Los dos partidos de la derecha teóricamente democrática han demostrado, una vez más, su deriva hacia el populismo de ultraderecha que está ascendiendo en toda Europa. En menos de veinticuatro horas tanto Albert Rivera como Pablo Casado han atentado contra la democracia, la Constitución y España con la confirmación de su pacto con Vox y el veto en el Senado a la senda de déficit marcada por el Gobierno de Pedro Sánchez.

El ansia de poder de dos de los tres hijos políticos de José María Aznar ha tenido como consecuencia que la teórica derecha democrática se haya salido de los cauces constitucionales y del respeto a los derechos humanos para lanzarse a los brazos de un partido que desprecia los elementos mínimos de la democracia. Pablo Casado ya afirmó que un pacto con Vox era «una gran oportunidad» y se congratulaba al confirmar su deseo de que lo ocurrido en Andalucía fuera el reflejo del futuro mapa político en España. Albert Rivera, por su parte, ha intentado que no se le vinculara al partido ultrafascista pero sin éxito. Su estrella mediática y futuro candidato a la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls, dio una lección de dignidad democrática a todo el partido naranja al afirmar que «Es mejor perder votos, o incluso el gobierno, que traicionar las propias convicciones y los valores democráticos» o «Todo acuerdo programático o de gobierno con Vox sería, en cambio, un error político y una incongruencia moral. Sería incompatible con los valores europeos que muchos de nosotros defendemos». Sin embargo, nada ha frenado a Rivera para permitir que Juan Marín se apoyara en Vox para entrar en el futuro gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla.

La derecha española cada día se aleja más de la democracia, de la Constitución que utilizan como ariete en su discurso ultra patriótico, del espíritu de la Transición que ponen como escudo para evitar las reformas imperiosas que precisa el país. Por esta razón, el pacto con Vox de Rivera y Casado no es más que una traición a las propias esencias de la democracia porque llegar a consensos con quien, precisamente, pretende destruir el sistema político de libertades y derechos, no es otra cosa que una versión actual del recibimiento de Bruto y Casio a Julio César en las puertas del Senado romano.

Por otro lado, tanto el PP como Ciudadanos tienen que explicar a sus millones de votantes cómo han vetado la senda de déficit marcada por el Gobierno para, entre otras cosas, aumentar los recursos de la sanidad, la educación, las pensiones, etc. La influencia de Vox se hace ya patente en esta decisión puesto que atacar de esa manera a los derechos que están reconocidos en la Constitución no es más que el reconocimiento de que para Rivera y Casado nuestra Carta Magna sólo tiene validez en los artículos de los que ellos pueden sacar tajada electoral.

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