Ver las portadas y artículos de algunos digitales y periódicos en papel comienza a dar miedo. Al que opina distinto o tiene una argumentación contraria a la hegemónica se le pasa por el cuchillo mediático. En sentido contrario, al que apoya sin fisuras el discurso predominante se le eleva a los altares. A Podemos esto les ocurre con frecuencia, aunque tienen su campo mediático muy bien construido, pero ahora es al PSOE a quien le está tocando ser el muñeco del “pim, pam, pum” de la clase dominante en España. En especial se están cargando todas las tintas sobre la figura de su secretario general, Pedro Sánchez. Quien escribe estas líneas no es sanchistas precisamente, ha criticado duramente a Sánchez cada vez que ha metido la pata (y han sido unas cuantas). Pero no se puede dejar pasar este ataque a la libertad del partido más antiguo de España.

El golpe al Estado que han propiciado los secesionistas catalanes (que no golpe de Estado que es otra cosa y más violenta) ha modificado las rutinas livianas de la política española. El 15-M, que va en picado, supuso un primer aviso de parte de una gran mayoría social contra un Sistema (no sólo el político) que estaba comenzando a dar muestras de fisuras enormes. El relato de la transición y la integración europea está desgastado y se quiere algo más: más libertad, más comunicación, más poder de decisión; más ser humanos. Ese ánimo de cambio sistémico, fue aprovechado por unos y otros para establecer una política de bloques y antagonista. Por un lado, los secesionistas para, haciendo un uso torticero del relato nuevo, decir que defendían el derecho a decidir (cuando lo que desean es una independencia), algo que ellos mismos han acabado incumpliendo. Por otro lado, la derecha haciendo un discurso catastrofista para, mediante el austericidio, someter a la población que pedía más. Todo ello, no se olvide, es el caldo de cultivo de lo que hoy sucede.

En esta situación, donde la política se comienza a ver como antagonismo, Pedro Sánchez y su Ejecutiva presentaron un proyecto de país muy socialdemócrata. Nada de radicalismo social o económico (como ya se criticó en su momento y alejado de posiciones tipo Jeremy Corbyn). Con la interesante incorporación de una España federal y plurinacional. Se buscaba (y busca) un modelo racional donde, desde el diálogo y la deliberación, todo el mundo pudiese sentirse a gusto. Un modelo que se catalogó en estas mismas páginas de habermasiano. El propio Sánchez lo dejó claro al afirmar que el PSOE “no va a entrar en la dialéctica de bloques, ni a contribuir a un enfrentamiento entre supuestos partidos constitucionalistas y otros que no lo son”. Y sigue manteniendo esa postura.

Gustará más o menos el modelo, pero entienden (y no van desencaminados) que es la fórmula más adecuada para encauzar las distintas fisuras que tiene España hoy en día. “Si algo se está demostrando es que el Partido Socialista en su conjunto, la socialdemocracia española, es la única organización política que, desde el punto de vista estatal y desde el punto de vista catalán, tienen un proyecto compartido desde la singularidad de cada cual, que es precisamente lo que demanda el conjunto de la sociedad catalana y el conjunto de la sociedad española” ha manifestado tras la reunión con la ejecutiva del PSC. Es el proyecto conjunto de muchas personas y muchos militantes socialistas. Incluso algunos que se enfrentaron a él han visto, desde una disciplina bien entendida, que esa estrategia es la conveniente.

Las causas del ataque

“Me gustaría trasladar un mensaje de esperanza al conjunto de la sociedad española y al conjunto de la sociedad catalana, y decirles que los socialistas estamos comprometidos en que ni las cosas pueden seguir como están, ni pueden romperse como quieren otros” ha querido dejar claro. Sólo el PSOE puede, y están en la obligación ética de ello, solventar el conflicto catalán añadiendo “racionalidad” al problema. Pero esto no parece suficiente para algunos y algunas. Y a por la cabeza del secretario general se han lanzado. Aunque esta vez no hayan sido los barones regionales en sí (Puig, García Page o Fernández Vara siguen las pautas de la Ejecutiva), sino los poderes fácticos.

