El fascismo es un movimiento de ideología y práctica totalitarias y violentas, de carácter nacionalista y capitalista. Históricamente el capitalismo surgió como un nuevo sistema económico que derrotó al modelo caduco de los feudos comenzando un desarrollo vigoroso de las fuerzas productivas tras la decadencia del Feudalismo.

Hasta el estallido de la I Guerra Mundial dicho desarrollo económico experimentó un largo periodo de auge, consiguiendo un crecimiento del nivel técnico y cultural de la humanidad que afectó principalmente a los países ricos, desarrollando las potencias coloniales, aunque a base de esclavitud y sangre.

Hubo un crecimiento de las riquezas en los países capitalistas principales aumentando relativamente el nivel de vida de las masas trabajadoras.

El desarrollo técnico y el aumento consiguiente de la productividad,  permitía una expansión de la industria que arrasó los viejos métodos artesanales de producción.

A su vez se desarrollaba la clase obrera industrial pasando a crecer esos sectores a costa del sector primario, con la necesidad de importación de esclavos, robados a los pueblos de África para atender las necesidades de mano de obra en América y también parte de Europa.

Para luchar contra la explotación salvaje del capitalismo, la clase obrera empezó a crear sus propias organizaciones de clase, como sindicatos, partidos obreros y asociaciones de solidaridad.

Dictadores como Franco, sublevado  contra la República, junto a Hitler y Mussolini en Europa, masacraron a la clase trabajadora destruyendo sus organizaciones y asesinando a los que atrapaban con una saña represiva feroz a todo el que pensaban que eran sus “enemigos”, es decir, toda persona que no era “fascista o nazi”.

No podemos olvidar que los derechos conquistados hasta el día de hoy, de reunión, libre sindicación, manifestación, huelga, libertad de expresión, prensa libre,  derecho al voto, entre otros, no ha sido un regalo de la burguesía capitalista, sino que fueron conquistas de las masas en la llamada Transición de la Dictadura a la Democracia a base de potentes movilizaciones y luchas obreras.

En los años 30, esos derechos se habían conquistado y se ganaron tras una implacable y dramática lucha de clases, con muchos sacrificios e incluso sangre derramada por la clase trabajadora, que luego se vio obligada a oponerse al golpe fascista defendiendo la Democracia y la República, que fueron arrancadas de manos de los trabajadores a sangre y fuego.

En su época  inicial el capitalismo había traído consigo la concentración de recursos y el crecimiento de las multinacionales y sus monopolios, que siguen  concentrando el capital cada vez en menos manos, a la vez que con cada crisis arruinan a las clases medias e incluso a los estratos de la población que ocupan posiciones entre la clase obrera y la clase capitalista, como tenderos, agricultores, autónomos, etc., hundiendo en el paro y la miseria a la clase trabajadora.

Cuando se descompone la economía debido a la aparición de la crisis estructural de onda larga,  como ocurrió en las pre-guerras mundiales, los capitalistas ya no pudieron basarse en el viejo aparato represivo para mantener a raya y combatir a la clase trabajadora que, aunque semianalfabeta y esclavizada, se organizaba para luchar por sus derechos y la cultura. La Burguesía necesitaba algo más potente: Ejércitos y Armas.

En la actualidad, ningún Estado podría durar mucho tiempo en bases capitalistas, si no poseyese un aparato represivo acorde con el potencial de lucha que pueden desarrollar las masas en acción, incluso pacífica y democráticamente, cuando están organizadas y bien dirigidas por partidos de izquierdas firmes y que planteen el Cambio de modelo de sociedad.

Por ello, las tendencias naturales en el capitalismo consisten en desarrollar a su vez un potente aparato policiaco-militar, que sirva para mantener a raya al supuesto “enemigo exterior”, pero para la burguesía, el verdadero enemigo,  ese “enemigo exterior está en el  interior de su sistema”, pues la clase dominante considera a la clase trabajadora como su principal enemigo.

En los años 30,  los capitalistas utilizaron a Hitler, Mussolini, Franco y demás dictadores,  para buscar una salida a sus problemas desarrollando el “nazi-fascismo” que encuentra también sus colaboradores entre las capas medias y el lumpen, gracias a su verborrea demagógica e hipócrita, asumiendo rasgos propios del discurso “proletario-nacionalista-patriótico”.

El fascismo representa un movimiento de masas, compuesto por grupos paramilitares de gente indignada e incluso furiosa que practica el odio y la extensión del caudillismo, militarismo, autoritarismo,  racismo, machismo y xenofobia  contra todo adversario que califican de “enemigo”.

La gran burguesía desilusionada pero financiada por el Capital, busca alarmada ante situaciones convulsivas a un “salvapatria” que les saque las castañas del fuego, sobre todo,  cuando ven que la clase trabajadora está iniciando una lucha en defensa de un cambio socialista, como ocurrió en España con el Golpe de Franco, en Chile con Pinochet, Videla en Argentina,  etc.

La polarización en líneas de clase se produce por la disputa entre los intereses del capital y los de la clase trabajadora, que es lo que representa la lucha entre clases, que no fue una invención de Marx, como algunos ignorantes le atribuyen.

Ante esa disputa, más tarde o más temprano, cada clase expresa y defiende sus aspiraciones y necesidades, con luchas a través de sus organizaciones; la clase trabajadora incluso crea otras nuevas direcciones más radicales, cuando comprueba que sus herramientas están algo desgastadas, aumentando la politización.

Los asalariados unidos por la producción, organizados como clase explotada en grandes empresas, desarrollan en sus luchas, ofensivas o defensivas, por necesidades vitales, floreciendo  el “proceso molecular de toma de conciencia, pasando de clase en sí, a clase para sí”, en términos de buscar una solución socialista a la problemática que padecen y  afecta a su vida cotidiana.

