Aunque puede que cada uno de ustedes esté pensando en muchos candidatos o candidatas para este reconocimiento, no cabe la menor duda de que Íñigo Errejón sería hoy en día el Judas Iscariote de hace dos milenios. No se presenta a las Elecciones Generales pero ha hecho todo lo posible por machacar a quienes hasta hace poco confiaban en él, tanto como para haberle encargado la misión de conquistar la Comunidad de Madrid para Podemos y confluencias. Gracias a su traición la izquierda hoy está más lejos de alcanzar esa posibilidad, con el añadido de perder el Ayuntamiento de Madrid, que caería en manos de los neofascistas.

Si el Iscariote se reunió con Caifás para vender a su amigo por treinta monedas de plata, en nuestros días Errejón comió empanadillas para vender a su amigo, tras el consabido beso en la mejilla, mientras preparaba su apuñalamiento, y aún no se sabe cuál fue realmente el pago. Es posible que desde el establishment le hayan ofrecido publicar libros, le doren la píldora sobre sus capacidades intelectuales, le digan que es el futuro de la izquierda o le hayan prometido publicar libros sesudos con gran publicidad. O cabría la posibilidad de asegurarse cuatro años de sueldo público en la oposición de la Asamblea de Madrid con sus diez u once apóstoles de la traición para luego acabar en el PSOE con gran boato.

No es que Pablo Iglesias sea un santo varón, cuando las hace a nivel interno saca el centralismo democrático a pasear, pero la voluntad popular, ese pueblo que Errejón ha elevado hasta el cielo del pensamiento, para dejarlo allí por lo que se ve, estaba con el dirigente de Podemos. De hecho, ha sido “resucitar” y aumentar las energías de sus apóstoles morados. Mientras el traidor anda penando hueco en los medios para seguir en la pomada, y eso que no es tiempo electoral para él. No importa, como en su momento el Sanedrín con Judas, el establishment, que no deja de ser la oligarquía como era aquel órgano protector del Templo de Salomón y dela fe, le proveerá porque no pueden permitir que haya “pablistas” diciendo las verdades del barquero e intentando expulsar a los mercaderes del bien común.

No hay mejor Judas en nuestros días que Errejón, por el momento bien es cierto, que en eso de las traiciones los políticos se las maravillan de forma increíble. Cambian de chaqueta y principios más rápido que una vicetiple. Eso sí, siempre en busca del sueldo político no vaya a ser que les toque trabajar, ahora cuando no se acuerdan ya de qué es eso. Hay personas que la última que estuvieron en una oficina sólo había WordPerfect y floppy disk, con suerte Windows 3.1.Y otras que no saben lo que es una oficina, una tienda o el tajo en sus más variadas formas. Nos queda por descubrir cuáles son las treinta monedas de plata de la traición, porque lo que es obvio que nadie destroza la izquierda gratis. Y el errejonismo, cuando menos, lo ha intentado.

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