Se lanzan bulos sobre que Susana Díaz ha ofrecido a los diputados que “controla” al gobierno, sobre el malestar en el interior del PSOE con la reprobación de Soraya Sáenz de Santamaría, o con la inacción del propio secretario general. Incluso desde un medio, que está a punto de caer en la bancarrota, se alienta a los santones del modelo transitivo contra el partido. Todo con tal de dañar la imagen de Sánchez y provocarle una crisis interna. Poco conocen al PSOE y su capacidad de disciplina, pero lo intentan.

¿Qué explicaciones existen a todo este acoso y derribo mediático? Porque no hay una causa sino varias. La primera es que el frente “constitucionalista”, por calificarlo de alguna manera, no debe dejar grietas de ningún tipo. Y con el PSOE jugando una partida deliberativa se quedan Rajoy y Rivera solos en la derecha más reaccionaria. En el ataque frontal al que piensa más allá de lo establecido (en cualquier sentido), quieren tener al PSOE como ejemplo de falsa unidad. Segunda, pretender cambiar la constitución, que está en la base del programa socialista, para resolver no sólo el conflicto catalán sino añadir los derechos sociales de segunda generación, supone derribar una buena parte del entramado sobre el que se asienta el poder de la clase dominante. No quieren oír ni hablar de reforma porque es una puerta abierta a mayor democracia. Por ejemplo, el nuevo Pacto de la Moncloa territorial que ha pedido Ximo Puig no ha caído bien en el seno de los partidos de la derecha.

Pero hay causas más profundas. Tercera. Obsérvese que ha aumentado la crudeza de los ataques tras manifestar Margarita Robles que se iba a reprobar a la vicepresidenta del gobierno. Han salido todos como toros bufando al salir del corral. Las casualidades en política nunca lo son. Desde los periódicos que dependen de Sáenz de Santamaría para sobrevivir se ha atacado a Sánchez y sus gentes tratándoles como antipatriotas poco más o menos. Aquí llevamos meses criticando la postura de la vicepresidenta en el tema catalán, y su fracaso tras fracaso en la Operación diálogo. Por tanto, es evidente que el principal partido de la oposición haga una crítica contundente a la mala gestión de esa persona. A esto hay que añadir, que la propia vicepresidenta aseguró en privado a sus interlocutores que todo estaba controlado, cuando no ha sido así, en el referéndum.

Pero no sólo hay un motivo puramente crematístico y de poder en las críticas a Sánchez. Sino que partiendo de esos factores poner en la picota a la vicepresidenta le resta opciones de erigirse en la sucesora de Rajoy, algo que se ve cercano. Sacarle los colores por su fracaso a quien no admite ningún fracaso y dirige el grupo de halcones del PP, tiene su contrapartida política. Y como controla numerosos medios de comunicación, vía abierta al ataque contra Sánchez. La metedura de pata de Sáenz de Santamaría (a lo que habría que sumar las informaciones del atentado de Barcelona) tienen un juego interno en el PP que ella intenta contrapesar en el exterior. Pero no contaba con el ataque del PSOE. Pues Ciudadanos no la atacaría así pues son la voz de su amo, el dinero.

Una cuarta posibilidad que justifique las críticas a Sánchez es minar su imagen, ha venido subiendo mucho en las encuestas, para que la opción B de los poderosos, Albert Rivera, sea realmente una opción de gobierno. Un tándem Soraya-Albert sería lo máximo para el IBEX35. Si recorren los medios de comunicación, no encontrarán en estos últimos días, o meses crítica alguna a Rivera respecto a su posicionamiento en Cataluña. Realmente, casi nunca se le critica. Es el candidato del IBEX35 que tanto ha “apostado” por él. Tanto como para establecer la consigna en algunos medios de comunicación de prohibir las críticas a Ciudadanos, bajo amenaza de cortar el riego de dinero. Da igual si la España de la formación naranja es cercana al franquismo, no hay críticas. Eso sí, a Sánchez se le debe criticar por salirse del guión establecido. No es que duden de su compromiso con el capitalismo, nadie ve en Sánchez un peligro revolucionario, pero su idea de cambiar un poco el sistema y acabar con la precarización, que tan buenos dividendos está dando, preocupan y mucho. Si no ¡a qué va a salir González!