La posición social,  escasez de recursos,  salarios menguantes, junto a los recortes sociales, políticas de ajustes y austeridad que implanta el sistema burgués, desarrolla y fortalece la conciencia, sobre todo en las luchas, aunque ese proceso no es automático, sino dialéctico, como explicara Marx, que también dijo: “un gramo de experiencia vale más que una tonelada de teoría”. 

Las capas medias se balancean entre las dos clases sociales principales, oscilando a medio camino entre la clase trabajadora y la clase capitalista; unas veces apuestan por una clase y otras por otra, según la  correlación de fuerzas que observa, junto a otros factores económicos y sociales.

En ciertos momentos de la historia, si la clase capitalista no es capaz de encontrar una salida y sale derrotada por las izquierdas, a través del voto de los trabajadores en elecciones democráticas, prueba con Gobiernos distintos, moderados o radicales. Esos bandazos pueden intentarlo varias veces sin resultados concretos pero los procesos de agudización de las luchas, cuando la crisis arrecia o cuando se entra o sale de una crisis, podrían profundizar las luchas  e incluso precipitarse con cambios bruscos y repentinos.

La clase trabajadora luchará y desarrollará tendencias radicales e incluso revolucionarias; asimismo la clase capitalista lo hará en sentido inverso, girando hacia el bonapartismo o el fascismo, como vimos en los años 30 y se repite el proceso en la actualidad, aunque todavía a un nivel inferior, cuyos candidatos aquí y ahora son los miembros del Trifachito compuesto por PP, C’s y Vox.

El capitalismo en crisis, enfrentado a la competencia feroz por los mercados menguantes y en puertas de una profundización de la recesión económica mundial,  será incapaz de asegurar un nivel de vida digno para las masas trabajadoras y los pobres.

Si ganan las Derechas buscarían una salida a la crisis a costa de la destrucción de las organizaciones sindicales, sociales y políticas de izquierdas, intentando privar así a la clase trabajadora de sus derechos y libertades.

Si la crisis se contagia de un país a otro, como es probable por la unificación de los mercados globalizados, la burguesía podría apoyarse en el movimiento “neo-nazi-fascista mundial”, con el intento de aplastar a los trabajadores.

El fascismo necesita reducir a la clase trabajadora a un estado de apatía, desgana o “enajenación mental” completos, empleando su aparato de propaganda con métodos “goebbelsianos” que penetran en el cerebro de las masas, para a su vez, obstaculizar y desprestigiar a las organizaciones de izquierdas para poder destruirlas. En eso reside la esencia del fascismo, que es en sí, “El Capitalismo Químicamente Puro”, que significa destrucción y horror sin fin.

Cualquier persona medianamente inteligente que llegue hasta el final de este artículo podrá entender la gravedad de la situación actual a la que nos enfrentamos. Tenemos la esperanza de que al menos comprendamos claramente a “quienes NO debemos votar”.  Animamos a que el voto sea positivo para el progreso y  para frenar el peligro del fascismo que es otra vez una realidad creciente.

Recordamos la frase de Marx, cuando dijo: “La historia se repite dos veces: La primera como tragedia, la segunda como farsa”; esperemos que la tragedia se vaya terminado  con el traslado el pasado jueves 24-10-19  de la momia de Franco del Valle de Cuelgamuros al cementerio de El Pardo.

Debemos saludar eso como un paso positivo pero todavía insuficiente para muchas personas que, en cuanto a la recuperación de la Memoria Histórica, siguen esperando (algunos más de 80 años) y solicitando una demanda permanente de JUSTICIA, VERDAD Y REPARACIÓN en honor de aquellos que lucharon y ofrecieron con gran valor y generosidad sus vidas rechazando el Golpe fascista, defendiendo la Democracia y la República.

Para continuar resolviendo  este largo drama humano debe plantearse una alternativa inmediata para dignificar a los asesinados por órdenes del Dictador, que todavía yacen en cunetas y fosas comunes, para rehabilitarlos  y entregar los restos a sus familiares.

Existen historiadores que han intentado permanentemente ocultar la verdad de aquellos dramáticos acontecimientos con una fraseología cínica, haciendo apología del golpismo, queriendo igualar la responsabilidad de los “Verdugos” con la de sus “Victimas”.

Pero cada vez está más presente que aquella llamada “guerra civil” provocada por Franco al servicio del Capital, representó un combate de una minoría de burgueses, militares traidores y el Clero, contra la mayoría de la población que eran obreros y campesinos.

La CEDA como punta de lanza de las Derechas reaccionarias apoyaron a Franco y no dudaron en llevar a cabo un baño de sangre, con el objetivo de defender los privilegios y beneficios de la burguesía capitalista, los terratenientes y la oligarquía financiera, encabezada por la Banca March, cuyo accionista principal era Juan March Ordinas, contrabandista de armas y sustancias tóxicas,  que fue el principal financiador del Golpe contra el Gobierno Republicano.

Los recursos económicos de los capitalistas, españoles y europeos, éstos últimos escudados en una falsa “neutralidad”, fueron la clave para el triunfo de los sublevados y aquellos fascistas furibundos que buscaban el exterminio de la clase obrera y la destrucción de sus organizaciones, apoyados por un potente armamento suministrado por sus “camaradas” Hitler y Mussolini, con la ayuda del “Clero y la bendición de Su Santidad”, todo sea dicho en honor a la verdad histórica.

Concluyo recordando una vez más la famosa frase del filósofo Santayana cuando dijo: “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”.

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