No se sabe en lo que ha convertido Albert Rivera a Ciudadanos. No es algo que haya generado en estos últimos meses, al contrario, viene produciéndose desde el último congreso del partido. Un grupo de fieles a una doctrina del odio pero temerosos del Ibex-35 que se apartó de la función para la que estaba designada por el sistema. Tenía que apuntalar ese sistema que tantos beneficios da a la clase dominante pero, tras reconocer al presidente como una especie de mesías del liberalismo, se han separado hacia la división social, la irritabilidad sistémica y creerse que sólo mediante su trabajo llegará la Arcadia a España.

Mal interpretando la frase de Ferdinand Lasalle “el partido se fortalece depurándose”, Rivera ha decidido cargarse a casi todos los críticos que tenía. Salvo a Luis Garicano, evidentemente, porque tiene el apoyo de los liberales de verdad y de la clase dominante, al resto les ha pasado por la «guillotina» del desprecio. Todos aquellos que han osado dudar de su estrategia y de su omnímodo poder han sido purgados sin dudarlo. Aunque la realidad es que la famosa frase vista así está incompleta porque lo que el dirigente de la socialdemocracia alemana le contaba a Karl Marx era que “la lucha interna da al partido fuerzas y vitalidad; la prueba más grande de la debilidad de un partido es la amorfia y la ausencia de fronteras bien delimitadas; el partido se fortalece depurándose”. Justo lo contrario de lo llevado a cabo por Rivera y sus «mariachi» (como los definió Aitor Esteban), pues no permiten que haya personas que no odien a los demás, que piensen distinto, que no vean bien estar virando hacia el fascismo postmoderno de la diversidad capitalista.

Para ver el sentido de lo que está creando Albert Rivera sólo hay que leer lo dicho por el presidente de Ciudadanos: “entiendo el nerviosismo entre los que nos atacan de manera constante ya que Ciudadanos es un partido preparado, libre, moderado, liberal e intachable”. No es que les ataquen realmente, es que la mayoría de España les está llamando cuñados y se ríen de ellas y ellos. Pero en su inopia, que no llega ni a ser dogmática, sólo cabe interpretar esa befa como ataque, ya que todo movimiento del tipo incalificable que ha creado Rivera, siempre está rodeado de enemigos para lograr fortalecer el discurso y cerrarse contra posibles interferencias exteriores. Es un sistema cerrado que, como tal, sólo tiene dos opciones abrirse y dejar que entre aire fresco o autodestruirse. No hay capacidad autopoiética si se está cerrado en sí mismo. Además, la autoalabanza “preparado e intachable” como refuerzo de ese cierre sistémico y como apoyo al mecanismo sectario.

“Hay que saber a dónde vamos y nosotros somos un proyecto ganador y que será un partido de Gobierno” ha afirmado Rivera para dar ánimos (¡Vamos!) a sus acólitos mientras presentaba a los nuevos miembros adscritos. No se han percatado de que la clase dominante les está dejando caer, algo que será más evidente en cuanto haya gobierno en España (del tipo que sea). No les van a perdonar que, habiendo posibilidad de un gobierno con el PSOE, lo que proporcionaría estabilidad institucional para que el establishment siga con su proceso de acumulación, hayan decidido pensar que pueden ganar unas elecciones sin el apoyo del bloque en el poder. De hecho, la aparición de Vox les viene mejor porque así tienen un comodín capitalista y autoritario con el que jugar. No necesitan a Marcos de Quinto, quien vive de las subvenciones, según han demostrado varios medios de comunicación, pidiendo un ojo por ojo, ni a un Rivera deseando que vuelva el terrorismo a España, ni a un Edmundo Bal transformando su amargura personal en odio al resto del mundo. Y mucho menos a Inés Arrimadas montando pollos por toda España como una niña enrabietada.

Todo el mundo sabe que no son liberales, incluso hasta Pablo Casado parece más liberal que Rivera, por eso recurren al nacional-populismo que tiene aromas franquistas salvo por la entrega de España al Imperio. Se inventan enemigos interiores (Podemos, sanchismo, nacionalistas) para que no veamos que los verdaderos enemigos son el Imperio y el capitalismo más salvaje y desaforado. Como buena organización con una ideología cuñadista, de nacionalismo selectivo (sólo los que Rivera dice son buenos españoles), quieren tener sometidos a los infieles. Con algunos revisionistas (PP y Vox) se pueden entender pero el resto deben ser quemados en la hoguera. Y como cuentan, al menos hasta hoy, con amplificadores en los medios de comunicación, piensan que sólo existe su verdad, la cual entronca con el espíritu absoluto de la época y les lleva a completar la perfección. Lo malo es que olvidan que la dialéctica siempre ofrece las contradicciones y esas mismas indican que no son más que un juguete roto que acabará en el cubo de basura.

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