Vaya semanas le están dando a Albert Rivera, a la bronca que le echaron el Bilderberg, se suma que Pedro Sánchez es presidente del gobierno (y no él); que el establishment está pendiente del PP para verificar si sigue con el apoyo a Ciudadanos o les dejan de simple muleta anti-Podemos; que a nadie parece importarle lo que dice; y, ahora, que han nombrado al consejo de RTVE sin contar con su opinión y planteamiento. Le ha sentado a cuerno quemado que se haya hecho mediante decreto y por consenso de los demás partidos menos el suyo y el PP. En el fondo lo que le enfada es no poder ponerse la medalla como suele hacer. No le han dejado ejercer de cuñado.

Lo que no deja de sorprender son los argumentos utilizados para quejarse. Pareciera que todo lo que no pase por sus manos es malo, aconstitucional y peligroso para España… ¡y Europa! Esto último es novedad y una contradicción justo cuando el presidente Sánchez va a iniciar una gira europea. Contra Sánchez ha manifestado que “Sánchez se ha cargado de un plumazo la regeneración democrática y el consenso constitucionalista con el decreto sobre RTVE”. Es más le ha acusado de “hacer un Rajoy”. Lo que no cuenta es que él estaba chanchulleando e imposibilitando con el PP que se nombrase de otra forma el nuevo consejo y al nuevo director antes de la finalización del mandato, ayer. Eso lo esconde porque deja en claro que a él la democracia y la regeneración le importa poco más que los migrantes del Aquarius (muy callados en este tema están). Sólo le importa si él está en el ajo.

El consenso constitucionalista ¿qué es? ¿Acaso no son el PNV, IU, Podemos, Compromís, En Marea y PSOE partidos que trabajan dentro de la Constitución aunque quieran cambiarla? Para Rivera, dentro de su cortedad de miras, todo lo que él diga que no es constitucional no lo es. Pero esta traza fascista que lleva dentro es muy conocida, el problema es que con estas críticas lo que hace es generar una irritación sistémica de la que piensa sacar beneficio. Quiere que el sistema quiebre, por eso se ofende cuando Pablo Iglesias inicia el diálogo con Quim Torra en busca de pacificar Cataluña y en favor del gobierno socialdemócrata. Quiere antagonismo para presentarse como salvapatrias con pulserita de España en la muñeca. Y todo ello por la decisión de cambiar la dictadura informativa que existía en RTVE, la cual, no le perjudicaba a su formación, Ciudadanos, precisamente. Curioso sin duda. Él quería nombrar al director para que les apoyen a ellos, no por una pluralidad informativa.

Y dentro de esa lucha antagónica, que encubre también una lucha de clases, demuestra claramente sus intenciones al decir que “Pablo Iglesias, Quim Torra y Gabriel Rufián son los dos (sic) principales enemigos de Europa pero los aliados de Pedro Sánchez en el Gobierno”. ¿Desde cuándo son enemigos de Europa Iglesias o Rufián (porque al señor Torra no se le ha escuchado mucho en esta materia)? Lo que no quieren es una Europa de los Mercaderes y los poderes económicos como sucede hasta el momento. Una Europa distinta a la que defiende Rivera, que realmente no sabría decir qué Europa quiere sino que es un mantra que repite imitando a Macron, no es estar contra Europa, sino verla desde otra perspectiva. A Rivera le gusta la Europa del precariado y el austericidio, de la acumulación por desposesión de lo público y no capitalista. A los otros no, pero no por ello son menos europeístas.

Pero que España no se preocupe Ciudadanos y su superdirigente están ahí  “para unir a todos los españoles”. Por la buenas o las malas, porque sólo ve españolas y españolas por la calle. Y los que digan que no lo son, leña al mono que es de goma. Donald Trump un acomplejado en comparación con lo que haría Rivera. Si hace falta meter a gente en la cárcel pues se hará, pero todo serán españoles sí o sí. Además, en plan salvapatrias se ha preguntado “¿qué pasaría si no estuviera Ciudadanos, con un PSOE aliado con los populistas y los independentistas y un PP noqueado por la corrupción?”. Pues seguramente seríamos todos y todas más felices, porque Ciudadanos no es más que la mano política del establishment internacional. Y Rivera quiere una España unida pero de servicios y contratos basura.

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