¿A dónde quieren llevar a Sánchez?

Una quinta causa sería acabar con el modelo deliberativo del PSOE. No se quiere deliberar. Pactar sí, mediante el chalaneo clásico del sistema transitivo, pero no deliberar. Deliberar es malo porque puede sacar fallos estructurales o hacer que las personas tengan opinión propia. Bastante dinero se invierte en medios de comunicación para que alguien quiera hacer pensar distinto. Eso de pedir pensiones justas, sueldos justos y derechos no es algo que esté en las previsiones de los poderosos.

Pero es que además mienten y se tergiversan sus palabras. En ningún momento Sánchez afirmó que no apoyaría al gobierno frente al intento secesionista. Eso lo ha mantenido siempre. Cuestión bien distinta es la aplicación del artículo 155. La estrategia de Sánchez, a quien Rajoy informa de lo que quiere, de negar un apoyo total a la aplicación de ese artículo ha tenido dos consecuencias positivas. Por un lado, ha demostrado la incapacidad del Gobierno para resolver la crisis catalana que ellos mismos han provocado. Y, por otro lado, ahora tiene la posibilidad de negociar los términos de la intervención. Si hubiese dado su sí inquebrantable, como ha hecho el dirigente naranja, hoy estaría atado de pies y manos. Justo cuando Sáenz de Santamaría tiene dudas de su aplicación porque “se ha estudiado muy poco”. ¿Se imaginan el ridículo que pasaría Sánchez ahora?

“Pero también les digo que una Declaración Unilateral de Independencia no tiene cabida en ningún estado social de derecho y, por tanto, al igual que tendemos la mano para dialogar, también apoyaremos la respuesta del Estado social de Derecho ante cualquier intento de quiebra unilateral de la convivencia entre españoles” así se ha expresado Sánchez. En la vía de la concordia y la fraternidad todo, a malas nada. Y nunca se ha separado el PSOE de este discurso.

También se le critica no haber ido a la manifestación de la Estación de Francia, como se ha hecho con el PSC. ¿A qué tenía que ir? Como bien ha dicho Josep Borrell “es un tema de catalanes” y ahí Sánchez pintaba poco. Era la sociedad civil catalana demostrando a los secesionistas su fuerza social. Cuestión bien distinta es que la derecha haya aprovechado para darse un baño de masas y de banderas. Incluso a los convocantes y asistentes no les ha gustado la presencia de tanto político y quitar el foco de quienes eran realmente los importantes. Además, como viene repitiendo Miquel Iceta, esto no es una cuestión de banderías y de frentes de partidos. Hacer una política basada en el antagonismo de buenos y malos es justo lo contrario a lo que defiende el propio PSOE. A la derecha y a los secesionistas, sin embargo, les viene bien ese discurso que tapa otras carencias.

Querían a un Sánchez atado de pies y manos y a un PSOE sometido a los designios del poder estatal, pero el PSOE marca su camino en este conflicto. Respeto por la legalidad vigente, pero ofreciendo diálogo, no tanto para hoy, como para resolver la quiebra social que se ha producido en Cataluña. Ni a Rajoy, ni a Rivera les interesa lo social, ni que haya una falta de convivencia. Incluso les puede beneficiar para utilizar el poder como mejor saben. En Ciudadanos nada más que piensan en elecciones para gobernar ellos y criminalizar a los nacionalistas desde el poder. De esta forma, quieren imponer su modelo de sociedad en Cataluña, como han venido haciendo desde el nacionalismo catalán. Pero con una diferencia de la que no son conscientes, y en el PSOE sí, la represión cultural nunca funciona.

El PSOE quiere ser importante en la gestión de los dilemas sociales y políticos que tendrá mañana Cataluña. Hoy presenta su oferta de diálogo y de entendimiento. Y esto no gusta a los poderes fácticos ni a los santones de la transición. Por eso atacan a Sánchez y le quieren tener sojuzgado políticamente. Pero él y su ejecutiva han tomado la decisión de marcar ellos mismos su camino. Saldrá bien o saldrá mal, pero es una decisión valiente en estos tiempos de oscuridad política.

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