Hay formas melancólicas de suicidarse. Las hay épicas. Las hay crueles. Las hay penosas. Y luego está el suicidio político que puede reunir aquellas condiciones o no. Ese es el caso de Albert Rivera que ha decidido seguir la senda que le lleva al suicidio político de forma abierta y transparente. Tras establecer un cordón sanitario al PSOE, ahora se ha lanzado abiertamente a pedir un pacto PP-Cs para gobernar. Un suicidio en toda regla como veremos y que parece ser una suerte de venganza contra el establishment que le puso donde está y al que debe todo.

Tras negar capacidad de acuerdo al PSOE por culpa del sanchismo, ese virus que él cree se inocula en la venas de su patria española, Rivera puso la primera piedra de su derrota. Como indican las encuestas, todo su electorado más moderado y centrista, que antes votaba al PSOE o basculaba con Rajoy, ese mismo electorado que supuso su impulso en las zonas urbanas, ha vuelto al redil socialdemócrata. Un grupo de personas que estaban a gusto con el liberalismo con toques sociales de Ciudadanos, pero que huye como si llegase la peste en cuanto el partido naranja se arrima a los neofascistas. Pueden aguantar el hedor corrupto del PP un poco, no mucho, si ven capacidad de redimirse, pero que se pacte por persona interpuesta con los neofascistas no lo toleran. Su paciencia tiene un límite.

Visto que le escapaban por la izquierda, pero firmemente agarrado a la bandera hecha en China y con valor de 2,5 euros, Rivera y troupe naranja, haciendo caso omiso a las advertencias de Luis Garicano, le único con cierta capacidad analítica en la tribu naranja, se lanzó a una carrera por ver quien tenía más larga la patria y la manga derecha. Una carrera contra Casado y los neofascistas. Contra el primero para quitarle el cetro de primera fuerza del trifachito, y contra los segundos porque la gente de derechas que les votó por rabia ante la corrupción, se han marchado a su casa de siempre. Pero sin querer enmendalla siguió con la carrera loca por la derecha fichando a lo peor del neoliberalismo, esto es, el mundo financiero especulativo e improductivo, le obligaron a poner a Inés Arrimadas lejos de Barcelona y para que sintiera el miedo en el cogote a ver si reaccionaba, pero no. El chico se empecinó en ser más de derechas que López Rodó.

Y en esas estaba hasta que decidió tomarse la cicuta y cometer el suicidio político en vivo y en directo. Como pueden ver en el tuit que hemos colgado, sin rubor, ante pocas personas (no es que el chaval sea un captador de masas) pero con los medios recogiendo sus palabras, ha decidido que sólo cabe una salida para España y no es otra que un gobierno PP-Cs. “Le tiendo la mano a Casado y al PP para formar un Gobierno para echar a los que quieren liquidar España” han sido sus palabras que, sin duda, le han quemado según el veneno ingerido le ha ido bajando por el esófago. Se ha quedado con la boca seca por un minuto mientras pensaba para sí mismo: “si hay que morir nada mejor que matando a mi criatura naranja”. De esta forma Rivera acaba entregando los miles de votos que le quedaban a un PP que estaba moribundo ante las embestidas de los neofascistas. Un suicidio sin nobleza alguna porque es producto de su ignorancia estratégica más que de algo realmente analizado y pensado.

Afirmar que vas a pactar con el PP cuando es tu máximo competidor, especialmente en esa zona rural que ahora estaba empeñado en recorrer para captar descontentos, supone la estupidez política más grande que se ha visto en los últimos años. Más que la negación por tres veces de Podemos al PSOE en 2016. La neopolítica se disuelve según parece por los errores propios, unos errores que se han visto a lo largo de la historia. La incapacidad, cegados de por el odio como están en la cuadra de Ciudadanos, para ver que el futuro podía ser suyo si hubiesen actuado como un partido realmente liberal y no como una banda de indocumentados quedará para la posteridad de los fracasos políticos. Sin duda España, tal y como es el actual PP, necesitaría un partido liberal homologable a los demás que existen en Europa, pero Rivera ha decidido que no. Que él es tan cesarista como otros y quiere destruir su obra. Si Nerón quemó Roma por una cuestión urbanística, Rivera ha quemado Ciudadanos por una cuestión de egolatría máxima.

Todo el voto moderado pasará al PSOE donde estarán encantados de ejercer ese liberalismo de corte europeo o estadounidense sin más oposición que los neofascistas y un PP echado al monte. Por su parte Casado debería abrazar como si fuese su amante a Rivera porque le ha salvado de una quema segura en la pira de los fracasaditos de la derecha como Fraga y Hernández Mancha. Los neofascistas le van a quitar millones de votos, pero Ciudadanos parece empeñado en reparar la herida. Y claro todo porque hay una “emergencia nacional” que es el nuevo mantra salido de los comunicólogos naranjas. Se puede exagerar la situación, todos los partidos de oposición lo hacen, pero no acudir a la mentira que es evidente. Ni Sánchez dividirá España, ni hay peligrosos comunistas con ansias de nacionalización de los medios de producción. Si hay un peligro evidente para el país precisamente es encarnado por la derecha trifálica. Y Rivera ya ha tomado la cicuta y se le han comenzado a adormecer los miembros y ya le da igual todo. Y ese suicidio lo ha querido hacer a los pies de la tumba del fundador de Alianza Popular/PP, en Galicia. Esa Galicia caníbal que cantaran Os Resentidos.

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