Salvo milagro, a la espera de la sentencia del juicio de la subversión catalana, es patente que habrá elecciones el 10 de noviembre. Lo tienen claro en todos los cuarteles generales de los partidos políticos, especialmente, en las calles Ferraz y Princesa. Cuando Podemos no quiso lo que hoy reclaman, en un sentido de propiedad pequeño burgués por cierto, no cavilaron que la oferta de Pedro Sánchez de “hoy o luego no habrá más” era una mera estrategia. No conocen al dirigente social-liberal. Las cuestiones subjetivas, esas que tanto les gusta utilizar a los populistas, importan en ocasiones y en este caso Sánchez no dará su brazo a torcer pues se siente humillado. Y jugar con los egos de personalidades tan bien pagadas de sí mismas tiene consecuencias. ¿Si le hubiese pasado a Pablo Iglesias sucedería lo mismo? Evidentemente sí porque es otra persona soberbia.

No extrañará, por tanto, que los equipos de ambos partidos estén intentando ganar el relato electoral del 10 de noviembre desde este mismo momento. Las reuniones de Sánchez con diversas entidades sociales (eso que desde Hegel se llama sociedad civil) no van encaminadas a presentar un programa que posibilite un acuerdo programático en sí, eso es lo secundario, sino a hacer publicidad de la personalidad del dirigente de la formación socialdemócrata como “hombre de Estado” preocupado por los aconteceres de las personas a las cuales gobierna en funciones. Quiere presentar un programa de la sociedad civil no para pactar sino para ganar las elecciones de noviembre. Para dejar a Podemos herrumbrado en los anaqueles de la historia. Un programa para acabar con Podemos e Iglesias o, cuando menos, situarles en una verdadera posición subalterna a su persona.

En el lado contrario, gracias a las redes de jubilados y cargos del partido controladas por Juanma del Olmo y Pablo Echenique, también han comenzado su lucha por el relato electoral. Visto que hacer batalla por una propuesta que rechazaron, lo que supone pensar que las personas son estúpidas y no se dan cuenta, han cambiado el signo de la crítica (después de su fracaso en intentar dañar al gobierno por el Open Arms) hacia la presentación de Sánchez como un irresponsable. Iglesias ha lanzado el mensaje en sus redes sociales para que sus gentes sepan lo que hay que decir de forma acrítica. De momento sólo en referencia al poco tiempo que dejan para negociar, pero en próximas fechas veremos que inventan nuevas irresponsabilidades. Puro relato electoral para justificar, otra vez, que no les dan los cargos, esos que ansían tanto y por el mero hecho de ser deseos los transforman en derechos como buenos postmodernos que son.

En esta batalla no están solos ambos contendientes. A un lado y otro captan apoyos muy sesudos, en algunos casos. Así Javier Pérez Royo, que sonó como independiente para Justicia en la primera oferta de Sánchez a Iglesias, ha salido a defender el relato de Podemos en un artículo (que habrán visto muy difundido en las redes) con tanto acierto que ha afirmado inconscientemente que la democracia liberal representativa es un engaño, pero que los ministerios se los den. En efecto, tomada utilizando el idealismo empirista de la clase dominante es un engaño porque nunca quien gobierna tiene mayoría social (salvo Felipe González en 1982 seguramente), pero la base de este tipo de democracia (o poliarquía) no se sustenta en los números a la proporcionalidad perfecta, ni a reunir mayoría sociales en un solo partido. Bien al contrario, se basa en la posibilidad de alternancia; en la consolidación de mayorías, bien por pactos, bien por mayoría de escaños; en el debate parlamentario para llegar a acuerdos; y, sobre todo, especialmente, fundamentalmente, la confianza. Nada que ver con las disquisiciones del abogado constitucionalista. La democracia burguesa es una farsa en los números para Pérez Royo y en sus principios añadiríamos desde aquí, pero es el sistema con el que tenemos que librar hoy y ahora, por lo que su justificación del relato de Podemos no es más que parte de una batalla, no contra la clase dominante, sino contra aquellos que no quieren cumplir los deseos de los amigos. Lo que quebraría la confianza necesaria que emana del propio sistema.

Llegados a este punto ¿qué opinan las bases de ambas formaciones? Nada, salvo excepciones. No hay opinión porque ambas formaciones tienen los mismos problemas, burocratización y culto al líder. En otros tiempos, Sánchez no habría podido hacer lo que está haciendo sin haber convocado un Comité Federal (de aquellos que duraban dos días) y haber escuchado a los representantes de la militancia allí reunidos. Para bien o para mal un mecanismo de control que ha quedado reducido a la insignificancia perdiendo el sentido de sus funciones. En el PSOE todo lo que diga la oligarquía sustentada en los burócratas de turno no tiene posibilidad de contestación mediante un debate. Así se van a proponer 300 medidas que no han sido valoradas, debatidas y aprobadas por la militancia. Sólo por el deseo del jefe hay que aceptarlas como buenas y a callar.

En Podemos la cuestión es aún más extrema. Es el mismo culto al líder y la misma carencia de autocrítica (salvo Anticapitalistas y alguna voz en el desierto) con el añadido de la inexistencia real de estructuras de partido. Han llegado al culmen de establecer una burocratización de un partido sin estructuras. Nadie dice nada, por ejemplo, cuando el principal aspecto para sentarse a negociar con el PSOE en julio era el no veto a Irene Montero, quien quiere Iglesias que le suceda en el trono de la serie en que ha convertido a Podemos. Nadie dice nada del fracaso de las negociaciones, ni de la propuesta programática porque en Podemos no existe la militancia sino los consultados y consultadas. Al ser sumamente listos ellos y ellas piensan por todos y el resto, lo que llaman las bases, a votar sin debatir. Meros clicleadores delante de un ordenador y siguiendo la voluntad del jefe. En ambos casos una mentira democrática hasta en el sentido burgués del término.

Elecciones en noviembre con el riesgo de que la izquierda no llegue a sumar, aunque tampoco está la derecha para tirar cohetes con sus excesos de odio y carencia de moderación alguna. Manuel Castells, eminente sociólogo de los que lucharon de verdad contra el franquismo, ha advertido que lo mejor para construir algo a la izquierda del PSOE es quedarse en la oposición con un acuerdo de mínimos. También advierte de la capacidad autodestructiva de la izquierda, pero no se asombra de acudir a elecciones porque ambos partidos son como un calco en los aspectos esenciales. Lo otro el relato es pan para hoy y hambre para mañana. Sólo cuando las izquierdas vuelvan al discurso (que tiene la solidez que le falta al relato) podrá transformar la sociedad y afrontar los retos de un capitalismo desbocado, radicalizado y destructor de las sociedades.

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