uno de los barones socialdemócratas que siguen teniendo una presencia mediática considerable, sus opiniones son pasto de conversaciones políticas y defiende el marco constitucional sin ambages. Ayer una entrevista en uno de los periódicos del establishment (El Mundo) ha generado polémica entre la militancia socialdemócrata y algunos puestos de la élite del PSOE.

La Caverna ha entrado en orgasmo mediático cuando el presidente castellano-manchego ha manifestado que unos presupuestos no merecen la pena para negociar con los secesionistas: “Los Presupuestos, siendo importantes, son muy poca cosa para venderse al nacionalismo o el independentismo. Si el secesionismo acepta unos Presupuestos estaría legitimando las instituciones del Estado. Pero si se ponen duros, el Estado no puede mercadear con la soberanía nacional”. No han faltado voces de esa entente mediática cavernaria reconociendo la gran valentía de García-Page en afirmar lo que ha afirmado. Pero esto es algo que ya es habitual. La Caverna busca deslegitimar al presidente Sánchez utilizando a cualquier barón o baronesa del PSOE, cuando el propio presidente castellano-manchego advierte que el gobierno está trabajando bien. La única discrepancia viene dada por esa supuesta pretensión de aguantar sin presupuestos el tiempo que haga falta.

No es esto lo que ha incendiado las redes socialistas, no. García-Page apoya la política de distensión del gobierno estatal y por ahí, por mucho que retuerzan sus palabras, que tienen mucho de precampaña electoral, no hay fisura en sí. Es en otros aspectos donde sí que no entiende la política de pactos del presidente Sánchez. “La única mayoría que sale en todas las encuestas y que se va a poder construir en España vendrá desde el centro. […]Un Gobierno del PSOE apoyado por Ciudadanos” ha afirmado siguiendo una lógica electoral que ya se había explicado aquí y que está en la mente de las personas de Moncloa. No es, por tanto, una posición que sea desestimada por la élite de Ferraz. Cuestión bien distinta es que, tras vender el “Somos la izquierda” y pactar la moción de censura con Unidos Podemos, la militancia del PSOE entiende que cualquier pacto con Ciudadanos es anti-natura. Olvidando que el 80% de esa misma militancia validó mediante referéndum interno el acuerdo con Ciudadanos de Sánchez I. No es nuevo que ese pacto por el centro sería el preferido por el establishment español y las élites europeas y no es visto con desagrado en Moncloa, con algún matiz que otro. Aunque García-Page también gobierna con Podemos, por cierto.

Y lo que ha terminado por enfurecer a las bases ha sido la siguiente frase: “La posición que tiene Albert Rivera en torno a la Constitución y al modelo de país me parece muy compatible con el PSOE. Rivera podría ser perfectamente del PSOE, al menos del PSOE en el que yo me afilié”. Aquí ya han salido todos los insultos imaginables y le han señalado como un derechista infiltrado en el PSOE. Y la verdad es que ni Rivera ni el actual García-Page igual tenían hueco dentro del PSOE de 1987. Ni gran parte de la dirigencia actual. Un PSOE que hizo un referéndum para no salir de la OTAN, que esto sí gustaría a Rivera, pero en el cual ser socialdemócrata era casi un atentado. De hecho a quien insinuaba ser socialdemócrata, que los había como Julio Feo, lo clasificaban de “socialdemócrata de mierda”, como calificaban a José Bono y eso que él era guerrista.

Era un PSOE donde Izquierda Socialista, la corriente marxista, suponía un 25% de una militancia que estaba cerca de los cuatrocientos mil afiliados y afiliadas. Hoy casi ni existe secuestrada por ciertos elementos de la cúpula. Toda esa cantidad de marxistas y socialistas radicales desde luego no hubiesen sido del gusto de Rivera. Demasiado obrerista para su gusto refinado y emprendedor. Tampoco hubiese sido sencillo encontrar dos militantes que le avalasen para darse de alta y habría que ver si pasaba el curso de formación antes de darle de alta. Los liberales no tenían cabida en aquel PSOE de 1987 y en cuanto aparecían o se colaban salían huyendo. En el aspecto nacionalista, si hacemos caso a la revista Time de EEUU, podría haber un encaje pues Felipe González y Alfonso Guerra eran el símbolo del deseo regeneracionista de hacer de España un país a la vanguardia occidental. Pero Rivera hoy en día no quiere regenerar España sino someterla al Imperio del mercado. Y eso en aquel PSOE hubiese sido motivo de expulsión como poco.

De hecho la forma de pensamiento del actual García-Page no encajaría en aquel PSOE mucho más combativo y pegado a la clase trabajadora y la modernización de España. Hoy esa modernización es un mero instrumento electoralista y una fórmula de quejarse constantemente de lo mal que están las cosas típica de cierta derecha reaccionaria, que es lo que postula Rivera y no es lógico que lo defienda el presidente castellano-manchego. González y Guerra fueron más patriotas que nacionalistas. Tenían claro que había una unidad territorial pero tampoco nadie, salvo ETA y cuatro catalanes, ponían en cuestión esa unidad y más tras haber entrado en la CEE recientemente. Hoy se pone en duda la unidad por las miserias de la clase política en numerosos aspectos. Y especialmente por la política rastrera de la derecha, dentro de la cual está Rivera. No, Rivera no habría entrado en el PSOE ni antes, ni hoy. Y que García-Page esté en la derecha socialdemócrata, que no es muy distinta a la de gran parte de la ejecutiva del PSOE, es más cuestión de terruño y de zonas donde hay ciertos temas que no se entienden. No ha dado muestras el presidente castellano-manchego de hacer políticas liberales, bastante le cuesta tras el desastre que dejó Cospedal, y en el sentido patriota de la política no hace más que ser expresión del sentir de su tierra. Pero en aquel PSOE hubiese sido para asustarse. Hoy no, incluso los hay más a su derecha por mucho que levanten el puño.

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